Ciudad Nuclear, llaman al lugar donde crecí. Un pueblo cercano a la costa que no tiene el tipo, ni la actividad clásica, de los asentamientos de pescadores.
Fue construida para que en ella habitaran los casi cinco mil trabajadores de la que hubiera sido la primera Central Electronuclear de Cuba, al centro y sur de la Isla, en la provincia de Cienfuegos. Hija del modelo constructivo de los años ochenta, la estética de las microbrigadas la define de cabo a rabo.
Esa ciudad peculiar ha alcanzado cierta fama en los últimos tiempos: inspira documentales extranjeros, tesis de futuros periodistas cubanos; incluso ha sido enrolada en el Faceboom. Tras la historia de la gente que se quedó allí para contar la Historia.
Pensarla me resulta diferente de aquellos que la desempolvan como una curiosa ruina de otro intento coyuntural del país en pos de la gloria económica. Resguardo en la memoria, al igual que muchos, el lugar de mi infancia a cal y canto. Y aunque remembrarlo me ocurra cada vez menos mientras me distancio de aquellas edades -trampas de la rutina, o todo el oficio de envejecer-.
Remembrarlo, además, le va volviendo más idílico. No importa si a ratos fui una niña atribulada por los problemas de esa extraña circunstancia que es crecer. En mi horizonte de ciento diez centímetros y ocho años, la electronuclear era un huevo con grandes patas de araña a su alrededor.
Sin embargo, hace poco la avisté de lejos. Al extrañar sus extremidades, ausentes, caí en la cuenta de que eran tontas grúas enroladas en la construcción. Qué decepción. Por mis recuerdos –aunque también por la Central fallida con la caída del campo socialista-. Porque las cosas de la infancia se diluyen cuando las aprecias de adulta.
He pensado en acercarme. En volver. Mas he preferido salvaguardar esa intimidad para que –me digo- te quede algo que mirar como cuando creías que el mundo era imaginado. Como cuando la Central parecía un insecto de piedra. Como cuando había cangrejos por todas partes. Como cuando salían nadando hasta por el retrete.
Como cuando ibas a la panadería-dulcería para que te dieran vasos de merengue hasta el empacho. Como cuando te rajaste la pierna con el filo de una caldera tratando de embarrar a otra chica de merengue, y tapaste la herida con un trapo rojo mientras le pedías a la Santa Bárbara de tu abuela que la sanara.
Como cuando criaste un pitirre.
Como cuando jugabas bajo los edificios. A donde los adultos no llegaban y donde todo era sucio, cuadriculado por tuberías, sobrecogedor. Como cuando comías uvas caletas y flores del flamboyán. Como cuando tu mamá te leyó en tu octavo aniversario aquella historia que decía: “Hoy cumple Piedad ocho años”.
A la Ciudad Nuclear la tengo fijada a los sesos para no olvidar: 1) lo que es la libertad; 2) el arte de saber abandonar un lugar en el momento justo.
Nunca fui tan libre como cuando les debía cuentas a mis padres de esos andares. Años llenos de irresponsabilidades y peligros, como suele ser la vida de un niño.
Y justo cuando permanecer en aquel lugar hubiera puesto coto a un futuro todavía incierto, mi familia y sus trastos montamos en un camión rumbo a La Habana. La Habana, que luego me encandilaría. Pero a la que jamás pude ver como una ciudad infantil.
freddy
1/9/16 16:20
Gracias Carol, hoy, vivo en la Ciudad Nuclear, llegue allî en el año 1985 y hasta la fecha, me alegra tu escrito, no nos visites quedate con el recuerdo aquel de tu niñez y disfrutalo desde muy adentro, quizas por ahî, un dîa nos veremos, ojala que no sea muy tarde.
Freddy Fedz-Calienes
yendri
17/7/12 9:04
Lei lo escrito y he sentido casi q lo he vivido yo, good 4 you young journalist. ;)
Gustavo
17/7/12 5:37
Gracias Carol por recordar tu infancia con esos vetos de nostalgia sin ser todavia una vieja. Y recordarnos a todos los que vivimos alli. La idea de la CEN parte de una visita de Fidel Castro a una ciudad rusa llamada Novovoronezh. Casualmente yo estudie alli, y aqui vivo actualmente. Yo escape de la CEN, pero no he podido escapar de Novovoronezh, y esa similitud entre estas dos ciudades nucleares me hace constantemente pensar que vivo todavia alli. Esa imagen del aracnido aqui ocupa todos los espacios y hasta un monumento. Parece como una pesadilla. Esta ciudad fue el modelo que inspiro a la CEN cubana. Algun material que tengo al respecto, junto con una foto de Fidel Castro en la CEN de Novovoronezh, te la podria hacer llegar con gusto. Quizas pueda publicarlas en el sitio del Faceboom de la CEN. Un beso. Gustavo Jorge Moreno Toledo
Aris
15/7/12 9:40
Muy poético escrito. Felicidades a Carol por tener tan emotivos recuerdos.
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