Alexei Bell mostró una de las herramientas que lo hacen más grande que su estatura dentro del diamante y, con un jonrón que encontró los ángulos congestionados, perfiló y definió el triunfo 7x5 de los preseleccionados azules sobre los preseleccionados rojos, la noche del martes en el Latinoamericano.
Fue el primer encuentro a puertas abiertas que sostendrán entre sí los 41 peloteros integrantes de la preselección de Cuba rumbo al III Clásico Mundial de Béisbol y de la cual se escogerá la nómina de 28 jugadores que establecerá una base de entrenamiento y emprenderá una gira de confrontación en Taipei de China y Japón el mes próximo.
Hoy, a las ocho de la mañana, ya no era noticia este resultado. No lo era siquiera desde que se anunció la serie de “intrapartidos”, y quizás ni trascienda, toda vez que, según declaraciones del DT Víctor Mesa, ninguno de los equipos tendrá una plantilla definida y el que un día vistió de rojo, al siguiente puede vestir de azul.
En fin, que podríamos estar viendo un entrenamiento a puertas abiertas, en el que “quizás” no haya nada en juego y bueno solo para ensayar, modelar, repasar variantes para construir carreras y defender en dispares situaciones de juego.
Al menos eso ha querido hacernos creer el verbo de la dirección técnica de la preselección y la escenografía plantada en el Coloso del Cerro. Como si en verdad Esteban Lombillo y Róger Machado fueran los directores, y no Víctor Mesa y Jorge Fuentes, que, inusualmente, protegidos por una malla, presenciaron el partido desde detrás del home plate. Como si el line up del equipo rojo en el debut no se pareciera, un setenta por ciento, pienso yo, al mejor que puede tener Cuba hoy y que podrá tener en marzo. Como si Freddy Asiel Álvarez y Odrisamer Despaigne no fueran, la mitad, me parece, del staff abridor posible hoy y a las puertas del III Clásico. Como si las pruebas en segunda base no obedecieran a las preocupaciones por la ausencia de Héctor Olivera, uno de los mejores cinco peloteros en este momento (dije peloteros, que es más que bateador, que es más que fildeador, que es más que…).
Pero bien, creamos, efectivamente, que la serie de seis desafíos entre los preseleccionados no es más que un sondeo, que no decide nada al cabo de alrededor de cuatro semanas de preparación. Créanlo, lectores, como lo hice yo, después de lo cual me senté a escudriñar qué ha cambiado y qué no, en este grupo que tiene un gran paso delante del resto de los peloteros cubanos, para representarnos en el III Clásico Mundial de Béisbol.
¿Mi mirada? ¿Mi primera impresión? Aquí les va, en pocas líneas.
QUÉ CAMBIÓ
Físicamente, los jugadores de posición parecen estar en estado ideal. Y exceptúo a los lanzadores, porque muchos no se subieron a la loma de los martirios. Lo que en otras concentraciones fue preocupación y se convirtió luego, durante los torneos, en dificultad, esta vez, al parecer, no lo es. Como debe ser siempre —y en las anteriores preselecciones no siempre sucedió—, la mayoría parece estar en el peso ideal para explotar al máximo la fuerza y la velocidad. Quizás, si algo puede señalarse, es que algunos no encontrarán su capacidad máxima hasta ganar un mayor peso corporal.
Hay mayor propensión, al fin, por hacer de la velocidad un arma desequilibrante. Al contrario de otros DT del team Cuba, que cacarearon acerca de utilizar la velocidad y en cuanto dieron media vuelta se olvidaron de ella, Víctor Mesa sí parece confiar en el “atletismo” del talento de que dispone, amén de las impugnaciones que pueden tener cada uno de los riesgos que enfrenta en las dispares situaciones en que manda a correr.
Los jugadores no entran y salen lenta y maquinalmente del diamante. Y usted dirá, ¿qué le hace, qué aporta eso? Así, el jugador se mantiene más enfocado, más concentrado en sus deberes, dentro de un juego, la pelota, en el que hay más tiempo de quietud, de reposo, que de acción, que es más sedentario que casi todos los otros.
Incluso los jugadores de fuerza se proponen aprovechar el pitcheo contrario y batear para todas las zonas del diamante. No es que lo logren, no es que ya sean una hornada de bateadores de todos los ángulos. No. Es más, están lejos de serlo. Digo que advertí superior inclinación a realizar el swing, según la colocación de los lanzamientos, sin la intención, las más de las veces fallida, de halar la pelota.
QUÉ NO CAMBIÓ
Continúa la incertidumbre acerca de cuál es el orden en la medular de la alineación titular. Desde que alguien se cuestionó la ubicación ofensiva de Yulieski Gourriel (aún averiguo por qué), no se ha dado con la tecla acerca de cuál es el trío de bateadores más productivo, para colocarlo del tercero al quinto turno ofensivo. ¿Yulieski-Cepeda-Despaigne/Cepeda-Despaigne-José Dariel/Cepeda-José Dariel-Yulieski/José Dariel-Cepeda-Despaigne/Cepeda-Despaigne-Yulieski/Yulieski-Despaigne-José Dariel? Si hacemos una encuesta, puedo asegurarlo, recibirán votos todas estas combinaciones y hasta otras que no vienen a cuento o incluyan a Rusney Castillo. Y no es alarmante que la afición tenga opiniones encontradas al respecto. Lo inquietante, me parece, es que ahora mismo no debe haber tantas dudas, como yo las percibo, acerca de cómo alinear a los mejores bateadores.
Aún es una asignatura pendiente la selección de los pitcheos para conectar. Persiste la incongruencia. Un ejemplo: Yasmani Tomás, por vez primera en la preselección grande, colocado como cuarto bate azul, le negoció una base por bolas a Freddy Asiel Álvarez sin hacerle swing a dos rectas al medio del home plate, y, en contraste, Guillermo Heredia, primero en la ofensiva azul, intentó batear el primer lanzamiento en el juego de Odrisamer Despaigne. Uno, Tomás, pudo impulsar, pudo producir y no lo hizo. El otro, Heredia, debió obligar al lanzador a exponer todo su repertorio, e incumplió con su función. Y este es solo un ejemplo, no el único.
Tiene, todavía, demasiado margen de mejoría el sistema de trabajo en el box de los lanzadores. Siguen sin pensar lo suficiente y yerran hasta en cuestiones rutinarias. Freddy Asiel cometió un error craso que le costó lo peor, cuatro carreras con una conexión. El diestro de Villa Clara le sirvió una recta afuera a un bateador reconocido por su capacidad para conectar precisamente lanzamientos rápidos y no los rompientes (aunque, cuando está en forma óptima, batea como pudiera hacerlo Satanás). Y, según observé, lo hizo totalmente desconcentrado, como si estuviera abrumado aún por el error de Yulieski en tercera (¿Y no es que no hay nada en juego?). Odrisamer, como el villaclareño, también se equivocó más de una vez. La más ilustrativa, esto creo, fue en el primer inning, cuando tras dos outs relativamente cómodos, primero cambió su rutina en el box para transferir a Yuliski con cuatro bolas consecutivas. Y, luego, permitió sencillo de Cepeda, al que, con rectas, tenía desestabilizado en el home play y en conteo de 0-2, antes de decidir lanzarle rompimientos (el mejor discriminador de la pelota cubana —para mi gusto, demasiado discriminador, a tenor con las posibilidades que tiene de producir— avanzó a conteo de 2-2 y conectó un sencillos sin mucha fuerza al jardín derecho). Hay más botones de muestra, de los abridores y los relevistas, pero ya me he extendido demasiado.
La defensa. No es un mal que me sorprende. Los problemas defensivos han estado ahí por años, solo que a diferencia del bateo, sobre todo las marfiladas imposibles de reflejar en las hojas de anotación, no han costado campeonatos. Hasta ahora. ¿Vieron que Ariel Sánchez no tuvo chance de frustrar el intento de la anotación roja en el quinto acto, aunque fildeó el hit de Yulieski en lo corto del jardín izquierdo? Pocos, poquísimos jardineros pueden hacer asistencias desde el outfield y eso podría pasar factura en momento claves. Pero bueno, Ok. Lo peor llegó en la continuación al tiro del matancero —por cierto, me parecen que fueron demasiados los peloteros de Matanzas que superaron el primer corte a la preselección. Les decía que lo peor llegó, cuando el tiro de Ariel Sánchez lo recibió Yurisbel Gracial —no Arruebarruena, como dijo la descripción televisiva— y el antesalista, que tenía al corredor sorprendido entre primera y segunda, no supo cómo iniciar la jugada para facturar el out. Y, también, hay otro detalle. La defensa cubana debe apostar por la eficacia sobre la espectacularidad. Aquí, y en cualquier diamante, le traerá mejores dividendos. Y es ahora cuando debe decantarse por ello (en el quinto, cuando Rusney Castillo bateó al compocorto, Arruebarruena debió saber que el corredor era Castillo y sus posibilidades de ponerlo fuera no eran grandes, y Malleta, en primera, debió saber que mejor era detener el tiro que no evitar que se escapara, como se escapó, y propiciar el avance del corredor. Ahora no cuesta, pero si ese pensamiento no se impone desde ahora, ya costará, seguro que sí).
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