Tal y como afirmaron con antelación numerosos observadores, resulta un hecho el fracaso de la convocatoria a una proyectada conferencia internacional de paz para Siria bajo el auspicio conjunto de los Estados Unidos y Rusia.
Así lo anunció el diario moscovita Kommersat al analizar, entre otros indicios, los encuentros sobre el tema entre el canciller ruso, Serguéi Labrov, y el secretario norteamericano de estado, John Kerry.
Según la citada publicación, ambos diplomáticos consideraron fallidas las gestiones para organizar la reunión multilateral sobre la crisis Siria, lo que induce a pensar que ha primado en el asunto el interés de Washington y sus aliados de persistir en el camino de las armas con el fin de derrocar a las autoridades legítimas de Damasco.
Y es que para la Casa Blanca y sus socios, esa es la meta única en su guerra de desgaste.
Para los Estados Unidos, sus aliados occidentales, las satrapías árabes, Israel y los extremistas islámicos, coaligados todos contra Siria, haber accedido a conversaciones sobre la guerra impuesta a ese país árabe hubiese sido fatal en estos instantes.
De hecho, las tratativas no hubiesen podido excluir al gobierno legítimo instalado en Damasco -un propósito esencial de los agresores- entre otras cosas, porque en los últimos tiempos la iniciativa militar ha estado casi del todo en manos de las fuerzas armadas sirias, y son numerosas las victorias en el campo de batalla contra las bandas mercenarias pagadas desde el exterior.
Todo eso, desde luego, significaba un tanto favorable en la mesa de dialogo, cuando la idea de occidente y sus socios no era otra que dejar fuera de la sala de conferencias a los enviados del gobierno de Bashar El Assad.
Hay que decir además, que ni Estados Unidos ni sus aliados desean conversar seriamente sobre la posibilidad de paz.
De hecho, la titulada oposición armada adujo desde temprano que no participaría en un diálogo con la presencia de Damasco, y más recientemente manifestó que esperaría por una mejor situación militar para entonces barajar si finalmente acude a la mesa de negociaciones, pero desde ventajosas posiciones de fuerza.
Y en esa misma vía se mueven Washington y todos los que respaldan y pagan a los grupos mercenarios, mientras que, de la otra parte, Rusia aparece seriamente comprometida, no solo con poner fin a los combates y dar crédito a la autodeterminación siria, sino también a no dejar desvalidas militarmente a las autoridades legítimas de Damasco frente al belicoso injerencismo exterior.
De hecho, la reciente entrega por Moscú a los efectivos oficiales sirios de baterías de misiles SS-300, y su reforzamiento con otros pertrechos bélicos de probada eficacia, no solo puso en mejores condiciones a Damasco de batir a los titulados grupos rebeldes, sino que además le propició frenar toda intención enemiga de repetir impunes ataques como el ejecutado meses atrás por la aviación militar sionista, o crear zonas de exclusión aérea que obstaculicen las acciones de la aviación militar local contra concentraciones de grupos hostiles y rutas de abastecimiento a los mercenarios.
En consecuencia, la carta en Siria al menos para el futuro inmediato, no parece ser otra que la persistencia de la puja en el terreno bélico, mientras en el espacio diplomático cada parte pretenderá hacer valer sus criterios a partir de los avances o retrocesos que impongan las circunstancias militares.
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