Quienes gracias al loable esfuerzo del Instituto Cubano de Radio y Televisión pudimos seguir round por round, golpe por golpe el desempeño de nuestros púgiles en los recién finalizados Juegos Olímpicos de Londres vimos con satisfacción las demostraciones de nuestra joven escuadra, llamada a reeditar en un futuro cercano los éxitos de quienes hicieron llamar al boxeo nave insignia del deporte cubano.
Las medallas de oro en los puños del cienfueguero Robeisy Ramírez , 52 kilos y del pinareño Roniel Iglesias, 64 kilos, más otras dos de bronce conseguidas por el 57 kilos Lázaro Alvarez y el 60 kilos Yasniel Toledo fueron más de lo que este redactor esperaba . Superaron con creces los resultados de Beijing 2008, cuando nos fuimos sin oro, no obstante haber llevado cuatro hombres a la cartelera final.
Más significativa que cualquiera de las cinco medallas de oro logradas por la delegación cubana fue la que alcanzó Robeisy Ramírez en la jornada del adiós, válida para sembrar a Cuba en el primer lugar entre los países de Iberoamérica y el Caribe. Además dio al boxeo su segundo título, único deporte de la delegación cubana con más de uno.
Cierto que falta madurez y que no todos se portaron a la altura de Robeisy Ramírez y Roniel Iglesias y que todavía habrá de llover bastante antes que estos bisoños muchachos alcancen el nivel de aquellos otros que en un pasado reciente llenaron de oro las vitrinas del Comité Olímpico cubano.
Más alerto a los escépticos de siempre, devenidos franco tiradores: no puede negarse —hacerlo sería injusto- que en Londres vimos a un equipo cubano sediento de glorias y con alta moral combativa del cual puede esperarse mucho. Algunos, víctimas del pésimo trabajo arbitral se dejaron enredar por rivales muy inferiores, a los cuales, incluso, ya habían derrotado; otros cayeron en buena lid frente a oponentes de calidad probada, pero no hay que olvidar que al ring se sube a ganar o perder, así de simple.
Si algunos lunares encontré fue en los pesos grandes, especialmente en más de 91 kilos, división en la cual Erislandi Savón, quien por su físico no es un supercompleto natural, se ve forzado a conceder ventaja en la pesa a hombres que sí lo son, pero este es un problema que estamos seguros nuestro colectivo técnico sabrá resolver.
Un dato no puede pasarse por alto. A olimpíadas anteriores Cuba acudía con 12 hombres, pero la nómina masculina fue rebajada a 10 al reducir la Asociación Internacional de Boxeo Amateur (AIBA) el número de plazas, para dar cabida al boxeo femenino. Para Cuba se disminuyó a 8 al resultar eliminados nuestros representantes en el torneo clasificatorio de Brasil en las divisiones de 69 y 75 kilos. En esta última Emilio Correa fue despojado de una probable victoria al ser descalificado por el árbitro actuante que decretó un foul por un cuestionado golpe bajo.
En resumen: a Londres acudieron cuatro boxeadores menos que a Juegos anteriores y aún así nuestro boxeo retomó el camino del oro olímpico perdido cuatro años atrás en Beijing, resultado en el cual pesa mucho el trabajo de su esforzado colectivo técnico dirigido por el guantanamero Rolando Acebal.
Insisto en ello: todavía le falta ring a estos muchachos para establecerse en la élite mundial, por lo cual considero no es hora de lanzar campanas al repique. Más, estoy convencido, se establecerán al más alto nivel, si, por decirlo en buen cubano, no “se riegan”, si no contraen deudas de entrenamiento con el gimnasio, donde se ganan y pierden combates y títulos mundiales.
Quienes llevamos años al servicio del viril deporte hemos sido testigos de dolorosos ejemplos, prometedoras figuras que deslumbrados por el brillo de una temprana medalla se frustraron al olvidar que solo con el esfuerzo cotidiano se logra alcanzar la gloria. Llegar es importante pero mantenerse lo es más.
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