Si a lo largo de varios días de debates y pronunciamientos, los jefes de estado y gobierno presentes en Nueva York colocaron sobre la mesa del 68 período de sesiones de la ONU los temas más candentes del planeta, no hay dudas de que las postrimerías del magno encuentro reservaban todavía aristas medulares.
Y la nota estuvo a cargo del canciller de Siria, Walid al-Moualem, que en un preciso discurso desnudó el muro de mentiras y manipulaciones que los enemigos de su gobierno han levantado en torno a la titulada “guerra civil” que asola a Siria.
Para el orador, criterio que comparten muchos observadores internacionales, es poco objetivo hablar de un conflicto interno sirio, cuando en realidad el término exacto sería “agresión terrorista aupada desde el exterior”, dentro de la ya tradicional actuación de los poderes hegemónicos en zonas de tanto valor geopolítico como Oriente Medio y Asia Central, justo a las puertas de Rusia y China, los dos oponentes “estratégicos” de quienes aspiran al pleno señorío universal.
En consecuencia, huelgan los términos oposición y rebeldes, en sus acepciones más tradicionales y precisas, a la hora de calificar a los grupos armados que operan contra Damasco, y que, por demás, son los evidentes autores de crímenes masivos como el uso de gases tóxicos contra la población civil, en el empeño de culpar a las autoridades de la nación y brindar un pretexto a los poderes foráneos para una agresión militar directa que les lleve en andas a una presumible victoria.
Lo decía Walid al-Moualem. Siria no lucha contra opositores, sino contra terroristas. Bandas pagadas por Washington y varios de sus aliados occidentales, por el sionismo israelí, y por los gobiernos árabes derechistas, e integradas por fundamentalistas islámicos, muchos de ellos procedentes de las filas de Al Qaeda, entidad creada por los Estados Unidos en los años de guerra contra las tropas soviéticas llegadas a Afganistán en apoyo a las finalmente depuestas autoridades de izquierda de aquel país.
Segmentos ultraviolentos y capaces de todo que, más allá de las díscolas acciones dirigidas a morder la mano de sus propios progenitores en momentos de ira y pretendida frustración, como las del once de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono, siguen constituyendo para el “pragmatismo” Made in USA un buen instrumento agresivo frente a incómodos ajenos, en razón de que existen obstáculos comunes para que cada quien obtenga sus metas: de un lado, el poder planetario al que aspiran los sectores reaccionarios norteamericanos. Del otro, la “islamización extremista” del universo mesoriental y centroasiático, al estilo del Afganistán bajo los talibanes, otro producto de Washington, dicho sea de paso.
Gente que ha visto con alarma el positivo logro de la diplomacia rusa y la flexibilidad siria al conjurar las amenazas de una invasión militar directa de tropas estadounidenses contra Damasco mediante la puesta, bajo control internacional, de la destrucción de las armas químicas en manos del gobierno de Bashar El Assad, medida que Washington no tuvo otra alternativa que suscribir.
De ahí declaraciones como las de Burhan Ghalioun, uno de los dirigentes de la titulada Coalición Nacional Siria, en las que calificó a los Estados Unidos de “traidor” e “irresponsable”, y en las cuales aseguró que “Occidente sigue cruzado de brazos” en la lucha contra el gobierno sirio.
“Opositores”, por demás, incapaces de unificar sus criterios bajo el peso de ambiciones particulares irreconciliables, y que han sido calificados por los analistas como un verdadero “saco de gatos”.
Mientras, del otro lado, un gobierno sirio que se ha adherido a la convención contra las armas químicas en un proceso diplomático impulsado en conjunto con Rusia, y que ha admitido de buena gana la más reciente resolución del exclusivista Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en torno a la eliminación de los arsenales de tales artefactos, aún cuando el documento no se abstuvo de mencionar la posibilidad de aplicación de sanciones y otras medidas coercitivas de no cumplirse esa medida, un resquicio que podría ser utilizado por los enemigos de Siria para elevar las hoy amordazas tensiones.
Actitud, además, que hace justicia al interés de Damasco y sus amigos de brindarle una oportunidad a la paz, la cordura y la razón, en medio de un conflicto que forma parte de los malsanos intentos imperiales de hacerse con el control sobre un espacio geográfico indispensable en la concreción de sus agujereados planes de dominación global.
Daniel Signorelli desde FB
1/10/13 14:33
eeuu utiliza la misma metodología que en africa y la que usó contra Ortega en Nicaragua financiando a los contras mercenarios
Edison Martinez desde FB
1/10/13 14:32
Esto es una gran verdad... Esto del mal llamado ejercito rebelde debe ser corregido y llamarse verdaderamente Ejercito Mercenario!!!
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