Dicen que no hay peor sordo que quien no quiere oír. Y yo le añado que no hay ciego más malo que aquel que cierra sus ojos para no ver y seguir engañándose y engañando a los demás.
Hablan y hablan. Escriben y escriben. Y por supuesto y en primer lugar: cobran y cobran. Vuelven a cobrar más por más de lo mismo.
Llevan casi medio siglo devengando altísimos salarios por divulgar falacias y mentiras, entre ellas las de que en Cuba no existe la libertad de religión, proclamada en la Constitución Socialista aprobada por abrumadora mayoría de votos en febrero de 1976 y refrendada de idéntica forma en fecha aún más reciente, cuando se especificó, eso sí, que el socialismo en Cuba es irrevocable.
La Carta Magna sustenta que Cuba es un Estado laico, y que cada ciudadano es libre de practicar sus creencias religiosas, sean cuales sean, sin que por esto pueda ser vejado, discriminado, humillado o apartado de la sociedad.
Tal realidad es perfectamente comprobable para cualquier persona de cualquier latitud geográfica, que sencillamente viaje a Cuba y salga a caminar por sus avenidas, calles, parques y plazas, converse libremente con los cubanos al doblar de una esquina, en el portal de una vivienda o en la sala de su propio hogar, o decida entrar en una de las tantas iglesias de las más variadas religiones existentes en Cuba.
LA VIRGEN MAMBISA Y MULATA
No podía tener otra forma la figura seleccionada para representar a los católicos cubanos. Ya en el siglo XVII, los propios conquistadores se habían encargado de originar el mestizaje que hoy conforma nuestra nacionalidad.
Nadie los mandó a violar a las pocas aborígenes que dejaron con vida ni a las jóvenes negras arrancadas de sus praderas africanas, embarazarlas y tener descendencia con ellas, aunque después los amos se empeñaran en negarlas, esconderlas y en ocasiones hasta desaparecerlas, pecados también condenados por todas las creencias religiosas.
La virgen cubana no podía ser ni blanca, ni trigueña, y mucho menos rubia. No cabía otra alternativa que concebirla mulata. Y que no se le fuera a ocurrir mostrarse ante un cardenal, un obispo, un banquero o un esclavista, porque la mayoría de la población jamás iba a creer tal cuento.
Así, la tradición refiere que la Virgen de la Caridad del Cobre se apareció, en medio de una tormenta en alta mar, a tres humildes pescadores que estaban a punto de naufragar, cuando su pequeña embarcación no resistía ya los fuertes embates del viento, las grandes olas y la torrencial lluvia, acompañada de rayos y truenos.
De pronto se hizo un instante de calma chicha, como suelen decir los marineros, y a lo lejos divisaron una figura que flotaba sobre la mar. Remaron hacia ella y vieron entonces que se trataba de una estatuilla bronceada, con figura de mujer hermosa, que en su mano izquierda protegía a un niño contra su pecho, y en la derecha portaba una cruz de oro.
Los hermanos Hoyos, descendientes de aborígenes, y el negrito Juan, hijo de esclavos, subieron la imagen a bordo y remaron hasta la costa, en la zona de la norteña bahía de Nipe, por cierto, calificada como la mayor del mundo, ubicada en la actual provincia de Holguín.
Ninguno de ellos sabía leer y tuvieron que esperar a llegar a tierra para saber qué decían aquellas palabras inscritas en la tabla sobre la cual flotaba su hallazgo.
Entre los curiosos apareció uno que se acercó, contempló la figura de cabellos tan negros como el azabache y de piel más morena que la codiciada canela, de mirada dulce y tierna. Leyó lo que decían las letras: Yo soy la Caridad.
De inmediato, aquel mismo 8 de septiembre de 1628, y sin que nadie lo ordenara, comenzó la adoración de la salvadora Caridad, hasta que más de media centuria después el cura franciscano Don Francisco Bonilla reclamó la ayuda monetaria de sus feligreses para levantar un templo a la santa en el caserío minero de El Cobre, en la actual provincia de Santiago de Cuba.
Ocurría, según las leyendas, que la estatuilla aparecía y desaparecía a cada rato del sitio que habían destinado para venerarla. Hasta que una niña la encontró en una de las montañas que bordean aquellas minas.
Todos acordaron que si la santa mulata quería estar allí, pues allí debía erigirse su morada, que edificaron rápidamente con tablas y pencas de palmas reales como techumbre.
Después estallaron los combates por la Libertad, y mientras las tropas coloniales se encomendaban a su Virgen del Pilar, los patriotas cubanos lo hacían a la Virgen de la Caridad del Cobre.
El Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes, el Generalísimo Máximo Gómez y los Generales Antonio Maceo y Calixto García, antes y después de los enfrentamientos, invocaban a la Santa Mulata de Cuba, que también comenzó a ser llamada como la Virgen Mambisa.
El 8 de septiembre de 1926 la estatuilla pasó a ocupar el sitio donde ha permanecido hasta hoy, y en el cual es idolatrada, con la más absoluta libertad, por decenas de miles de cubanos y visitantes de otros países.
Una década después, y a solicitud de los Veteranos de las Guerras de Independencia, el Papa Benedicto XV proclamó a la Virgen de la Caridad del Cobre como la Santa Patrona de Cuba, y desde entonces sobre su imagen mestiza se colocó una manta amarillo-dorada con el Escudo de la República de Cuba, y de fondo, en su sagrado altar, la Bandera Cubana.
Al realizar su visita pastoral a Cuba, exactamente el 24 de enero de 1998, Su Santidad el Papa Juan Pablo II coronó por segunda ocasión a la Virgen de la Caridad del Cobre, y depositó en una de sus manos un rosario de oro, durante su estancia en la ciudad santiaguera.
Los poetas, pintores, cineastas y músicos han rendido culto a la Santa Mambisa de Cuba. Barbarito Diez, la Voz del Danzón, le canta. José María Vitier compuso la Misa Negra para la Caridad del Cobre y el realizador Humberto Solás filmó Miel para Ochún.
Al pie de la imagen sobresalen ofrendas de fieles que han pagado sus promesas: monedas, crucifijos, rosarios, velas, estampas y entre todas se destaca una: la Medalla de Premio Nobel de Literatura, que en 1954 el escritor norteamericano Ernest Hemingway donó al pueblo cubano, para que fuera depositada allí, ante la Virgen de la Caridad del Cobre, diosa de la mar.
La tradición no se ha perdido, sino que se ha ido trasmitiendo de generación en generación, y por ello es habitual que en espera de cada 8 de septiembre, los creyentes católicos esperen el advenimiento del Día de la Caridad del Cobre, festejos a los que se suman también los practicantes de la santería, que esa noche rinden culto a Ochún.
Y volvemos a lo que ya había referido: a estos festejos asisten no solamente los creyentes, sino todos aquellos que desean bailar, saborear exquisitos platos de comidas típicas cubanas o verdaderos manjares de dulces caseros netamente cubanos, casi siempre elaborados por las abuelas.
Sin proponérselo, pues, la Mamá Chola, Yalorde, Ochún o la Virgen de la Caridad del Cobre, son mudos testigos de la libertad religiosa de todos los cubanos, que cada 8 de septiembre celebran esta tradición y felicitan a todas las mujeres que se llaman Caridad o son nombradas por sus apodos familiares: Cary, Caruca o Cachita.
Tanto la Virgen de la Caridad del Cobre como Ochún son dueñas del mar y la dulzura, protectoras de los pescadores y se considera por sus creyentes que otorgan perdones e indican siempre hacer el bien para todos.
Pero si alguien osara cometer la estupidez de agredirnos, la Santa Mulata volverá a cabalgar en la manigua redentora, participará en las cargas al machete y en las teas incendiarias hasta expulsar al invasor, porque ella fue, es y seguirá siendo la Virgen Mambisa de Cuba.
* El texto originalmente fue publicado en exclusivo en Cubahora el 8 de septiembre de 2007. Por su vigencia e interés, se le ofrece nuevamente a los amigos de Cubahora, ahora con nuevas imágenes y otros datos de interés.
Mercy
8/9/12 14:37
Recuerdo a mi madre. Devota de la Virgen de la Caridad del Cobre.
Jorgito
8/9/12 14:24
En cuba le metemos todo. Algunos irán a la iglesia pro la virgen católica y otros darán toque de tambor para oshún. Como sea, la celebraremos.
Tide
8/9/12 8:36
La Vírgen de la Caridad ¿Reina del mar?
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