El más universal está plagado de frases famosas e ilógicas, verdaderas joyitas salidas de jugadores, entrenadores, directivos y personas relacionadas con ese mundo donde la número cinco manda. Todos nos equivocamos hablando, cometemos una pifia, tocamos un tema desconocido por nosotros y pecamos de sabihondos o la presión del momento nos hace decir barbaridades.
La hemeroteca de frases célebres del fútbol es inmensa, no solo de tonterías, también de declaraciones inauditas, como las del mítico entrenador del Liverpool, Bill Shanky. Sus palabras siempre fueron diferentes, por decirlo de alguna manera. “Esta ciudad tiene dos grandes equipos: el Liverpool y los suplentes del Liverpool”, y ni siquiera es necesario explicarla. Otra de sus joyitas, la mejor quizás: “¿Qué alineación voy a sacar? No voy a revelar un secreto como ése al Milan. Si por mí fuera, procuraría que no se enterase ni de la hora del partido”.Su odio por el rival y amor por su equipo le llevaban a hablar con demasiada pasión.
Otras son tan descaradas, que uno se queda perplejo, como las de Javier Clemente acerca de la lesión de Maradona: “Le dije a Goiko que fuera duro con Maradona, pero es que a mí me dijeron que Maradona era un Dios del fútbol, ¿desde cuándo los dioses se lesionan? No es culpa mía, me informaron mal…”, un sarcástico intento de justificar la agresión de Goicotxea a D10S. Pero esta no es la única muestra de agresividad de muchos técnicos, los cuales les transmiten ese odio visceral hacia el rival, las más conocidas quizás sean el “Al rival, ni agua” y el “Písalo, písalo” de Bilardo cuando un masajista de su equipo ayudó a un rival que sangraba.
Otras frases sí son muestra de cierta tontería o despiste, como la de Bobby Robson en Italia ’90 tras un partido que casi pierde la selección inglesa ante Camerún, “No los subestimamos. Simplemente eran mucho mejores de lo que pensábamos”, lo cual es justamente subestimar. Un par de franceses, estrellas los dos, coincide en lo que respecta a la cantidad de goles a marcar para vencer. "A veces en el futbol hay que marcar goles", Thierry Henry (yo diría que siempre) y "En el fútbol, si no marcas más goles que el rival, es difícil ganar", Didier Deschamps (¿difícil? Imposible). Pero quizás el mayor ridículo de todos se lo lleva la estrella Johan Cruyff, cuando en una conferencia previa a un Barcelona-Racing le preguntaron si no pretendía defenderse, debido a la cantidad de delanteros que había colocado en el once inicial. La respuesta del holandés fue “¿Defender? Que defiendan ellos". Ese día el equipo azulgrana cayó 5-0.
Los árbitros no están exentos de frases alusivas a ellos. Quizás la mejor definición sobre el estado de opinión que generan la dio el periodista español José María García: "Y sobre el árbitro, división de opiniones: unos se acordaron de su madre y otros de su padre". Aunque también podemos darle la razón al entrenador Txetxu Rojo cuando los definió: "¿Los árbitros? Unos nos perjudican y otros también". Personalmente me quedo con la del técnico Ron Atkinson: “No hablo nunca de los árbitros y no voy a romper este hábito de toda una vida por ese idiota”.
Si hay una cita en este rosario de frases llena de picardía y maldad, esa es la de Alan Hansen, capitán del Liverpool al decir "Nunca disputé los balones aéreos en el Liverpool. Se sabe que cada vez que cabeceas el balón se pierden ciento cincuenta neuronas. Así que mandaba a Mark Lawrenson a hacer ese trabajo. Siempre conviene delegar. Es la prerrogativa de los capitanes".
También son muchos los escritores que han dejado su impronta acerca del fútbol. Roberto Bolaño dijo en una ocasión “a mí siempre me pareció más interesante marcar un autogol que un gol. Un gol, salvo si uno se llama Pelé, es algo eminentemente vulgar y muy descortés con el arquero contrario, a quien no conoces y que no te ha hecho nada, mientras que un autogol es un gesto de independencia”, sin palabras ante este genio. Eduardo Galeano, conocido amante de este deporte, dejó claro una de las máximas más grande que puedan haberse pronunciado acerca del fútbol: “En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”. Una verdad tan grande como el Santiago Bernabeu.
No obstante, Di Stefano se lleva las palmas por su desparpajo. El argentino dejó en claro su alta autoestima al decir: "Marcar goles es como hacer el amor, todo el mundo sabe cómo se hace, pero ninguno lo hace como yo". Magia no solo en el campo, sino también verbal.
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