Si bien hasta mediados de diciembre no se sabrá si los socialdemócratas alemanes (SPD) pactan con la Unión Cristiano demócrata (CDU) de Ángela Merkel y sus iguales bávaros ( socialcristianos, CSU), para germanos y socios europeos o norteamericanos resulta seguro que habrá una “Gran Coalición”, como llaman al eventual mandato de los dos mayores formaciones políticas.
La certeza parte, ante todo, de que ya tienen una experiencia común (2005-2009) y, sabido es que una vez atravesadas ciertas fronteras, es más fácil repetir la osadía y aun cuando los del SPD perdieron una buena cantidad de simpatizantes,la tentación de volver al poder, aunque compartido, es enorme.
La Merkel hubiera preferido mantenerse con los liberales del FPD que le resultan manejables, pero ellos no lograron escaños. A falta de pan…desde el inicio tuvo en agenda a los socialdemócratas, para quienes resulta más fácil avenirse con la derecha que formar un frente con Los Verdes y La Izquierda.
El grupo ecologista tiene exigencias puntuales que en otra época abandonaron para participar del poder, pero también les costó caro, y en la actualidad pudiera representar el ocaso pleno, si hicieran concesiones inaceptables para sus menguadas filas. Por eso no concordaron con la canciller.
LOS TEMAS
Hay varios asuntos en los cuales deben conciliar intereses los del SPD y la CDU-CSU. La primera exigencia de los socialdemócratas es el establecimiento de un salario mínimo, algo que la derecha tuvo entre lo principal de su campaña electoral. Se dice que le robaron la idea al SPD, pero es un asunto tan básico que será difícil no aprobarlo, aunque se mantenga la tendencia a los empleos precarios.
Entre aquellos asuntos que sí avivan fricciones o hasta una azarosa ruptura, está lo referido a la edad de jubilación (67 años es lo establecido), el posible programa para aliviar la pobreza en la vejez y que se establezcan algunas similitudes centre la zona germanoriental y el oeste del país. En el territorio de la antigua RDA todavía se perciben salarios y pensiones inferiores al área occidental y aun cuando los organismos centrales del estado pasaron de Bonn a Berlín, estas instalaciones y quienes en ellas se desempeñan, conforman una isla aparte que algunos califican como un muro invisible pero infranqueable
De lo trascendido se conoce sobre la trabazón, también, en temas como los incentivos fiscales para las pequeñas empresas que inviertan en investigación e innovaciones. En casi todos los casos, el impedimento parte del coste que tendrían esas modificaciones en un momento en el cual Berlín le dedica mayor atención a la comprometida periferia, pues de lo que ocurra en ella depende la salud de los banqueros alemanes.
En materia de relaciones exteriores, no aparecen grandes diferencias de criterio. El escándalo del espionaje norteamericano, que incluyó el ámbito privado de la jefa de estado, terminará como tantos otros asuntos puestos de lado, amargue en mayor o menor medida a la canciller. Simplemente, se le otorga privilegiada atención a mantener la sociedad trasatlántica.
A la ciudadanía le indigna que tanto Washington como Londres se tomen la libertad de escuchar teléfonos y leer correos electrónicos de cualquiera, incluyendo a sus dirigentes, pero entre los políticos imperan otras prioridades. Quieren, sobre todo, fortificar sus posiciones dentro del Viejo Continente y no solo a través de préstamos de los cuales logran altos créditos, sino con mayor presencia e influjo en la Unión Europea y sus órganos de decisión. No desdeñan tampoco alcanzar preeminencia superior en foros internacionales.
Las elecciones que dejan al país en manos de la Merkel se efectuaron el 22 de septiembre. Un mes después comenzaron los diálogos con el SPD, que deben concluir antes de diciembre, cuando los socialdemócratas endrán que someter a votación de sus miembros si asumen mandato con la derecha o rechazan la opción.
Como muchos tienen la esperanza de que el ala más sensible a los temas sociales va a imponerse, es de imaginar que den el sí, sin demasiados noes, que también los hay. ¿Y eso será todo? Por supuesto que no. El influjo alemán en los asuntos europeos actuales es demasiado grande y pesado como para suponer que, cuanto ocurra dentro, no tiene repercusiones externas. Pero ese es otro cantar, como diría el amigo Perogrullo.
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