“La gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes”. José Martí
“La música es el hombre escapado de sí mismo”, escribió El Apóstol de la Independencia, quien mejor definió y practicó el patriotismo. Es el hombre zafado de sus lastres, de sus mezquindades e intereses. Por eso puede -y consigue- diluir los límites, las pieles y artificios que separan a los seres humanos. Acoge y abraza, sincroniza a multitudes de almas en un mismo sentimiento.
“Ojalá se salve”, es el clamor de muchos. De los que lo adoran, lo siguen y gozan, junto a los que no, incluso los que apenas han descubierto a El Taiger. A José Manuel Carbajal Zaldívar, el nacido en esta tierra que se debate ahora entre la vida y la muerte, en un hospital de La Florida. Su gravedad ha recolocado a sus adversarios en la misma orbita de los que siempre le han deseado el bien. Y hoy giran alrededor de su aliento, se codean con los que espontáneamente, aquí y allá, encienden velas y ruegan a sus deidades por su recuperación. Resuena en sus distintos modos de sentir el dolor, un encendido humanismo.
José Manuel salió de las entrañas del pueblo, habla-canta- en su misma cuerda, con un toque ingenioso y fresco; tiene la maña de resumir en una frase el sentido común y de socializarlo en un estribillo. Desde sus inicios con Los Cuatro, su paso por Los Desiguales y luego como solista, como El Taiger, se fue colando en las preferencias, son 15 años cautivando a su público.
En mi caso, no tengo que apurarme para decir que no sabía del reguetonero, ni de su música, de su capacidad de “pegarse” y movilizar a multitudes. Cuando hace dos fines de año, armé una lista de canciones en mi celular, una playlist familiar, para todos los gustos, pero para festejar, incluí dos canciones de El Taiger. Una versión que hiciera de “Mulata” de Raúl Paz, donde comparte frases como: “Los sueños se cumplen, Martí”; “Mientras más cubano más universal” y “Raíces de Cuba en el árbol del mundo”. La otra, el remix de “El Matador” con El Charangón de Elito Revé que puse como ejemplo en una entrada de Candil. Luego sumé a “Papa respeto” junto a El Micha y El Kaly. Más recientemente, a “Nutela”, una de sus colaboraciones con el popular dúo de Charly&Johayron.
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No seguía sus tiraderas contra otros exponentes del género urbano, pero si su batalla contra esa Ola Odiadora que vomitó la única nota discordante en esta semana de zozobras y rezos.
“El Matador”, a su manera, también ha conceptualizado el patriotismo. Alguna vez se extravió, entre la fama y las adicciones, enmarañado por intereses extraños y presiones mediáticas. Pero se encontró, volvió a los suyos, a su familia en Cuba, a la tumba de su madre, a su abuela y sus hijas; rebelándose e contra el macartismo mediático que ha empantanado y doblegado a tantos.
“Vinculo no es palabra para encerrar lo que yo siento por mi país. La palabra se llama amor, amor no es cariño. Yo no tengo vínculo con Cuba, yo soy Cuba, la tranca de Cuba”, fue su respuesta a quien “cambió de cancha” y pasó a jugar el rol de “opositor sabroso”, “sabiendo cuál es la verdad de allá y cuál es la verdad de aquí”. “Ningún cubano es más grande que Cuba. Y el que no es de loa suyos, no es de nadie”, expresó en una entrevista.
También se ha destacado en estos días su solidaridad y altruismo con los más necesitados, mediante acciones sinceras y auténticas. En una ocasión, destinó toda la ganancia de un concierto en La Tropical para los niños del Hospital Oncológico de La Habana, y otros amigos han comentado que ha hecho donaciones, pero ha pedido no revelar su nombre, como señal de modestia y desinterés, para no convertir el hecho en un acto de publicidad.
Eso no la hace un dios, sino que explica por qué han calado en tantos corazones cubanos.
La mayoría agradece a los que se consagran por años, a regalarnos minutos de felicidad y esparcimiento, de placer y gozo estético, a los que tienden puentes y fertilizan nuestro orgullo patrio, que nos alumbran y levantan con sus talentos y distintivos quehaceres artísticos o intelectuales. De ahí, que nos duela la enfermedad o la muerte de un artista, músico, actor o escritor, que lo sentamos como la pérdida de un familiar cercano. Se convierta o no en tendencia en las redes sociales. Así ha pasado en los últimos tiempos ante la desaparición física de varias personalidades de la cultura.
Como con la muerte de la gran compositora Marta Valdés, que aún nos conmovía cuando comenzó a circular la desgracia con El Taiger y el morbo por el balazo en el cráneo, la manera en que lo hallaron, el misterio de cómo ocurrió y la falta de certeza de si sobrevivirá o no. Marta, desde otros géneros, con su exquisita sensibilidad artística, su palabra poética y su gran talento musical, devino en un puente entre los maestros fundadores del filin y los cantautores del Movimiento de la Nueva Trova. Como- salvando la distancia- lo ha sido El Taiger entre el cubatón y el reparto.
O cuando fue noticia la batalla contra el cáncer del reconocido músico Edesio Alejandro, quien lleva varios meses ingresado en un sanatorio de Madrid, bajo un muy costoso tratamiento que no podría recibir en la Cuba bloqueada. Entonces, el también compositor, productor musical de 66 años comentó: “Sé que muchos de ustedes, mis amigos y seguidores, ya están al tanto de mi situación médica, pues he tratado de mantenerlos informados por este medio. Agradezco profundamente sus oraciones, meditaciones y el hecho de que las compartan con sus amigos, iglesias y lugares de culto”.
El propio jueves 3 de octubre, también se alzó una ola de respaldo por nuestra Omara Portuondo, a raíz de lo acontecido en el Palau de la Música de Barcelona. Cuando luego de interpretar el clásico “Quizás quizás” de Osvaldo Farrés, mostró signos de fatiga y desorientación, por lo que fue retirada del escenario. El espectáculo, con el respaldo de la Orquesta Failde, se había proyectado como un homenaje al Buena Vista Social Club y a aquellos grandes artistas que ya no están, desde su condición de protagonista excepcional de ese proyecto.
Sobre la “Novia del filin”, dijo precisamente Marta Valdés: “Omara es un modo de ser y estar que se instala en cualquier pieza cantable, sea cual sea su ritmo o su estilo. No importan los saltos melódicos hacia lo más agudo o lo más hondo. No importa dónde ni cómo puedan haberse entretejido las trampas del autor para hacer más incisiva la idea o suavizarla: en complicidad con él y sin aspavientos, como por arte de magia, ella hace transitable el camino elegido, por intrincado que sea”.
Son figuras entrañables, con los que tenemos una deuda de gratitud, a los que pagamos con cariño, deseándolos vivos y saludables. Por contribuir con su talento, con su cadencia o lirismo, a nuestras bandas sonoras, la de nuestros padres y las de nuestros hijos.
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