Las recientes denuncias del gobierno venezolano sobre un complot internacional para asesinar al presidente Nicolás Maduro verifica, una vez más, que las élites, la derecha latinoamericana y global es reacia a la aceptación de los gobiernos progresistas de América Latina. Por eso va pasando, de propósitos de desestabilización vigentes, a asesinatos selectivos de los principales políticos de la región.
Hace apenas unos días, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, advirtió a la opinión pública sobre los abortados propósitos de la oligarquía de su país, apoyada por elementos terroristas en Panamá, Estados Unidos y Colombia –donde el expresidente Álvaro Uribe nunca escondió su odio por los líderes revolucionarios, entre ellos el fallecido Hugo Chávez.
Este sábado Maduro marchó junto al pueblo, contra la corrupción en el país; mientras, partidos opositores convocaron a una manifestación desde Los Ruices hasta Cachaíto, un tramo bastante corto, en defensa del diputado Richard Mardo, del Partido Primero Justicia, acusado de estafar al Estado.
Voceros de las agrupaciones contrarias al Gobierno bolivariano dijeron que están indignados con la Asamblea Nacional, que aprobó el allanamiento de la inmunidad parlamentaria a Mardo, luego del debate solicitado por el Tribunal Supremo de Justicia para poder enjuiciarlo- por no declarar al fisco 95 mil 389 dólares en sus cuentas bancarias.
En el análisis de dos horas realizado por los parlamentarios quedó demostrado que cuando Mardo asumió su escaño hizo una declaración jurada de patrimonio y no colocó esos montos, por lo cual –según se verificó- negó información al Estado.
Comentaristas políticos, como el comunicador y filósofo venezolano Miguel Ángel Pérez Pirela, en su programa estelar Cayendo y Corriendo, afirmó que “convocar una marcha (los opositores) para apoyar la corrupción supera todo límite ético y político”.
EL PLAN PARA MATAR A MADURO
Algunas voces se escucharon en Venezuela –entre ellas las de varios involucrados- para tratar de desacreditar las denuncias hechas por Cabello. Sin embargo, las evidencias resultan irrefutables.
La identidad de los implicados, sitios de reunión, armas a utilizar, verificaciones de recorridos y otras pruebas hacen imposible el mentís a los propósitos del gran empresariado que se esconde tras el eventual asesinato de Maduro, de 50 años, ganador de las elecciones del pasado abril, cuando se alzó con la victoria contra el favorito de la Casa Blanca y la derecha, el adinerado, Henrique Capriles Randosky.
El conocido como el solterón Capriles -41 años y ni novia se le ha conocido- no acepta todavía su derrota en las urnas, y al siguiente día del escrutinio, organizó una serie de manifestaciones de enfurecidos y armados seguidores que, atacando a personas indefensas, dejaron un saldo de una decena de fallecidos y numerosos heridos, entre ellos varios niños.
Antes, el blanco del disparo era el presidente Hugo Chávez, quien murió el pasado 5 de marzo. Ahora lo es su sucesor Maduro y posiblemente otras figuras que continúan el legado de Chávez para implantar el llamado Socialismo del Siglo XXI venezolano.
Chávez fue el primer Mandatario bolivariano que, con su llegada al gobierno en 1998, desafió a la gran oligarquía venezolana, reacia a aceptar la llegada de una nueva línea de pensamiento político, a perder sus históricos privilegios del nacimiento de la igualdad social inexistente en aquel país. El ejemplo de Chávez, inspirado en las ideas más puras de Simón Bolívar, fue seguido casi de inmediato por varios países latinoamericanos.
Desde entonces, y hasta hoy, Estados Unidos y sus aliados en América Latina, como Uribe y otros, han urdido numerosos planes para derrocar a los líderes revolucionarios- entre ellos Evo Morales, Rafael Correa, Fernando Lugo, Manuel Zelaya; mientras observaban con ojeriza a Álvaro Colom en Guatemala, citando sólo los casos más conocidos.
LOS COMPLOTADOS: VIEJOS Y NUEVOS TERRORISTAS
Poco después de las noticias divulgadas por el presidente del Parlamento venezolano, el ministro para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Miguel Rodríguez Torrez, informó a la población el desmantelamiento de un atentado contra Maduro, que debió producirse el pasado 24 de julio en una operación denominada Baby (como bautizó la derecha al Mandatario).
Rodriguez Torres dijo que el objetivo era matar con un tiro en la cabeza al Presidente, en una de las tantas actividades que realizó ese día, en el que se encontraba muy vulnerable. La idea, precisó, era que le disparara un franco-tirador.
Uno de los organizadores del complot, según el Ministro, fue el confeso terrorista Luis Posada Carriles –Venezuela solicitó su extradición de Estados Unidos por varias acciones cometidas en su territorio, entre ellos la voladura de una nave de Cubana de Aviación salida de Caracas, donde murieron 76 personas en 1973-, en tanto presentó pruebas de la implicación en el abortado atentado de los expresidentes Álvaro Uribe, de Colombia, Roberto Micheletti, el hondureño que sustituyó al derrocado Zelaya, además de agencias de inteligencia extranjeras.
El plan de la derecha internacional, guiada desde la Casa Blanca, protector incondicional de Posada Carriles, era, primero, matar al Presidente y, luego, utilizar unas 400 personas procedentes de Colombia, entrenadas para actuar contra “objetivos militares para generar un caos en el país”. Sin embargo, solo pudieron comprar a unos 150 mercenarios interceptados por los servicios secretos venezolanos.
El Ministro planteó que “Hombres armados en Venezuela pensaban en ir contra varios objetivos políticos. El uno era el presidente Nicolás Maduro. Ellos pensaron que si lograban matar al presidente Maduro se fracturaría totalmente el chavismo y, por eso, ellos lo consideran el objetivo principal”, concluyó añadiendo que se asignaron unos 2,5 millones de dólares para organizar el magnicidio.
Con anterioridad, la derecha se confabuló para eliminar a Maduro en abril pasado, cuando le ganó al solterón Capriles, pero al no conseguirlo trasladaron los planes para julio, luego de varias reuniones en Panamá, Miami, (Estados Unidos) Bogotá y Medellín (Colombia), de acuerdo con la versión oficial, la que también nombró a varias figuras de la oposición participantes en los planes, como María Corina Machado.
A propósito de tales hechos, en una reciente intervención en el actual encuentro del Foro de Sao Paulo, el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, recordó el rol que deben jugar los dirigentes revolucionarios en América Latina, a quienes la derecha internacional no perdona el cambio que han fomentado a nivel mundial.
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