Frustradas, molestas, furibundas, así se muestran las bandas armadas que agreden a la nación Siria luego de que, gracias a la iniciativa de Moscú y la buena disposición del gobierno de Bashar El Assad, se llegara a un acuerdo para el control internacional sobre los arsenales de armas químicas en ese país árabe.
Tampoco aplauden, era de esperarlo, la adhesión de Damasco al Convenio Internacional para poner fin a la producción, almacenamiento y uso de tales artefactos de muerte, adoptado por la ONU en 1993 y puesto en vigor en 1997.
Y es lógico que tales segmentos violentos reaccionen en esos términos, y que incluso algunos de sus voceros califiquen de apóstata al mismísimo gobierno norteamericano, un pretendidamente confiable socio que -no sin melindres- debió involucrarse junto a Moscú en la confección del plan relativo a las armas químicas en Siria.
De entrada, una vez bajo supervisión global semejante tipo de pertrechos, y en camino de ser eliminado definitivamente, pierden la oposición y sus consortes un asidero mediático con el que han intentado satanizar al gobierno de Damasco, bajo la acusación de inhumano y asesino de sus propios compatriotas.
Por demás, si se produce en el futuro otra acción militar con el uso de tales armas, solo podrían provenir ilegalmente desde el exterior, y precisamente son los mercenarios quienes reciben apoyo bélico con esas características desde los arsenales occidentales, sionistas y de los gobiernos árabes reaccionarios. Entonces el verdadero criminal quedaría de inmediato en evidencia.
En otro orden de cosas, el plan elaborado a partir de la iniciativa de Moscú, la aceptación de Washington y la constructiva anuencia de Damasco, ha paralizado por el momento la peregrina idea de la Casa Blanca de atacar directamente a Siria, un episodio que no pocos renegados estimaron la vía para convertirse en los amos y señores de esa nación árabe, asidos a la cola invasora norteamericana.
En consecuencia-decíamos- los ánimos están exaltados, y la prensa recogió incluso unas altisonantes declaraciones de Burhan Ghalioun, uno de los dirigentes de la opositora Coalición Nacional Siria, en las que califica a los Estados Unidos de “traidor” e “irresponsable”, y asegura que “Occidente sigue cruzado de brazos” en la lucha contra Bashar El Assad.
Y es que, por añadidura, no parece que a estas alturas en la propia Casa Blanca y otras dependencias imperiales de gobierno se perciba con entera confianza el papel de los titulados rebeldes sirios, cada vez más abiertamente genocidas e identificados con tendencias terroristas, y que pueden convertirse incontrolables en un futuro inmediato para quienes los organizaron, entrenaron y armaron.
Así, la ya mencionada Coalición Nacional Siria es calificada por no pocos observadores como “una bolsa de gatos”, cuya membresía resulta tan heterogénea, sectaria y complicada, que a estas alturas nadie sabe definir a quienes obedece ni cuántas son las tendencias con mayor o menor influencia en su interior.
Para colmo, refieren otras fuentes, el constante ingreso al país de mercenarios extremistas, incluidos militantes de Al Qaeda, ha generado mayor confusión para definir dónde actúa cada banda; aunque existe el denominador común entre los opositores armados de una enfermiza inclinación a la violencia desmedida, el desprecio por los derechos de los ciudadanos, y el empleo de métodos y armamentos sumamente letales, como las tan debatidas armas químicas.
En ese sentido, por ejemplo, se recuerdan las ejecuciones sumarias de soldados sirios prisioneros llevadas a cabo por dichas bandas, el ametrallamiento indiscriminado de civiles pretendidamente simpatizantes del gobierno de Damasco o las matanzas de creyentes cristianos por el grupo terrorista Al Nusra, en la localidad de Maalula, entre otros actos de barbarie. Una actuación que concita el repudio de la población siria, y que, por demás, no ha logrado hacer mella en la combatividad de las Fuerzas Armadas locales, que hoy llevan la iniciativa y se imponen paulatinamente en el campo de batalla.
Habrá que esperar entonces qué explicaciones dará Washington a los alborotados segmentos agresivos con los que está involucrado desde su misma génesis, y hasta dónde respetará además el clima menos propenso a la guerra que ha generado la positiva y constructiva actitud de Moscú y Damasco.
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