Todavía hoy Televisión Serrana se nos presenta maravillosa y extraña a la vez. Tres décadas después su memoria audiovisual guardia las historias más extraordinarias, construidas siempre desde dosis bien definidas de inocencia y singularidad.
Contar los avatares de los hombres y mujeres de la montaña, de la gente humilde, por los propios hombres y mujeres humildes de la montaña lleva consigo la brillantez de entender cuan necesario resulta verse reflejado tal y como se es.
Y en esa maravillosa utopía de contarse a sí mismo, lo que hace a este campeón del documental cubano merecedor de cuanto premio asome, en última instancia, no es ni su sensibilidad para descubrir la belleza entre lo austero y cotidiano, ni la locura de sus fundadores por jugar a ser Quijotes entre insospechados molinos, sino la voluntad de empoderar.
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