"(…) mezcla rebanadas de trompetas, picadillos de saxofones, salsa de tambores y trocitos de piano bien condimentados, para distribuir por el continente esa milagrosa ensalada de alucinantes sonidos.”
Así escribía en 1951 Gabriel García Márquez sobre el genial músico cubano Dámaso Pérez Prado, el Rey del Mambo. Así lo recuerda también Cuba este 14 de septiembre, cuando se cumplen 25 años de su desaparición física; 25 años en los que, lejos de desvanecerse, su legado cultural ha echado raíces cada vez más profundas y de cuya savia se alimenta también lo mejor de nuestra cubanía.
Aun cuando diversos investigadores coinciden en afirmar que no fue precisamente él quien creó el mambo, su propia forma de componer e interpretar lo convirtieron prácticamente en su mayor difusor a nivel internacional. La grabación de temas como “¡Qué rico el mambo!” y el “Mambo No.5”, fueron en sí mismas una de las explosiones musicales más resonantes logradas por un músico hasta fines de los años 40 del pasado siglo.
Nacido en Matanzas, el 11 de diciembre de 1916, fue en México donde alcanzó su mayor fama y desarrollo artístico, imprimiendo un ritmo muy peculiar al mambo, género considerado por muchos como el más musical de toda la historia.
Pérez Prado aprendió a “jugar” con el mambo, mezclando armoniosamente timbres avanzados y elementos estándar del género, hasta lograr un fantástico equilibrio musical: su propio equilibrio. Comienza así un novedoso camino que poco a poco termina por volverse contagioso y mundial.
Su mambo lo invadió todo: el teatro, el cine, la radio, la plaza de toros… El nombre de Pérez Prado comenzó a integrar las listas de popularidad junto a los consagrados Cantinflas, Agustín Lara y otros del gran mundo artístico mexicano. Y así, estrepitosamente —por llamarlo de alguna extraña manera— su mambo se apoderó de todo México hasta estallar también más allá de sus confines.
Orquestaciones llamadas “rompecueros” y con el temperamento afro, ofrecían una potencia sonora y un dinamismo peculiares que volvían el ritmo cada vez más contagioso. Y es que el mambo de Pérez Prado junta otra vez música y danza en una fabulosa invitación a dejar que el ritmo se apodere del bailador irremediablemente. Todo ello, unido a que Pérez Prado emitía además unos sonidos guturales muy suyos, le daban una nota pintoresca a sus interpretaciones. “Era el grito de la naturaleza”, diría el propio Rey del Mambo.
“Sin duda, Pérez Prado fue un personaje importante para la consagración del mambo como el ritmo más frenético y espectacular de la corriente latina. Lo desarrolló hasta transformarlo en un estilo brillante y lleno de swing, que atrajo masivamente a bailadores de todos los estratos. Sus mambos fueron brillantes y espectaculares. Estaban llenos del incisivo sonido de trompetas en registros altísimos, saxofones tejidos en ondulante contrapunto, órgano de sensación atmosférica y de ideas tomadas de la corriente del jazz.
“Los arreglos —precisos, ricos y enfocados— casi no dejaban lugar para las improvisaciones, pero tenían la sencillez necesaria para que los bailadores pudieran captar fácilmente las deliciosas síncopas subyacentes en la intrincada textura sonora.”
Quizás sea el mambo el género más controvertido de la música popular tropical, aunque eso, a decir verdad, no me creo capaz de asegurarlo. No obstante, alejada de criterios especializados en temas musicales, sí me atrevo a asegurar que resulta imposible desdeñar el inmenso legado que constituye la obra de Dámaso Pérez Prado, como pilar fundamental sobre el cual, podría decirse que reposa la música a partir de la década del cincuenta. Él hizo del mambo un ritmo de salón, un verdadero espectáculo…
Sus orígenes se encuentran en el danzón cubano, siendo precisamente el Rey del Mambo, un cubano, quien universalizó el género del cual poco a poco surgió y se desarrolló el chachachá, así como la música surgida a finales de la pasada década del 50 y que en los próximos años se conocería como salsa.
Y es que mambo definitivamente es una palabra cubana, tal cual lo definió en una ocasión el propio Dámaso Pérez Prado. Se usaba cuando la gente quería decir cómo estaba la situación: si el mambo estaba duro era que la cosa iba mal. Sencillamente una palabra que, musicalmente tal vez en sus inicios no quería decir nada, pero que con los años se fue convirtiendo en música para nuestros oídos. Y aquí están entonces Pérez Prado y su mambo, para recordarnos, una vez más “¡qué rico el maaaambo!”.
billjobs
14/9/14 10:45
Saludos desde México, Don Dámaso Perez Prado nos conquistó con su mambo por décadas y generaciones, hoy en día se sigue escuchando su música a través de nuevos grupos musicales. Soy del norte y recuerdo que de chico bailé el "mambo del taconazo" en una fiesta de mi escuela primaria.
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