Las grandes gestas y los grandes ridículos las firman los estelares atletas, los insignes equipos. Porque los estelares son referencias, porque los insignes son vórtices de todas las atenciones. Ellos, fiel a sus naturalezas, o yerran a lo grande o triunfan a lo grande. Sucedió, sucede y sucederá siempre.
Así fue con Michael Jordan, Serguei Bubka, Carl Lewis, Barry Bonds o Diego Armando Maradona. Así es con Kobe Bryant, Yulieski Gourriel, Lionel Messi, Rafa Nadal, Dayron Robles y Cristiano Ronaldo. Así ha pasado siempre con Los Ángeles Lakers, Yanquis de Nueva York, Boston Celtis, FC Barcelona, Real Madrid, Manchester United, Juventus o Boca Juniors. Así será con las futuras estrellas.
Así sucede, en la pelota cubana, per se y gústele a quien le pese, con Industriales. Todo lo que acontece en el “Planeta Azul” es sobredimensionado. Todo lo que pasa en el “Entorno Azul” tiene mega consecuencias o ultra reacciones.
Y, claro, a nadie debe extrañar. Al fin y al cabo se trata del equipo que, como ha ganado los campeonatos más increíbles (con el jonrón de Agustín Marquetti en 1986, para romper las rachas de Henequeneros y Villa Clara en 1992 y 1996, respectivamente, o con el ponche de Yoen Socarrás en 2010) y estableció una dinastía aún no igualada (entre 1962 y 1966), también ha ganado menos de lo pensado (pese a tener más de una generación talentosa) y, sobre todo, su historia es santo y seña de los torneos domésticos nacidos hace 50 años.
Incluso los títulos se disfrutan más si se conquistan contra Industriales, se sufren más si se pierden a manos de Industriales.
Lo que ocurrió la noche del miércoles primero de febrero de 2012 en el Latinoamericano es más de lo mismo. ¿Que usted aún no está enterado? Bien, les cuento como lo vi, repeticiones mediante.
El abridor de Industriales Odrisamer Despaigne, con diez ponches, dejó sin hits ni carreras a Pinar del Río durante ocho capítulos. En el noveno, David Castillo le conectó una línea sólida al jardín central y lo convirtió en biangular, e inmediatamente Lorenzo Quintana bateó un sencillo al mismo territorio. Despaigne, quizás frustrado por perder en un santiamén el no hit no run y la lechada, pero sin un gesto belicoso, interpuso la mano enguantada a la altura del abdomen de Castillo cuando el segunda base finalizaba su carrera sobre el home plate. El primer bate reaccionó y empujó al pitcher tres segundos antes de que el árbitro principal, Omar Lucero, expulsara a los dos jugadores y, así, abortara toda posibilidad de que el incidente causara males mayores en su jurisdicción.
Así lo vi yo. Y me parece que el conato de pendencia, efectivamente, empañó el primer duelo de la temporada en el clásico occidental entre Industriales y Pinar del Río, que hasta ese minuto fue un interesente duelo de lanzadores. Pero, sobre todo, es un (otro) incidente que saca a la luz los muchos males de la pelota cubana.
Me explico.
Primero: en dos strikes, Odrisamer Despaigne, que hasta ese momento mezcló con criterio su recta crucero con pitcheos rompientes y lanzó por varios ángulos, le sirvió una recta noble, cómoda, mansa, inofensiva al primer bate rival, un jugador que no está en su forma óptima pero juega ya su séptima Serie Nacional y tiene experiencia en partidos cerrados e incluso preselecciones nacionales.
Segundo: Castillo, luego de romper el encanto y con cuatro carreras de desventaja, conocedor del débil brazo de Carlos Tabares, arriesgó el out 25 en una corrida agresiva hacia segunda base, que terminó por valerle un biangular al jardín central. ¿Que debemos aplaudirlos por ello? No. A, porque Pinar del Río necesitaba acumular hombres en circulación. B, porque existe un código no escrito en el béisbol que sanciona robar, tocar o correr las bases con agresividad en situaciones como la de marras (lo sé, en Cuba no se respeta ese código. He aquí un ejemplo: en la Serie 50, con un marcador notablemente adverso en las postrimerías de un juego, un bateador tocó la bola y se apuntó hit. El lanzador, caballero del box ya retirado, soportó lo que consideró afrenta con cierta pose aristocrática y, confiado en su maestría y conocedor del código no escrito, golpeó al bateador siguiente —uno de los mejores artilleros del equipo contrario— eso sí, sin intención mal sana, más bien didáctica, aunque cause risa creerlo. Al final, sin protestas de ninguna índole, resolvió la amenaza y se apuntó un triunfo, otro más que engrosó su monstruoso promedio de ganados y perdidos. Preguntado por el pelotazo, el pitcher dijo que lo tiró porque sabía que no volvería a enfrentar al “infractor”, porque “me enseñaron que eso no se hace en la pelota” y porque “el contrario tiene que saber que el control de este juego lo tiene el pitcher”). C, porque con una pasividad increíble durante ocho entradas, Pinar del Río fue un espectador del dominio de Odrisamer, en lugar de intentar tocar para llegar a primera, o realizar jugadas de hit and run en las pocas oportunidades que tuvieron hombres en primera, con el propósito de romper la defensa local y poner a su lanzador, Yosvani Torres, en posición de ganar el duelo.
Tercero: Despaigne, cuando recibió el hit de Quintana, con un hombre en segunda, no hizo la asistencia detrás del home plate, a donde tienen que ir todos los lanzadores en esas jugadas; por el contrario, se paró junto a su receptor (¿?), lo cual a mi me parece, más que el intento de colisionar con el corredor, una (otra) deficiencia en la mecánica de los pitchers cubanos.
Cuarto: (Y ahora no soy categórico como en las tres anteriores), un DT más experimentado, quizás, hubiera sacado del box a Odrisamer Despaigne cuando permitió el doble. ¿Para qué? A, para evitar que la posible desilusión de su lanzador pusiera en peligro el triunfo (estaba en orden la parte alta del line up pinareño). B, para que el público tuviera la deferencia de ovacionarlo después de una faena monticular de lujo y no, como sucedió, después de un fotograma censurable. A fin de cuentas ya los aficionados, el equipo, y el propio serpentinero, habían despertado de un sueño que costará volver a vivir.
Y así, podría mencionar un quinto punto en el que cuestione las insuficiencias de los directores para armar line up o defensivas, un sexto acerca de hacer sustituciones desatinadas, un séptimo respecto a la exigua calidad de muchos jugadores que llegan a la Serie Nacional, y un octavo, un noveno, un décimo punto…, tan solo al hacer una lectura del infausto percance.
Así, no intento relegar a un segundo plano el hecho, que es uno y repudiable. Pero yo ya lo impugné, eso sí, diferente a cómo lo hicieron en los cubanos reunidos en el Latinoamericano, antes de que terminara el desafío y después.
Ni se sospeche siquiera por un segundo, que reclamo impunidad para la indisciplina y sus comisores. Por el contrario, levanto mis dos manos para pedir que se investigue con urgencia, y, si procede, se resuelva, aplique y publique una sanción cuanto antes. Nuestro deporte, nuestra pelota no puede pecar de ser permisiva. Y le corresponde a la Federación Cubana adoptar la posición pertinente, ahora mismo.
Quiero, eso sí, enfocar el problema desde otra arista, no constreñirme a lo epidérmico, o, peor, quedar atrapado en ese maremagno de criterios a favor o en contra, justificativos o condenatorios de la acción de Odrisamer Despaigne y la reacción de David Castillo, de la acción azul y la reacción verde.
Es que, estoy convencido, el conato de pendencia que ahora todos comentan, excepción hecha del trabajo del árbitro principal Omar Lucero, es un botón de muestra (otro) de los muchos males que deben cauterizarse de la pelota cubana. Y hacer esa correcciones, lectores, es un asunto más ambicioso, más global, más importante, que circunscribir un reprochable episodio a las historias de dos grandes como Industriales y Pinar del Río, a la historia de una rivalidad que seduce y encanta, que sacia y no tiene premios flacos.
Hacia esos entresijos es que debemos enfilar nuestra mirada.
Alain Espinosa
2/2/12 18:21
Me permito discrepar en torno a su evaluciòn, primero no creo en los codigos no escritos del beisbol y no creo que se ajusten a la situacion en cuestion pues solo perdian por 4 carreras que todos sabesmos que se borran con un batazo, segundo no creo que ni el lanzdor ni nungun otro atleta tenga que tener el control del juego y de ser asi deberia ser por tecnica y no por prepotencia o acciones negativas como golpear a un contrario, sino preguntele a un grande como el actual DT de los industriales que siempre dejò claro que el no permitia que lo golpearan pq eso no era parte del beibol, sino imaginemos que un bateador tras ser pochando en nombre de falsos codigos le pegue un batazo al lanzador, y trecero en este caso odrisamer no tenia que ir a provocar a nadie, tenia que actuar tecnicamente e ir detraz del home play que es su trabajo, por eso no llegan a ningun lado, por falta de profesionalidad. yo vivo en argentina y me indigna que las personas normales no puedan concurrir a los estadios por no saber y regresaran con vida a sus casas, y todo comenzo con pensamientos como estos de codigos no escritos y demas, el beisbol como es resto de los deportes es un espectaculo para ser disfrutado, y cada uno tiene que cumplir su papel, el de los deportistas es competir de manera profesional, ojala por justificar formas de actuar como estas no llevemos nuestro pasa tiempo nacional a situaciones como la de aqui de la argentina o a lo que sucedioen egipto.
frank delgado
2/2/12 14:52
Excelente articulo que pone muy bien los puntos sobre las ies. Debo agregar que ayer al ver esa situación pensé a manera de jsutificarme lo que había visto que David al pasar por el lado de Odrisamer le había dicho algo que no podiamos ver en la TV por estar de espaldas a la toma. Sin embargo hoy corroboré con un pelotero de ese equipo amigo mio desde hace muchos años que no le dijo nada a Odrisamer y como el mismo me dijo: Lució muy feo y fue repudiado. En fin que lo castiguen merecidamente. Saludos!
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