Es evidente que los militares que depusieron el pasado tres de julio al presidente electo egipcio, Mohamed Mursi, han asumido el rumbo más explosivo e incierto a la hora de intentar su control sobre el país.
Si durante su breve ejercicio oficial el islamista Mursi enfrentó airadas protestas de grupos liberales temerosos de la conversión del país en una nación netamente confesional, entre otros sectores de presión, ahora son los Hermanos Musulmanes los que salen a las calles a demandar la reposición en su cargo del mandatario vencedor en las urnas.
Sin embargo, lejos de ensayar métodos negociadores y pacíficos para intentar soluciones, los mandos castrenses y las autoridades civiles designadas desde los cuarteles han optado por el incendiario método de la violencia extrema para acallar las masivas exigencias islámicas, con elevadísimos saldos de muertos y heridos, y la extensión de un clima de absoluta inestabilidad a todos los rincones de la nación.
De hecho, informes llegados desde El Cairo indican que ordenanzas oficiales autorizaron a las fuerzas armadas y policiales a disparar sin contemplaciones contra la muchedumbre, y de hecho un reciente ataque oficial a una barriada bajo control de los Hermanos Musulmanes terminó con la matanza de más de seiscientas personas bajo el pretexto de que “existían armas en el lugar”.
En consecuencia, el derrotero cada vez más violento del controvertido panorama interno egipcio se ha convertido en una alarmante preocupación internacional.
Así, mientras algunos analistas se aventuran a hablar de una posible guerra civil a partir del sesgo incontrolado y airado de los enfrentamientos, el privilegiado Consejo de Seguridad de la ONU manifestó su alarma por la generalización de la represión, y numerosos gobiernos del orbe –incluidos casi por fuerza Washington y sus aliados occidentales- han solicitado a ambos bandos el entendimiento para lograr un clima interno de paz y seguridad ciudadana.
Por su parte, el oportunista régimen sionista se apresuró a afirmar que estaría listo para acciones armadas contra Egipto si la explosividad interna local llegase a “afectar la integridad de Israel.”
Así las cosas, lo cierto es que alrededor del drama egipcio comienzan a moverse los más disímiles intereses y puntos de vista que, sin embargo, parecen coincidir en la necesidad de no echar más leña al fuego en un escenario tradicionalmente clave en la explosiva región mesoriental.
De manera que si bien existen administraciones, personalidades y organizaciones honestamente preocupadas por el tono sangriento que se va imponiendo en el país de los faraones, y ven como un acto ilegítimo de las fuerzas armadas el derrocamiento del gobierno legalmente constituido de Mohamed Mursi, hay otros segmentos que hablan de parar las matanzas como un medio de lavar imágenes públicas y convocar a un pretendido diálogo que no altere demasiado los resultados de la asonada castrense del tres de julio.
En pocas palabras, grupos de poder que no se sentirían del todo cómodos ni dueños absolutos de la situación con una administración islamista en El Cairo, a partir del díscolo proceder de los Hermanos Musulmanes a través de su historia, derivado de un radicalismo que se identifica con la interpretación más extrema del Corán, incluida la proclamación de la yihad contra todo “hereje”.
Y hablamos concretamente de las elites norteamericanas de poder, que aunque capaces de generar grupos terroristas como Al Qaeda, apuntalar a los talibanes en la guerra contra las autoridades de izquierda afganas y las tropas soviéticas que les apoyaban, y reclutar extremistas musulmanes para agredir a Libia o Siria, saben de antemano que tales socios poseen sus propios y muy definidos intereses confesionales y pueden morder la mano del amo sin mayores remordimientos.
Por demás, los grandes aliados egipcios de Washington son precisamente las fuerzas armadas de esa nación árabe, soportes durante decenios del régimen pro occidental de Hosni Mubarak, receptoras de un importante tramo de la ayuda militar de la Casa Blanca al exterior, y guardia pretoriana contra toda tendencia interna que amenace los vínculos con los planes de dominio regional norteamericanos, incluido la salvaguarda de la integridad sionista en la zona.
Y es justo en ese mar de corrientes encontradas donde se mueven los criterios en torno a los sucesos en Egipto, ciertamente al borde de un caos nacional que por sus imprevisibles consecuencias no parece deseable, ni para los amigos sinceros, ni para aquellos que solo intentan arrimar las brasas a su agria sardina.
Un bulldozer de las fuerzas de seguridad egipcias se mueve para dispersar a un campamento en manos de partidarios del depuesto presidente Mohamed Morsi y miembros de la Hermandad Musulmana. (Foto: AFP/Getty Images)
Un joven egipcio herido es atendido en el hospital de campaña durante los enfrentamientos entre partidarios del derrocado presidente Mohamed Morsi y la policía en El Cair. (Foto: Mosaab El-Shamy/AFP/Getty Images)
Los partidarios del derrocado presidente egipcio, Mohamed Morsi a cubierto de las fuerzas de seguridad egipcias, durante los enfrentamientos en Rabáh Al-Nasr Adawiya. (Foto: Manu Brabo/AP)
Un manifestante consuela a un colega herido después de que fuerzas de seguridad egipcias comenzaron a despejar una sentada por los partidarios del derrocado presidente islamista Mohamed Morsi. (Foto: Ahmed Gomaa /AP)
Un joven llora junto a los cuerpos de los manifestantes muertos durante la limpieza de una de las dos sentadas de los partidarios del derrocado presidente Morsi. (Foto: Mosaab Elshamy / European pressphoto Agency Agencia)
Dos manifestantes y un niño en la plaza de Nahda, cerca de la Universidad de El Cairo. (Foto: Mahmoud Ghany/European Pressphoto Agency)
Partidarios de Mursi, en un hospital improvisado de El Cairo.(Foto: Aly Hazzaa/El Shorouk Newspaper, via Associated Press)
Un partidario del derrocado presidente Mohamed Morsi, lesionad. (Foto: Hussein Tallal/Associated Press)
Los partidarios del derrocado presidente islamista Mohamed Morsi cuentan cadáveres en una morgue improvisada después que la policía barrió en su campamento con vehículos blindados y excavadoras en el barrio de Nasr City. (Foto: Manu Brabo/Associated Press)
Mercy
17/8/13 10:47
Esas imágenes dan pavor. ¡No a la guerra!
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