Washington ni siquiera suele parecerse al ambicioso rey Midas, aquel que inevitablemente languideció cuando hizo que todo lo que tocase se convirtiese en oro.
En todo caso, cada vez que las apetencias imperiales le han empujado a poner las manos en territorios ajenos, solo se han desbordado la suciedad, el caos, la violencia y las miserias humanas; como una suerte de flujo destructor casi innato.
Y es que de las invasiones y ocupaciones estadounidenses en el exterior, únicamente han provenido hasta hoy las anexiones forzosas, los gobiernos locales infectos y represores y las más onerosas prácticas de dependencia, entre otras muchas lacras que deben asegurar al poderoso su control indefinido sobre los caídos.
Se trata de un contexto que cobra forma ahora mismo en naciones como Afganistán, bajo la presencia militar de Washington y varios de sus más incondicionales aliados desde 2001, como pretendida respuesta a los atentados contra las torres Gemelas y el Pentágono, el 11 de septiembre de ese año, ejecutados por el díscolo agente CIA Osama Bin Laden y su agrupación terrorista Al Qaeda.
De manera que, a poco más de un año de la presunta retirada bélica norteamericana, anunciada para fines del 2014, Afganistán se identifica como un caos, donde la ingobernabilidad, la corrupción y los actos violentos se han convertido en la ríspida y forzosa cotidianidad para la población local.
Solo en materia de las llamadas “bajas colaterales”, por ejemplo, y según un recuento de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán, el número de civiles muertos aumentó en veintitrés por ciento en los primeros seis meses de este año con respecto al 2012.
Esas personas resultaron víctimas de “errores” en acciones bélicas de la titulada “coalición” que lidera Washington, fuego cruzado entre contendientes, o atentados con explosivos, entre otros episodios de guerra.
Pero además, semejante dinámica pone en evidencia que Afganistán no ha sido pacificado ni mucho menos, y para algunos analistas el futuro del país se muestra incierto, porque los más de trescientos mil efectivos con que cuenta Kabul para enfrentar a los rebeldes, una vez despachadas las tropas extranjeras, carecen de una sólida infraestructura militar propia que les asegure movilidad y solidez táctico-estratégica.
Ello, sin contar que el gobierno de Hamid Karsai no cuenta con los fondos necesarios para mantener semejante fuerza, aún con todas sus severas limitaciones.
Y es que hasta hoy, las grandes sumas de dinero que consume la guerra en suelo afgano provienen fundamentalmente de los contribuyentes norteamericanos y de varias naciones europeas, al igual que el cuantioso apoyo logístico a las tropas nacionales.
Ese resulta uno de los factores por los cuales se prevé el establecimiento en Afganistán de al menos nueve grandes bases militares norteamericanas con carácter permanente, una vez efectuado el titulado “retiro”, así como de otros enclaves a cargo de los aliados estadounidenses de la OTAN, en lo que algunos han llamado la operación “Me voy, pero me quedo”.
Pero las cargas que pesan sobre Afganistán como herencia de la ocupación extranjera tienen otras aristas. Así, se habla de una desmedida tolerancia con algunos señores de la guerra que apoyaron a los invasores contra el Talibán y que controlan, entre otras “propiedades”, amplias plantaciones para la obtención de drogas, al tiempo que hacen y deshacen en las áreas bajo sus fueros sin que medie ninguna autoridad a favor de los pobladores.
A ello se suman niveles intolerables de corrupción implantados por las prácticas neoliberales de administración llegadas desde las metrópolis invasoras.
En ese sentido, y según informes de la Alta Oficina Afgana para Vigilancia y Lucha contra la Corrupción, y de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la mitad de los ciudadanos afganos se vieron obligados a pagar coimas en 2012 para poder realizar un trámite oficial. El estudio calcula que esos montos ascendieron a no menos de tres mil novecientos millones de dólares.
Analistas locales han dicho al abordar este asunto, que es evidente que, para las fuerzas de ocupación y sus mandos, el asunto en Afganistán se ha reducido a las acciones militares, sin que les importe un bledo la acumulación exorbitante de carencias, problemas y necesidades de la gente común, y mucho menos la actuación indecente y manipuladora de aquellos que ellos mismos colocaron al frente del país.
En pocas palabras, que en Afganistán se repite la ya vieja y manida historia a la cual hacíamos referencia en los párrafos iniciales: lo que Washington toca y ultraja, se torna un bodrio.
Cielo Azul Cielo Azul desde FB
2/10/13 13:00
mucha pena por los niños y ancianos , Dios Bendito hasta cuando tanta muerte deberíamos hacer una cruzada por la paz
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