¡Ojo con Groenlandia!

Si bien expertos en psiquiatría han llegado a formular que el presidente norteamericano padece de “narcisismo maligno”, y en los últimos días llegó incluso a auto titularse públicamente como “el elegido” y “el Mesías”, no parece que su reciente dislate político al proponer a Dinamarca la adquisición de Groenlandia resulte del todo un neto acto de locura.

La “Isla mayor del planeta”, ubicada en la helada región ártico-oriental de América del Norte, fue descubierta en el año 982 por el jefe vikingo y notorio marino Erick El Rojo, y actualmente conforma políticamente una región autónoma perteneciente a la nación danesa. 

Pero más allá de estos datos de conocimiento general. Groenlandia tiene una posición geográfica de alto valor estratégico en el posible dominio del Ártico, se considera rica en petróleo, gas natural, tierras raras y otros minerales de alta demanda, y con el derretimiento gradual de los polos a partir de los efectos de cambio climático, se constituiría en una vía marítima y comercial muy apreciada al reducir las distancias entre América del Norte y Europa.

Por demás, el Ártico ha devenido en otro espacio de enfrentamiento entre el hegemonismo Made in USA y “oponentes” de peso como Rusia y China.

 En el primer caso, por ejemplo, el Kremlin desarrolla amplios planes para asegurar la navegación en aquellos gélidos espacios a través de una importante flota de buques rompehielos, mantiene estaciones y bases de exploración en la zona, e incluso ha diseñado sistemas de armamentos que pueden actuar con efectividad en escenarios de bajísimas temperaturas.

China, por su parte, ha sido muy activa con respecto a la región, y dentro de ella específicamente en el caso de Groenlandia, al punto que el pasado año propuso establecer por aquellos lares la titulada “Ruta Polar de la seda”, una versión del mega proyecto comercial e integrador que con nombre similar impulsa en los espacios euroasiáticos, rememorando las trayectorias de la caravanas que en siglos pretéritos enlazaban el Oriente con el Occidente.

Por demás, Beijing ha manifestado su interés en invertir en proyectos energéticos en territorio groenlandés y en la explotación de las tierras raras (vitales para para la industria de las comunicaciones digitales, el desarrollo de misiles, y el sector militar de avanzada, entre otros)

De hecho, indican medios especializados, “la mayor inversión de Beijing relacionada con Groenlandia hasta la fecha es la adquisición de parte del paquete accionario de la empresa Greenland Minerals Ltd., con sede en Australia, que planea buscar tierras raras y uranio en la gran isla helada.

Los cálculos que hasta ahora se conocen prevén que frente a las costas de esa ínsula danesa descansan 148 billones de pies cúbicos de gas natural y 17 mil 500 millones de barriles de petróleo por extraer, aunque “la ubicación remota y la severidad del clima limitarían su exploración y  explotación.”

En consecuencia, Donald Trump (junto a sus ácidos asesores) tal vez no tuviese el loco totalmente suelto cuando  días atrás propuso a Copenhague la compra de Groenlandia (como hizo Washington en siglos pasados con la Luisiana y Alaska), e incluso cancelara una proyectada e inmediata visita a Dinamarca al recibir la negativa de sus autoridades a semejante transacción.

De hecho, el gobierno danés indicó que está abierto a negocios e inversiones extranjeras en suelo groenlandés, pero no a su puesta en subasta ni mucho menos.

Por demás, y a manera de antecedente, gente cercana al jefe de la Casa Blanca reveló que, hablando del  tema el pasado año, Donald Trumb comentó en voz alta que tal vez a los daneses les pudiese interesar cambiar Groenlandia por Puerto Rico, con lo que reiteró entonces su total carencia de respeto hacia una nación caribeña convertida en pretendido “Estado libre asociado”, y por tanto susceptible de ser trocada por lo que a Washington se le ocurra.

De manera que sí…mucho ojo con la gran isla helada del Norte polar, porque evidentemente desde haca rato ya tiene su marca en el mapa del “nuevo orden global” que los hegemonistas nos quieren imponer.