Hay quienes quieren sembrar rosas y solo logran tallos con espinas. También existen aquellos que plantan cactus y consiguen un polícromo oasis. Puede que alguien no le encuentre afinidades a estos dilemas de la jardinería política, con los resultados de una etapa cruda, lacia, de pocos perfumes. Quizás el que voy a contarles ilustre algunos síes y noes.
En términos numéricos y con significativo efecto sobre la sociedad, Irán deja de percibir cuatro mil millones de dólares por mes, a lo largo del medio año que separa a febrero y agosto, término temporal establecido para el acuerdo entre la nación persa y los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China), a los cuales se sumó Alemania. El papel de Moscú en el prometedor suceso fue determinante, pese a que desde el Kremlin no han reclamado semejante crédito.
El alivio de marras es frugal. Teherán continuará sin acceso, o con restricciones, a unos cien mil millones de dólares de sus activos en divisas, congelados como parte de las penalizaciones impuestas para obligarle a que abandone su programa de desarrollo nuclear. Es el propósito declarado. En lo no dicho, viciosas subtramas…
La atenuante al cerco comercial y bancario, pese a su comedimiento, trae consigo paliativos, pues el gobierno presidido por Hasan Rohani, podrá recuperar cuatro mil doscientos millones de dólares obtenidos con la exportación de petróleo, parte de lo hasta ahora paralizado en bancos extranjeros. Al propio tiempo, gozará de una relativa apertura a las exportaciones de productos petroquímicos y automotrices, así como la parcial reanudación de su mercado de oro y otros metales preciosos.
Pero, las prohibiciones al uso del sistema bancario internacional por parte de Irán, la exportación de varios servicios y los límites a las facturaciones de hidrocarburos, siguen vigentes.
Si en 6 meses se alcanza un acuerdo definitivo, pudiera abrirse la horquilla que pese a sus límites, es refutada sobre todo por Israel y Arabia Saudí. Tel Aviv porque teme perder su condición de potencia regional y reconoce a Irán como fuerza capaz de lograrlo. Riad, por su lado, aspira a amplificar sus capacidades e influencia para ponerlas a tono con su poder financiero. Por eso concurre en varios perturbadores asuntos de la zona.
A escala interna, el presidente norteamericano tiene fuertes opositores. Una parte del senado quiere aumentar las sanciones, algo que descarrilaría —según palabras del mismo Obama— las posibilidades de éxito del asunto por vía pacífica. Pidió a sus correligionarios frenar o desconocer una resolución que implique riesgos de perder lo alcanzado. Él se propone vetarla si aparece.
Por su lado, la jefa de la diplomacia de la Unión Europea (UE), Catherine Ashton, se congratuló del resultado, aplicable desde el 20 de enero, y apto para encontrar una solución definitiva... si en realidad se desea y los encartados se centran en procurarla.
De momento, el máximo representante religioso de la República Islámica, Alí Jamenei, y sus restantes autoridades, aprobaron el arreglo que contiene el compromiso de, sin renunciar a su derecho a tener un programa nuclear de uso pacífico, abstenerse de beneficiar uranio por encima del 5 %, destruir lo almacenado con un 20 % (para estar en capacidad de construir armas atómicas es preciso el enriquecimiento por encima del 90 %) y otras exigencias de parecido corte.
La querella entre Occidente y Teherán se ha prolongado durante un decenio al menos, con particular encono en los últimos años, pero en el fondo del asunto están componentes, por la parte norteamericana, como el rencor generado por el derrocamiento del Sha Reza Pahlevi, con lo cual fueron depuestos, al unísono, los privilegios económicos y de espionaje que tenía Washington en ese país.
Esa vieja vergüenza aumentó con el fallido intento de rescatar los rehenes norteamericanos en Teherán, a finales de los 70, asunto que le costó la reelección a James Carter, entonces a cargo de Estados Unidos.
Falta mucho por dilucidar, sobre todo, encontrar los códigos que permitan, como dijo el canciller iraní, Mohamad Javad Zarif: “(…) empezar a movernos en la dirección de recuperar la confianza, una dirección hacia la que, en el pasado, nos hemos deslizado en contra”.
Todo puede prosperar, y con rapidez, si se vencen las infundadas sospechas hacia los persas que tienen varios países, entre ellos, Francia. París ha procedido de modo similar a lo hecho con respecto a Siria, cuando adoptaron posiciones muy duras, a nombre de mejor no saber quiénes, y ahora exigió un aumento en las inspecciones de la ONU, en este otro sumario. Exámenes, por cierto, que nunca dejaron de realizarse, aun cuando jamás se le hicieron a Israel, pese a saberse de sus arsenales atómicos no declarados.
El suceso es un saludable comienzo para el nuevo año. Ojalá florezca a plenitud.
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