Admito, apenado, que vacilé un poco sobre las posibilidades reales de la pertiguista cubana Yarisley Silva, antes, e incluso después de lograr esa histórica medalla de plata en la recién concluida XXX Olimpiada. Creí que la suerte había hecho lo suyo, pues ante las mejores especialistas del planeta no siempre se termina tan bien.
Sin embargo, la pinareña zarandeó mis predicciones y taponó de un tirón mi verborrea de fanático con ínfulas de especialista, al alcanzar el título en la décima parada de del Diamante por encima de las vigentes campeonas mundial y olímpica.
Fue Estocolmo la ciudad que alojó mi gran vergüenza tras quedar algo en duda como especialista, y mi alegría, pues no existe un cubano que goce más cada triunfo de nuestros atletas.
Sin embargo, nunca antes me sentí tan bien al equivocarme. Silva otra vez pasó los 4,70 metros sin muchos contratiempos, en el mismo primer intento, suficiente para relegar a la alemana Silke Spiegelburg y a la brasileña Fabiana Murer, sus escoltas por ese orden con saltos de 4,55 metros.
La estadounidense Jennifer Suhr, actual reina bajo los cinco aros, falló sus tres primeros intentos sobre esa altura y tuvo que conformarse con ver el resto de la competencia sentadita y lejos del brinca-brinca.
Ahora, a solo dos paradas del final de la justa con nombre de gema, la antillana escaló al segundo puesto del escalafón, merced a ocho unidades, importunando así el dominio de la sudamericana (líder con nueve puntos).
Nada, que no fueron obra de la casualidad su corona panamericana y esa presea bajo los cinco aros. Yo, una vez más, ofrezco disculpas.
EL DISCO TIENE NOMBRE
Por otro lado, las mujeronas del disco y los cinco continentes siguen cuchicheando a espaldas de la croata Sandra Perkovic, una joven de 22 años con una dieta alimenticia que no se consigue en cualquier mercado. A mi no me engaña nadie, lo que como esa niña viene enlatado de otro planeta.
Ganó con un soberbio disparo de 68,77 metros, una bestialidad que supuso récord para la competencia. Eso sí, esta vez no intimidó como en la capital inglesa, donde tras el segundo intento mandó a callar a todos (68,11) y ya con el segundo (69,11) hizo recoger los bultos a las 12 finalistas.
De esta forma se quedó fuera del podio la cubana Yarelis Barrios, cuarta con 64,29, algo alejada de su envío de la recién concluida olimpiada (66,38) y mucho más distante de su tope personal y del año (68,03).
La plata colgó del cuello de la rusa subcampeona olímpica Darya Pishchalnikova (66,85), mientras el bronce quedó en poder de la germana Nadine Muller (65,07).
A TRES PASOS MANDA TAYLOR
En el triple salto se impuso el estadounidense Christian Taylor (17,11 metros), un verdadero fuera de serie que hoy en día no tiene rival, pues a su cetro planetario de 2011 sumó un cojincito en el olimpo.
En segundo lugar quedó el ucraniano Sherif El Sherif (14,04) y en tercero el ruso Lyukman Adams (16,93).
VALERIE SACA PETRÓLEO
La balista neozelandesa Valerie Adams sigue demostrando que hay que doparse para ganarle y se coronó con un disparo de 20,26 metros, bien por encima de la rusa Yevgeniya Kolodko (19,08) y de la alemana Christina Schwanitz (18,72).
Su oro en el pasado mundial de atletismo y el título en la Olimpiada de Londres hablan a las claras. Aún no entiendo por qué la IAAF no acaba de nombrarla atleta del año. En 2011 el máximo organismo del deporte rey escogió a la fenomenal vallista australiana Sally Pearson, pero a mi entender Adams se lo merecía. Nada, cosas de deporte.
SIN BOLT TODO ES MÁS FÁCIL
En el siempre esperado show del hectómetro ganó, sin la presencia del marciano Usain Bolt, el estadounidense Ryan Bailey (9,93 segundos). Ningún otro competidor bajó de los 10,00.
Nesta Carter, de Jamaica, negoció la plata (10,06) y su paisano Michael Frater (10,12) el bronce.
Esta no fue una fase de grandes tiempos y marcas, quizá solo una más, aunque claro, el cansancio tras la olimpiada pasó factura. Esperemos que la próxima parada, en Lausana, Suiza, nos traiga emociones a granel.
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