Siria: Un largo viaje

Cuando en fecha reciente la diplomacia rusa y la flexibilidad oficial siria terminaron con el pretexto de la tenencia de armas químicas por Damasco como causa enarbolada por Washington para una acción militar directa contra esa nación árabe, apenas se abría la puerta a un todavía largo y tortuoso derrotero hacia la paz definitiva.

Lo cierto es que ese golpe diplomático y político a los propósitos imperiales de desbancar al gobierno de Bashar el Assad ha sido realmente fuerte.

Así, la destrucción de los arsenales sirios de armas químicas se lleva adelante con éxito a cuenta de las Naciones Unidas y los especialistas internacionales empeñados en esa tarea.

Por demás, las autoridades sirias concretaron el pasado 14 de octubre su filiación oficial al protocolo de la ONU que prohíbe tales artefactos bélicos.

“Siria se convierte a partir de hoy en miembro pleno de la Convención", señaló en esa ocasión a la prensa internacional Michel Luhan, portavoz de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, al saludar y dar la bienvenida a Damasco.

Pero ese importante objetivo no vino en solitario. Durante las más recientes conversaciones ruso-norteamericanas sobre Siria, ambas partes acordaron además la cercana celebración en Ginebra de una conferencia dedicada a establecer una solución negociada y justa al conflicto en aquella nación mesoriental.

Esfuerzo diplomático que debía aprovechar el clima favorable establecido a partir de la renuncia por Damasco a la posesión de armamento químico, y tendría como sustento el serio compromiso político entre Moscú y Washington de ejercer sus respectivas influencias en las partes contendientes.

Precisamente en esa cuerda, el canciller ruso, Serguei Labrov, instaba días atrás a la Casa Blanca a negociar con la llamada “oposición armada siria” para acercarla a la mesa de conversaciones, toda vez que los Estados Unidos, sus restantes aliados occidentales, la derecha árabe, el sionismo y los extremistas islámicos, resultan los grandes apañadores de las agrupaciones mercenarias y terroristas que atacan a Siria para favorecer los intereses de cada uno de sus padrinos.

Y es que, lejos de asumir una actitud constructiva, y a pesar de sus crecientes desastres en el terreno militar, las tituladas bandas “rebeldes” no solo se resisten a participar en un diálogo con Damasco para lograr una salida coherente a la guerra que ejercen, sino que además niegan poseer armas químicas y no admiten inspecciones directas de la ONU en ese sentido, cuando existen pruebas contundentes de que las han utilizado más de una vez en sus sangrientas incursiones contra ciudades y poblados civiles.

Una actitud irresponsable y carente de lógica que solo puede asociarse a que, aquellos que les pagan y pertrechan, siguen empeñados en la enfermiza idea de establecer un cambio de régimen en Siria a contrapelo de la voluntad soberana de su pueblo, y como parte de su línea de borrar todo obstáculo en el absurdo empeño por controlar de forma absoluta la estratégica área que conforman Asia Central y Oriente Medio.

Porque, sin dudas, los mercenarios y terroristas no son para nada autónomos. Resultan simples piezas fabricadas para un ajeno engranaje de expansión, y obedecen por tanto a quienes crearon semejante armatoste con sello de fabricación “Made in hegemonismo global”.