Hugo Chávez abrió las puertas al camino de la segunda independencia de Venezuela, esa de la que hablaba Martí a finales del siglo XIX y que para muchos era solo una utopía, luego de más de 200 años de la Declaración de 1811, cuando —formalmente— el país sudamericano dejó de ser colonia de España.
Pero aquella independencia quedó trunca desde su nacimiento. Bolívar lo sabía y decidió alejarse de los traidores que acechaban. La oligarquía venezolana asumió como bandera sus intereses de clase social y dejó a un lado las necesidades del pueblo indígena, negro, esclavos o libertos.
Vendrían tiempos de coloniaje disfrazado, dictaduras, hambre y subdesarrollo. Mientras, la industria petrolera era dominada por empresas estadounidenses, y el petróleo —a precios irrisorios— exportado hacia el propio Estados Unidos. Asfaltada Nueva York con los recursos venezolanos, la patria bolivariana veía crecer, no rascacielos, industrias, escuelas y hospitales; sino casuchas y barrios enteros en las laderas de los cerros, cerca de las grandes ciudades.
Esas vivencias no escaparon de la mirada de una generación de oficiales militares —liderados por el teniente coronel Hugo Chávez— que, como en el siglo XIX, no toleraban el dominio foráneo. De esas raíces: Simón Bolívar, Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez, Francisco de Miranda, floreció el tronco de una nueva etapa de independencia que comenzó a gestarse en los 80 y tuvo su estallido en el levantamiento militar del 4 de febrero de 1992.
Chávez, como diría el presidente ecuatoriano Rafael Correa, “abrió este cambio de época en nuestro continente, cuando solo contra el mundo pudo, democráticamente en 1998, derrotar a las burguesías que habían saqueado su país”.
Ya lo había asegurado el propio líder bolivariano al señalar: “Si yo me callo, gritarían las piedras de los pueblos de América Latina que están dispuestos a ser libres de todo colonialismo después de 500 años de coloniaje”.
Entonces, no es descabellado hablar de lo que significó la fuerza telúrica del presidente Chávez en la apertura de las puertas hacia la segunda independencia. Él fue el motor inicial. Será el reto de los venezolanos y su gobierno, trascender ese primer momento de la segunda independencia que son los años iniciales y las medidas de la revolución chavista.
No es casualidad que Chávez, durante la presentación de su Proyecto de la Patria 2013-2019, colocara como primer objetivo histórico la defensa, expansión y consolidación del bien más preciado que se ha conquistado después de 201 años: la independencia nacional.
El propio presidente Nicolás Maduro lo ha reconocido recientemente durante su gira por Rusia y Bielorrusia: “Chávez hoy no nos pertenece a nosotros, Chávez es hoy una esperanza de lograr un mundo mejor, de paz, libertad e igualdad. Chávez es un símbolo de rebeldía contra imperios. No solo contra el de Estados Unidos, sino contra cualquier forma de explotación”.
Cuando valoramos la trascendencia de la primera independencia de Venezuela, nos damos cuenta de la coincidencia de fechas: un día 5, el mismo que hace cuatro meses nos atardeció la mirada llena de tristeza ante la muerte del líder.
Sin embargo, el 5 de julio es día de esperanza, porque su legado dejó un país libre de analfabetismo, con avance tecnológico, una economía en el camino de un programa para llegar al socialismo, programas sociales de inclusión, la construcción de las primeras comunas, entre muchos otros proyectos.
Más importante aún es que Chávez le enseñó al pueblo a ser Chávez, a luchar por sus derechos, a reclamar libertad y a mirar con visión de futuro, no de “patio trasero”. Por delante está lo más difícil, lograr la diversificación de la economía venezolana, desterrar el rentismo petrolero, robustecer la industria nacional y sembrar —con innovación— los campos de alimentos para, entre otras cosas, disminuir las importaciones de rubros que dinamicen la gestión nacional.
En lo político, el desafío es mayor. El primero de todos y más importante: consolidar el poder del pueblo. Aplomar el liderazgo del chavismo, sí, “chavismo sin Chávez”, que se vio sacudido ante la muerte del líder y unas elecciones con resultados apretados, saboteo, desestabilización, pero que luego de sus primeros 60 días se observa afianzado y con señales de pujanza en todos los órdenes.
El socialismo es la vía y la manera de construcción de una patria independiente. Así lo dejó claro el presidente Chávez en su momento: “La mayor suma de seguridad social y la mayor suma de felicidad posible a nuestro pueblo, eso es el socialismo, pero el capitalismo ofrece la mayor suma de infelicidad y eso está ocurriendo en Europa, en el llamado mundo desarrollado de Estados Unidos, eso es perverso, es salvaje”.
La verdadera y definitiva segunda independencia llegará cuando Venezuela se aparte totalmente de un sistema capitalista, aún parte de las esencias del país, y se libere de las cadenas que hoy aún capitalizan las mentes de algunos venezolanos. Chávez despejó el camino. Es deber irrenunciable concretarla.
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