Estas reflexiones fueron inspiradas en las palabras que el periodista y estudioso norteamericano Glen Roberts -amigo de la Revolución Cubana- enviara a distintas personalidades e instituciones del país acerca del periodismo en la Isla, hace algunos años. En ellas destaca las disparidades del mundo de hoy, el enorme desafío para Cuba y los dilemas para el periodismo de la Revolución.
Soy periodista, cubana, de Cuba, y para ir al grano desde el principio -como apunta el buen periodismo- me identifico con sus reflexiones (que siento sinceras, respetuosas, inteligentes, sin recetas y nada machaconas).
Ejerzo esta profesión desde hace algo más de 20 años, en Cuba y fuera de ella cuando he sido enviada a reportar acontecimientos internacionales. Creo en el proyecto social y humano de la Revolución Cubana, lo comparto, lo defiendo.
He recorrido todos los rincones de la isla. He reportado- para suerte mía- cada suceso del país en este tiempo. He visto, he escuchado, he mirado de cerca a Fidel infundiendo ánimo cuando se desmoronó el campo socialista y nos quedábamos tan desconcertados como huérfanos.
La Revolución -y Martí, y Fidel- me enseñaron que la verdad es sagrada y que un “hombre que no dice lo que piensa, no es un hombre honrado”. Y aquí van -después de las formalidades de la presentación- mis pareceres. Aclaro que a título personal y sin mediación alguna.
El periodismo cubano- reflexiono- ha estado marcado por el contexto complejo y muy duro en que la Revolución se ha desarrollado, pero otras marcas han venido a lastrarlo (y no precisamente la dialéctica revolucionaria), que van desde la copia indiscriminada de los modelos del llamado” socialismo real”, la falta de preparación de muchos de los directivos del ramo, problemas de estructuras para los medios de comunicación que le restan independencia a estos, escasa autonomía y posicionamiento de la Unión de Periodistas de Cuba en su función gremial y profesional, injerencia (cuando debía ser articulación) de las instituciones del Estado y las estructuras del Partido en el sistema de los medios; hasta miedo de funcionarios a que un mayor ejercicio de la libertad de prensa termine por acabar con la Revolución. Por último, una primicia se ha sumado a complicar este panorama: En el mundo de hoy ya no es posible controlar el flujo de información, y para comprender cabalmente este “detalle” y sus implicaciones en una estrategia de prensa revolucionaria, se requiere de cultura técnica, humanística y de verdadera vocación emancipadora.
Y en este camino hay que correr aprisa porque la batalla de las ideas significa ideología –en la que los media tienen un lugar primordial.
Opino que basta de dejarse secuestrar por el discurso neoliberal el término libertad de prensa. Ese también – y sobre todo- es nuestro, que significa en el caso del periodismo cubano, plasmarnos como somos: críticos frente a lo injusto y lo mal hecho, discutidores de todo, con suficiente instrucción como para no perdernos los detalles del entorno y juzgarlo, hacedores de una sociedad que tiene defectos, virtudes y sueños no procurados aún. Y más- no un bloque monolítico y homogeneizado en torno a consignas, algunas veces elaboradas sin la más mínima referencia de la comunicación contemporánea o de la voz popular.
Nuestro periodismo (lo alego desde la autocrítica) tiene que parecerse a nosotros, reflejar el complejo y rico debate social que está en cualquier esquina, abordar las preocupaciones de los cubanos de cómo seguir halando el carro de la Revolución cuando ya la generación histórica que la fundó se nos ha puesto vieja, y Fidel no está en las calles para enterarse de primera mano qué piensa el pueblo. Nos falta mostrar el color de la vida, explicar las “paradojas” sociológicas e identitarias que describen el descontento ante las angustias cotidianas que enfrentan las cubanas y los cubanos, y a su vez, la madurez indiscutible cuando de algo trascendente para la Revolución se trata. Y así, los tantos temas del momento: los jóvenes y su compromiso ¿incierto?, la emigración y su impacto hacia el futuro, la baja natalidad y sus causas, el valor y la grandeza de la Revolución. Pero sin dogmatismo, que en esta isla hay demasiado talento cultivado.
Pienso igual que usted- si lo interpreté bien- que un pueblo que ha sido capaz de construir tan inteligentes alternativas en muchos terrenos, tiene el derecho, y de nuevo, aún más- el deber de construir una alternativa de comunicación que enseñe la Revolución con creatividad, imaginación, y respeto. No hay que esconder las insuficiencias por el tan cacareado como inservible slogan de que pueden llegar a oídos de los enemigos ¿Y qué? (sospecho de los que ven enemigos en todas partes y en todos), y detrás de lo cual se encubren los oportunistas para maniatar a la prensa.
Es cierto- usted también lo dice- que la conducta del supercontrol, el no por si acaso, es ya una aberración quijotesca ( no por magna, sino por batalla contra molinos de viento) porque hoy desde un casi invisible artefacto tecnológico de turista, se pueden captar cuantas imágenes se desee y socializarlas inmediatamente. La batalla magna en verdad es adelantarnos con mirada propia. Y sin querer ser absoluta, opino que es el único modo eficaz de salvar la Revolución en esta decisiva esfera que mucho impacta todas las demás.
Pero, como nada es simple, no podemos afirmar que éstas no sean las intenciones más sinceras de la Revolución. De hecho, una y otra vez se discuten estos temas en congresos de periodistas, organizaciones de base del Partido y foros populares e intelectuales. Entonces ¿por qué no se avanza suficientemente? A saltos se perciben atisbos, que no llegan a conformar un estilo, y mucho menos una cualidad.
Desde mi percepción- de vivir concienzudamente estos años como periodista- las reales coyunturas políticas y económicas a que ha estado sometida la Revolución en sus casi cinco décadas, han relegado equivocadamente “el meterle a fondo” a esta cuestión. Y con viejas y nuevas mediaciones superficiales se han encasillado prejuicios, visiones mediocres, intolerancias absurdas, fobias fantasmales, y todo tipo de burocratizaciones del pensamiento; que han ido contaminando al periodismo de la Revolución con su contrario: la falta de credibilidad. Así, censuras han desencadenado autocensuras, y peor aún, apatía, indiferencia, éxodo y desprofesionalización.
Recuerdo todavía que un día después (o algunos pocos) de la desintegración de la URSS, cuando aún llegaban a Cuba los números de los tan afamados Novedades de Moscú y Sputnik (“ejemplares defensores del socialismo”), quienes antes habían escrito solo páginas rosa de sus virtudes, de pronto- a algunos de ellos mismos- todos los improperios les resultaban pocos para denigrar al “antiguo régimen”. No lo olvido, por indecente y porque algo tuvo que haber funcionado muy mal para generar tanta simulación y resentimiento.
Cuento esto no por aquello de que cuando veas la barba de tu vecino arder pon la tuya en remojo (como todo refrán, sabio pero simplón), lo cuento- más bien lo rememoro- porque el hecho sí trae a colación que una sociedad- que desde las pretensiones de construir un mundo mejor no afronte sinceramente sus llagas y mordeduras, está condenada al suicidio.
Y el pueblo cubano tiene una historia de heroísmo y resistencia demasiado hermosos para faltarle de ese modo.
Coincido también con usted, y lo he constatado desde mi quehacer, no con los generosos viáticos de las transnacionales que hospedan en lindos y lujosos hoteles; sino desde las comunidades indígenas y la tierra adentro de los pueblos, que este mundo en que vivimos no tiene mucho que ofrecer de modelo a Cuba en cuanto a libertad de prensa. Me pregunto dónde están los rostros de la gente que no aparecen en las cadenas multinacionales, salvo para asociarlos con la indigencia, las catástrofes o la falta de, de, de…
Por eso comparto que hay que construir la libertad de prensa de verdad, la de la Revolución, que ahora es más pariente que nunca antes de la que intentan los pueblos, las comunidades y los movimientos sociales de todo el mundo, en particular, latinoamericanos.
Demasiadas señales preocupantes- que vienen de las opiniones populares y de los propios periodistas e intelectuales- hacen impostergable la toma de decisiones estratégicas en ese sentido.
Usted tiene razón: lo que es, es; y no tiene más vuelta. Así se hace periodismo. Así se anda derecho por la vida. O construimos nuestra agenda con la democrática participación popular, o seguimos en carrera infinita intentando desmontar la que nos arman las transnacionales- valiéndose de su poderío y de nuestras flaquezas. Y quienes tienen miedo a la verdad, a la libertad de prensa en la Revolución, esencialmente no creen en la consistencia de ella ni de su pueblo que tanto la ha defendido. Finalmente lo que esconden los retrógrados, (funcionarios o no) son sus propios temores a perder provechos personales, a no tener qué hacer (porque de su inteligencia no podrían vivir) sin su papel de celadores decadentes.
Considero que hay que repensarlo todo y cambiar lo que haya que cambiar. Urge. Estamos vivos. Y muchos queremos seguir hablando de Revolución en presente y futuro. La dignidad es un bien preciado que nos ha traído hasta aquí y no vale la pena degradarla por miseria cultural o enanismo de espíritu.
Útiles son sus sugerencias. Gracias.
Ariagna
3/7/13 16:31
¡Excelente artículo! En mi opinión este artículo es un retrato de la situación actual del periodismo cubano. Situación que no es buena. Y si no se comienza a realizar un verdadero periodismo que sea espejo no sólo de las cosas buenas, sino de malas también (siempre con carácter crítico, profesional y en busca de soluciones), se corre el riego de que nuestra revolución se deteriore. Muchas noticias telivisivas y artículos periodísticos no son más que textos planos, carecen de profundidad en el contenido, de datos estadísticos y de imágenes que aporten infoamción adicional o reafirmen lo que se dice para así ganar en veracidad. Confío este sea el detonador que de inicio a la reflexión y cambio para lograr un buen periodismo en Cuba.
Eugenio Pérez Almarales
28/6/13 10:58
MUY ÚTILES REFLEXIONES, MI AMIGA DE ANTAÑO. POR ESO ME ALEGRO DE HABER SIDO, UN POCO, TU ALUMNO :-)
TOMYONE
27/6/13 20:23
Creo igual quie Maribel que solo diciendo lo que sea necesario vamos a recuperar la confianza que se ha perdido por todas esas causas , hace unos dias la Profesora Graciela Pogolotti decia eu es necesario tender un puente de confianza y creoq ue la prensa esta llamada a estar en esa vanguardia , decia Maribel que la contemplacion de los problemas sin criticarlos entre nosotros no va a aportar mas de lo mismo , son muchos y complejos los problemas , no hay espacios de la sociedad limpios de estos , el sector de la salud por ejemplo esta tipo olla de presion y no se resuelve el problema y ademas nadie habla de eso , ni el organismo ni el sindicato ,quien entonces va a poner la llamita solucionadora ? En fin transparencia para todo o no seremos nada felicidades Maribel
El buril
27/6/13 14:16
Excelente artículo, creo que hay que hacer periodismo crítico, hay que decir la verdad, hay que combatir el acomodamiento de los periodistas que por no “buscarse problemas” hacen artículos complacientes, van a un campo a filmar guataqueando donde no hay hierba, sacan la filmación del mejor platanal, del camión lleno de productos con la mejor forma, la obra de la construcción por la parte que no tiene defecto y así pudiera enumerar muchos ejemplos de periodismo acomodado y complaciente que cada día vemos en la prensa plana y en los medios audiovisuales. Ahora cuidado en no caer en extremos y dárnosla de hipercríticos y pasar a la supercrítica solo de lo malo (como lo hacían Spunik y Novedades de Moscú). Los cubanos ya no somos “indios con levitas” como en los años 50 o 60, ya los cubanos tenemos un alto nivel educacional y cultural y sabemos interpretar las noticias de donde y de quien vienen. Reitero está muy bueno el artículo de Maribel Acosta y me recuerdo de ella recién graduada.
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