Sabios y sensatos ante todo

Está de moda entre algunos “expertos” y “analistas” incapaces de desprenderse de los hábitos prepotentes del hegemonismo, quejarse de que la creciente convergencia entre Moscú y Beijing obedece, ante todo, al erróneo proceder agresivo de Washington, algo así como que “les empujamos a tomarse de las manos, cuando podíamos dividirlos y explotar a nuestro favor sus posibles desencuentros.”

Y justo en su estudio titulado “La siete cosas que sabemos (o no) de Donald Trump”, el periodista y escritor belga de izquierda Michel Collon, cita las consideraciones del ex titular norteamericano de defensa, William Perry, quien afirma rotundamente sobre tan “molesto asunto” que “durante los últimos años podemos censurar ampliamente a Vladimir Putin (por los giros de Rusia), pero en los primeros debemos culpar sobre todo a los Estados Unidos.”

El ex titular e integrante del gabinete de William Clinton, enumera entonces los “errores” que alejaron a Rusia de ser neutralizada y utilizada por la Casa Blanca, entre ellos la ampliación de la OTAN hacia el Este (algo que en su momento se le prometió a Mijail Gorbachóv que nunca ocurriría), y el  despliegue del llevado y traído sistema antimisiles estadounidense dirigido contra Rusia aduciendo que en realidad apuntaba a Irán u otros países “deseosos” de poseer armas nucleares.

“Fallas” que se desentendían de las teorías y acciones del ladino ex Secretario de Estado Henry Kissinyer, quien durante su ejercicio activo decenios atrás pretendió enfrentar a la Unión Soviética y China utilizando las mutuas desavenencias políticas de entonces, y años después quiso contraponer la Rusia de Boris Yeltsin al despliegue económico chino bajo el pretexto del surgimiento de una potencia capaz de disputar el espacio euroasiático a la “nueva clase” surgida en el escenario regional post soviético.

En poca palabras, que las dos grandes y “zonzas marionetas” son hoy socios porque “nosotros lo facilitamos y estimulamos a cuenta de nuestros malos manejos y desencuentros.”

Y si bien es cierto que es más fácil y procedente el entendimiento entre dos que están bajo la misma mira hostil, sería un insulto a las probadas sapiencia y experiencia políticas de Rusia y China ceder el “mérito” total de su convergencia a los erráticos pasos Made in USA.

En todo caso, la abierta ofensiva hegemonista contra los espacios euroasiáticos (que obedece al viejo criterio imperialista de que quien domine esa área contralará el planeta), no hizo más que confirmar a las autoridades lideradas por Vladimir Putin y al gobierno del presidente Xi Jinping,  la justicia de sus nada nuevos empeños por establecer un mundo multipolar, regido estrictamente por los principios de no injerencia en los asuntos internos, respeto a la integridad de las naciones, y privilegio del dialogo constructivo por encima de las sanciones, la hostilidad y el uso de la fuerza.

Y es que no cabe en la cabeza de nadie medianamente sensato, que sobre la base de “salir del apuro” ante un riesgo de marca foránea, alguien hable de “alianza estratégica” y materialice todo lo necesario para consolidarla con la convicción y el nivel de ejecutoria que caracterizan el empeño de los jefes de Estado de Rusia y China.

Moscú y Beijing conocen a fondo, y desde hace tiempo, lo que realmente enfrentan, y en su torpeza y prepotencia –es una realidad-Washington se los recuerda todos los días.

De ahí que los dos grandes países destinados a ser centros trascendentes en la disputada geografía euroasiática lleven adelante programas de colaboración y apoyo cada vez más abarcadores en todas las esferas del quehacer y el desarrollo humanos, y trabajen juntos en sus proyecciones en la arena global como ardientes defensores del respeto a los demás, de mayor equidad y seguridad internacionales, y de un planeta donde nadie imponga nada a otros.

Así, los sueños del señor ex asesor de Seguridad Nacional, el polaco–gringo Zbigniew Brzezinsky, sobre el “deber norteamericano” de impedir el surgimiento de nuevas potencias en el Este, suenan hoy a polvo arrastrado por el viento, mientras que los actuales “cerebros” del imperio no son capaces de imaginar siquiera un leve cambio de la retorcida percepción que, cual fiebre endémica, les repite una y otra vez que “ustedes son superiores a la plebe mundial, y por tanto destinados a  dominarla o hacerla volar en pedazos si no obedece.”

El presidente chino, Xi Jinping, y su homólogo ruso Vladimir Putin, asisten a una reunión con motivo del 70 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas China-Rusia en el Teatro Bolshoi de Rusia en Moscú, el 5 de junio de 2019. (Foto: Xinhua/Li Xueren)