Los “pájaros locos” del reaccionario Tea Party, una de las facciones más conservadoras dentro del Partido Republicano, parecerían interesados en hundir de una vez y por todas a la hasta hoy tambaleante primera economía del mundo.
En efecto, esencialmente por la negativa de ese segmento, que algunos indulgentes observadores califican de “impacientes” y “poco adictos a la negociación”, el Capitolio no ha dado el visto bueno para nuevos fondos destinados a la actividad gubernamental, así como tampoco para la urgente ampliación del techo de la deuda pública.
¿Consecuencias? La paralización de las funciones de infinidad de entidades dependientes del erario nacional, desde actividades de seguridad, erogación de estratégicas “ayudas externas” y suspensión de programas sociales, hasta el cierre total de museos y parques nacionales. Por añadidura, casi un millón de funcionarios remitidos a la calle sin cobro de sus correspondientes salarios, junto a la posibilidad cierta de que la maltrecha economía nacional vea restados 1.4 puntos porcentuales a su presumible crecimiento en el último trimestre del año en curso.
El pretexto ha sido la aversión de los grupos republicanos más ácidamente neoliberales al llevado y traído plan de salud pública que intenta instrumentar la administración de Barack Obama, y que en resumen supone apoyo a unos 40 millones de ciudadanos a través de ingresar dinero del fisco nacional a las empresas de seguros para que les otorguen algún respaldo a aquellos necesitados de atención médica.
Para los “chicos” del Tea Party la medida es propia de “socialistas”, y por tanto inaceptable, toda vez que la tónica que a su juicio debe regir en el sistema norteamericano es la cada vez menor presencia del gobierno en la vida interna, la más absoluta libertad de iniciativa de los individuos, y la limitada contribución individual a los gastos públicos a través de nuevos e incrementados impuestos.
No obstante, se hace evidente que lo que algunos llaman ya “sabotaje” al gobierno, pretende finalmente dañar la imagen de Obama y los demócratas con la idea de recuperar la presidencia para las tendencias más derechistas luego que el primer mandatario norteamericano de raza negra concluya su segundo mandato.
Un “plan de acción” que no deja de ser peligroso para las propias aspiraciones de quienes lo fomentan e impulsan, toda vez que si bien algunos podrán coincidir en culpar a la Casa Blanca de la actual parálisis, otros no dejarán de criticar a los legisladores que han preferido supeditar el quehacer nacional a los juegos políticos.
Eso, sin olvidar que la crisis económica y estructural que viven los Estados Unidos y los restantes países capitalistas desarrollados, surgió precisamente bajo el mandato del díscolo republicano George W. Bush, y al calor de su tolerancia extrema con los grandes especuladores financieros, y que el pecado de Obama ha sido no haber enfrentado el asunto con fórmulas originales y cambios claves, sino asumir el camino del prioritario “rescate” de los titulados “pilares del sistema”, una ejecutoria que heredó precisamente de su obtuso antecesor en la Oficina Oval.
En consecuencia, y a estas alturas del juego, ya tampoco quedan muchas cartas de “inocencia” que otorgar a la actual administración, que en medio de los actuales y graves episodios parecería limitada a “llamar a la cordura” a sus oponentes y “advertir” sobre los riesgos que en no pocos sentidos tiene la paralización del gobierno para la vida interna del país y el auto proclamado “papel excepcional” de los Estados Unidos en el mundo.
Miriam Otero
7/10/13 12:22
Este problema estadounidense es serio realmente, otra crisis será bien sentida también en el mundo, la crisis del 2008 fue connotativa
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