La metanfetamina es una droga maligna y potente. Puede causar severos daños en la psiquis humana, como son trastornos de sueño, alucinaciones, paranoia y agresividad; incluso contra los seres queridos.
Cambia la forma de funcionalidad del cerebro y acelera muchas de las funciones del cuerpo humano.
Aunque puede consumirse de diferentes maneras, como son por inyección, ingestión, inhalación o aspiración; nada importa la manera como se use pues su destino final es la corriente sanguínea de donde se distribuye a todo el cerebro.
Esta tóxica droga afecta a varias partes de este preciado órgano, pero quienes reciben el ataque más directo y demoledor son aquellas poseedoras de una sustancia química conocida como dopamina.
La metanfetamina, cual siniestro simulador, posee un tamaño y una estructura química similar a la dopamina.
Las células nerviosas son engañadas y capturan el veneno de igual forma a como lo harían con la dopamina circulante, habitualmente reutilizada.
CUANDO TODO MARCHA BIEN
En situación normal, y cuando algo placentero ocurre, se libera una cierta cantidad de dopamina. Ella se adhiere a los receptores de las neuronas vecinas, pasándoles el mensaje feliz para hacernos pasar un buen rato.
Este proceso se produce cuando los receptores sueltan la dopamina. La neurona liberadora de este neurotransmisor lo puede volver a capturar y es guardado para ser empleado de nuevo más adelante.
LLEGÓ EL INTRUSO
Sin embargo, la metanfetamina, una vez dentro de casa, ordena a la neurona la rápida liberación de una gran cantidad de dopamina, produciéndose en la víctima consumidora una elevada o exagerada sensación de placer y de euforia, que puede llegar a durar casi todo el día.
Pero estos efectos de artificial contento se detienen en algún momento. Casi siempre son seguidos por sensaciones desagradables, un estado depresivo o “caída”, situación a veces insoportable. A menudo, el adicto necesita usar nuevas dosis de la droga.
Con esta esclava continuación se tendrá dificultad para encontrar deleite en cualquier otra cosa normal de la vida de gozosa percepción. Y se acudirá de nuevo al veneno para salir nuevamente del “bache” depresivo.
Criminalmente, el siniestro “caballo de Troya” de la metanfetamina logra cambiar la función de cualquier neurona depositaria de dopamina.
MÁS DESASTRES
Y si eso no fuera poco, la metanfetamina también afecta las neuronas con otros neurotransmisores como la serotonina y la noradrenalina, lo cual puede provocar un aumento de la presión arterial y latidos más rápidos del corazón. Todo esto tiene un significado terrible. La metanfetamina cambia para mal la función de muchas cosas en el cerebro y el cuerpo.
Aún en pequeñas cantidades, la metanfetamina puede transformar a la persona en un ser insomne e hiperactivo, con pérdida del apetito, adelgazamiento ostensible, o convertirlo en un ente irritable y agresivo.
Incluso, quienes usan metanfetamina de manera sostenida pueden volverse paranoicos. Oyen y ven cosas que no son reales, es decir, tienen alucinaciones.
Como la metanfetamina también hace elevarse bastante a la presión arterial, los usuarios por largo tiempo esclavizados, tienen daños permanentes en los vasos sanguíneos del cerebro, lo cual puede causar hemorragias cerebrales.
CONOCERTE DE LEJOS
Aunque en nuestro país no se conoce, siempre es bueno identificar al enemigo declarado sobre todo mientras sea de lejos.
Porque conocer es prevenir.
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