Como se informó oportunamente, la conferencia para la paz en Siria, conocida como Ginebra II, debió posponer su realización para una fecha aún no prevista, luego de que los sectores opositores reclamaran la disolución del gobierno de Bashar el Assad, como condición primera para sentarse en la mesa de conversaciones.
Se trata, sin duda alguna, de un ilógico e inadmisible obstáculo contra todo diálogo que pretenda logros equilibrados y justos.
Y es que, evidentemente, ninguna negociación puede asumir a plenitud ese calificativo si se obvia a una de las partes claves, en este caso a las autoridades oficiales sirias.
Como aducen algunos observadores, parecería que para los opositores Ginebra II debe reducirse a una suerte de consulta administrativa unilateral, donde los “vencedores” se repartirían las cuotas de poder correspondientes y decidirían la suerte de los actuales gobernantes y sus colaboradores.
Pensamiento desatinado además en medio de los creciente avances militares del ejército nacional, que ha logrado instrumentar nuevamente el control del gobierno sobre regiones, ciudades y poblados que en algún momento pasaron a manos de los grupos armados entrenados, pertrechados y pagados por Occidente, la reacción árabe, el sionismo, y los extremistas islámicos, la gran “coalición externa” que ha encendido la barbarie en suelo sirio desde hace dos años y medio a un costo, hasta hoy, de más de 100 mil muertos y seis millones de desplazados por la violencia.
No obstante, y hace apenas horas, en reunión realizada en territorio turco, la titulada Coalición Nacional Siria, reconocida por las naciones occidentales y la desfigurada Liga Árabe como “legítima representante del pueblo sirio”, dijo que está dispuesta a hablar de paz, con la levemente modificada condición de que “Bashar el Asad no tendrá papel en el período de transición ni en el futuro de Siria”, entre otras demandas.
Por su parte el titulado Ejército Libre Sirio, uno de los grupos armados que operan contra Damasco, precisó que asistiría a Ginebra si la conferencia "anuncia concretamente la formación de un gobierno nacional transitorio con plenos poderes", y aprueba "un acuerdo de principios para la abdicación de Bashar al Assad".
De manera que con una retórica con ligeros afeites, la titulada “oposición pacífica” y una parte de los “rebeldes” no dejan de insistir –para sumarse al diálogo- en la recurrente y enfermiza idea de que, de alguna forma, el gobierno de Bashar El Assad debe volar por los aires, más allá de la voluntad de la ciudadanía y de su derecho legítimo a elegir a sus máximas autoridades.
Proyección que sigue además reflejando el interés primordial de los malsanos intereses externos que han aupado la guerra y la muerte en Siria, por encima de jugadas políticas para presentarse como anuentes a soluciones pacíficas equilibradas.
De hecho, en medio de las reciente bravatas de la monarquía saudita contra Washington por su pretendida “mano débil” en el caso sirio, el secretario norteamericano de Estado, John Kerry, reiteró las claves de la posición de la Casa Blanca al afirmar que las “diferencias circunstanciales” con algún que otro aliado en el caso sirio se refieren a asuntos de método, pero el logro final sigue siendo el derrocamiento de las autoridades de Damasco.
Por otra parte, sobre el camino del logro de la paz en Siria pesa la reticente y nada despreciable actitud de los cuantiosos contingentes mercenarios remitidos a esa nación a cuenta de la alianza con los extremistas islámicos, y cuyo lema es la violencia a todo costo y a toda costa hasta la instauración de un régimen yihadista, lo que supone nuevos y más sonados conflictos internos luego de una presumible victoria, incluida la desarticulación de Siria en parcelas lideradas por grupos confesionales y señores de la guerra, como ha sucedido en Afganistán, Iraq y Libia.
Como apuntaba al respecto el nada izquierdista rotativo español El País en su edición del pasado 11 de noviembre: “el bando rebelde sirio se halla cada vez más debilitado por los avances del régimen sobre el terreno y por la infiltración de milicias yihadistas…cuya principal lealtad es al grupo terrorista Al Qaeda y que rechazan cualquier tipo de negociación con quienes gobiernan desde Damasco.”
Mientras, a tono con su papel como una de las partes fundamentales en toda negociación sobre Siria, las autoridades oficiales han reiterado su total disposición a dialogar, con el añadido peso positivo de sus victorias militares y de la eliminación de sus arsenales de armas químicas.
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