Por: José María Rodríguez
Es Real. La leyenda del Madrid indomable va ya por el capítulo 14, tras doblegar al Liverpool en París. De nuevo combatió contra un rival formidable y contra los pronósticos que daban favoritos a los reds. De nuevo se rebeló con el carácter que imprimen las fibras del escudo para alzar un trofeo que hará rico a quien invirtiera unos euros en los blancos a comienzos de temporada. Estuvo en la lona, una, dos, tres veces, cuatro con la de ayer, y de todas se levantó para convencer a su gente de que nada es imposible cuando juega su Madrid. Marcó Vinicius, catapultado por Valverde, y los blancos se entregaron en un asombroso esfuerzo defensivo, pero fue Courtois, determinante en todo el torneo, quien agarró con fuerza la Decimocuarta con cinco paradas asombrosas.
Tiene además esta Champions un valor añadido. Los héroes de las cinco Copas demuestran el valor del colectivo por encima de las individualidades, como ocurría en los años de Cristiano Ronaldo. Se temía que sin la llegada de un nuevo Mesías, Mbappé o quien quieran, no sería posible volver a alzar la Copa de Europa, y ha sido todo lo contrario. Con un camino inolvidable, provocando la mayor explosión de fútbol y fe que se recuerda en décadas, la Champions de las remontadas se corona con una exhibición de su portero, la más decisiva que se recuerda en una final, y ocupará un lugar preferente en el corazón del madridismo. El Bernabéu siempre fue más de llegar al éxtasis por la vía del tormento.
Porque se sufrió. Vaya si se sufrió. Puede que fuera por el retraso de más de media hora en el inicio de encuentro, o puede que fuera el plan de Ancelotti. El caso es que el primer acto fue neto para el Liverpool. De hecho, de no ser por dos manos imponentes de Thibaut Courtois, una a Salah abajo a contrapié y otra a Mané para desviar contra el palo, el equipo inglés habría obtenido ventaja en el arranque. Con Valverde como falso extremo derecho, el Madrid no encontraba más salida que el balón en largo donde Van Dijk y Konaté dominaron con claridad. Similar a lo del PSG en la ida de los octavos, pero sin un tiburón como Mbappé para aprovechar las ventajas. Se suponía que Luis Díaz interpretaría ese papel, pero Carvajal le sujetó con facultades y carácter.
Thiago, duda hasta los minutos antes de iniciarse la final, ponía el pase de riesgo para encontrar a menudo a los puntas, que poco a poco perdían la claridad para girarse. Las buenas acciones defensivas de Valverde, Vinicius, Carvajal y Militao convencieron al Madrid de sus posibilidades. Porque, a pesar de esa sensación de asfixia, la final tenía un aire de historia ya vista. Vinicius, arrastrado en la persecución de Alexander-Arnold, se hartó de tirar desmarques que no leyeron a tiempo o con precisión sus compañeros. Fue Valverde quien le encontró en un cambio de orientación y el atrevimiento del brasileño al tirar un caño a Konaté desbloqueó a los blancos. Así llegó un ataque elaborado que leyó excelente Benzema, controló una diagonal en el área, cedió atrás, llegó apurado Valverde y el rebote cayó a Benzema, que convirtió desde cerca. Fuera de juego según el linier, pero con mucha miga. Porque entre el francés y la portería sólo había un defensor, pero como en el intento de despeje Fabinho tocó hacia atrás, había que aclarar si aplicaba la norma de Eric García con Mbappé u otra más conveniente. Tres minutos estuvieron analizando la acción en el VAR. Para que luego nos quejemos del nuestro. Gol anulado más que discutible que cargó de indignación al madridismo. Al descanso.
VINICIUS FIRMA EL 0-1
Vinicius Junior puso la ventaja del Real Madrid ante Liverpool en la gran final de la Champions League. (Tomada de Reuters).
No hubo cambios de vuelta de vestuarios, pero el decorado fue distinto. Empezó a anticipar la defensa blanca, a combinar en la medular, y sobre todo fue creciendo la figura de Valverde, inmenso en todos los sectores. En las ayudas y en las arrancadas. Allí nació el 0-1, en una salida de Fede como un halcón por banda que desembocó en diagonal y acabó en un remate duro, seco, que se marchaba desviado hasta que Vinicius la puso en la red. A Carlo le encanta que los planes salgan bien.
Reaccionó el Liverpool con vigor y con calidad, porque tiene futbolistas excelentes. Salah, zurdo cerrado, recibió en derecha, cabalgó por el balcón del área y buscó el palo alejado con rosca. Iba dentro. Fijo. Qué mano de Courtois. Metió Klopp a Diogo Jota, y el portugués rescató un centro pasadísimo para ponerla al otro palo y allí apareció Salah para rematar. También acudió, enorme, Courtois, que volvió a hacer un milagro.
No se puede poner un pero a Klopp, que metió toda la leña en la hoguera. Firmino y Keita por Thiago y Henderson. Cuatro delanteros. Al Madrid le faltaba resuello para llegar a los balones divididos, y el agobio alargaba los minutos como si fueran horas. Hasta que un balón largo a Salah controló con toda la clase del mundo, se deshizo de Mendy y al tiro cruzado del egipcio respondió Courtois con una obra de arte. Convendría hacer un molde con las manos de Thibaut para exponerlas en un museo.
Metió los cambios Ancelotti, en parte por necesidad, con Valverde tieso, en parte para perder tiempo. Pudo sentenciar en una contra el Madrid, con Kroos desatado, y después en otra Ceballos. Pero donde estaba ganando la partida era con su imponente rendimiento defensivo. Brutal. Casemiro, Kroos, Militao, Alaba, Carvajal... Un espectáculo para abortar todos los centros laterales del Liverpool. El eterno campeón gestionó los últimos minutos con la sabiduría de los grandes campeones hasta el pitido final. El Madrid dobla a su inmediato seguidor en número de Champions gracias a un equipo eterno, el Madrid de las Cinco Copas en cinco finales. Ahí queda eso.
(Tomada de AFP)
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