A tono con los intereses más agresivos de su entorno, el presidente Barack Obama solicitó al Pentágono el proyecto de una tentativa operación militar directa contra Siria, aún cuando se guardó comentar que semejante paso requeriría del apoyo de la Organización de Naciones Unidas, ONU.
Desde luego, el mandato de la máxima agrupación internacional no es algo que esté a la “paciente espera” de los “ofendidos”.
Y es que los grupos terroristas que operan en Siria con apoyo de Washington, sus restantes aliados occidentales, los gobiernos reaccionarios árabes, Tel Aviv, y los extremistas musulmanes, se han encargado en los últimos días de traer a colación el asunto del presunto uso de armas químicas en el conflicto por las autoridades de Damasco y de la pérdida de cientos de vidas por esa causa, un “crimen” que debe ser “prioritariamente asumido” por la comunidad global.
De manera que, por ejemplo, mientras desde las capitales autárquicas árabes se apoya explícitamente la masacre del ejército egipcio contra los opositores al golpe de estado del pasado tres de julio, Israel no oculta su afecto por los uniformados del vecino país, y los Estados Unidos apenas pronuncia tibios reproches sobre el tema, nadie habla de acciones militares extranjeras apadrinadas por Naciones Unidas para salvar aquellas otras vidas humanas. El “genocidio” únicamente radica en Siria…y punto.
No obstante, las autoridades oficiales sirias han sido diáfanas, y ante la nueva campaña mediática abrieron sus fronteras a un grupo de inspectores y analistas de la ONU para determinar la presencia o no de artefactos químicos, y quienes en realidad los utilizan.
Al mismo tiempo, Damasco dio a conocer de la incautación a grupos mercenarios en la localidad de Jobar, en la periferia de esa capital, de varios barriles con materiales tóxicos procedentes de Arabia Saudita, junto con máscaras antigases, pastillas para neutralizar posibles afecciones a quienes operan esas sustancias, y todo lo necesario para hacer detonar los citados depósitos.
En pocas palabras, argumentos palpables contra alaridos histéricos y fingidos lamentos entre los que en verdad trafican sin mayor rubor con toda suerte de artefactos para provocar muertes masivas y fabricar pretextos agresivos.
Pero hay más en este peligroso enjambre, y se trata de la reacción que podría provocar entre los sinceros amigos del pueblo sirio un intento de reeditar en aquel país los episodios de Afganistán, Iraq o Libia.
De hecho, Obama debe saber que es poco probable que encuentre en el seno de la ONU y de su exclusivista Consejo de Seguridad apoyo alguno para una aventura bélica abierta contra Damasco, y es que hasta hoy todos los intentos en ese sentido han generado una fuerte oposición, y no cabe dudas que esa actitud persistirá, con más razón cuando el ejército sirio se va adueñando poco a poco del control de la situación en el terreno militar.
Es evidente que ni Rusia ni China, factores determinantes en este asunto, se tragarán pretextos fabricados de antemano para aprobar acciones foráneas en suelo sirio, y en ese sentido vale recordar el serio y determinante apoyo logístico de Moscú a las fuerzas del presidente legítimo Bashar El Assad, incluido el trascendente suministro de baterías de misiles de alcance medio SS-300.
Y por si fuera poco, están las recientes afirmaciones de las vecinas autoridades iraníes, en el sentido de que “cruzar la línea roja en Siria tendría consecuencias muy graves para los Estados Unidos”, de manera que “alimentar la guerra terrorista no quedará impune de la venganza de los pueblos.”
En pocas palabras, la “acción” Made in USA ya ha provocado las primeras severas reacciones.
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