Los presidentes norteamericanos suelen emprender actos constructivos en política exterior cuando disponen de un segundo mandato, así aseguran avezados analistas políticos. Por supuesto que no siempre fue de ese modo, pero es una inclinación diseñada para que cada uno deje un rastro en la historia que obligue a citarlos y por esa vía trascender. Se da por sentado que el actual jefe de Estado no sea inmune al recurso, pese a que ya sentó un precedente por su procedencia étnica.
Será el 2014, o no, testigo de si la huella que deje Barack Obama es admirable o catastrófica. Materia existe en cuanto a Irán y Siria muy especialmente. Los republicanos, algunos demócratas y gobierno amigos, antes que cualesquiera otros, Israel y Arabia Saudita, insisten en que abandone la estrategia negociadora emprendida, en particular con el país persa.
A esos fogosos intransigentes les molesta que se sustituya por la cordura la tradicional (y nula) estrategia de amenazas militares, o uso de la fuerza a través de sanciones económico-financieras y el ostracismo político.
Resulta, sin embargo, que también es praxis común en Estados Unidos ser muy pragmáticos en cuanto a ciertos temas o circunstancias. Y la situación económica prevaleciente, los peligros en ese sentido anunciados por los mejores expertos; el monto de la gigantesca deuda cuando avanza la posibilidad de que el dólar no pueda mantenerse como la principal divisa de reserva y comercio mundial, toda vez que China y otras naciones se mueven para dejarlo a un lado, son aspectos, entre diversos etcéteras, que llaman a echar mano de la lógica y dejar los caminos incongruentes.
Todo corredor de fondo necesita un respiro antes de llegar a cualquier meta.
Por supuesto que el realismo que este tiempo requiere para que el imperio continúe siéndolo, o algo parecido a ese papel se dilate, no es asumido por todos. Librarse de viejos resabios es siempre difícil, máxime si la soberbia prevalece. Que a estas alturas Washington maneje asuntos trascedentes como si fuera una antigua metrópoli colonial, indica que nada está esculpido de forma indeleble como verdad total y cualquier viraje, insensato, absurdo, puede esperarse.
Que Rusia haya tenido dos innegables éxitos, ganándole el pulso a EE. UU., al hacer uso de una diplomacia bien concebida, en los casos de Siria, al desarticular el preparado ataque a ese país, al proponer un arreglo con la eliminación de las armas químicas, y también los buenos oficios desplegados con respecto al acercamiento constructivo al tema iraní; acicatea posiciones reaccionarias y bastante cortas de visión. Por eso no sería raro algún zarpazo que no por fuerza sea positivo siquiera para los propios EE. UU.
A la que va dejando de ser unipotencia le conviene ocuparse de sus problemas internos. La batalla por la reforma del sistema sanitario, con deficiencias, pero mejor que la que Obama quiere dejar atrás, es uno de los motivos de discordia entre republicanos y demócratas, o a quienes en el no tan oculto poder real, el de los magnates y financistas, no les acomoda el nuevo sistema.
Hay discrepancias además en materia militar, por los recortes que el Pentágono debe hacer. En tiempos flacos no es posible mantener presupuestos improductivos tan elevados, mientras aumentan los sin techo, el desempleo y los jóvenes de Ocupy Wall Street, demuestran que está bien identificado el “enemigo”. Dicen que ya desapareció ese movimiento, pero no es así. Solo cambiaron de táctica. Pueden remozar la obra hasta con mayor fuerza. Motivos no faltan. Véase —por citar un elemento— cómo se ha destruido la clase media, característica típica y orgullo tradicional de los norteamericanos.
Y como mientras tanto ya hay una ciudad (Detroit) declarada en quiebra (cuentan que otras están a punto de lo mismo o deberían acogerse a la ley que les prestaría cierto respiro) es demasiado evidente que sanear la economía, emprender otras alternativas, se impone y hablar de recuperación es tan ilusorio como infructuoso.
El 2014, tanto a escala exterior como en lo interno, le presenta retos de techo alto a la administración de Obama. También a sus adversarios (el otro zapato del mismo par, en realidad), pues habrá comicios legislativos, en los cuales los conservadores pueden perder la actual mayoría en el Congreso.
Sería una ventaja para el actual presidente, obligado a aprovecharla, si ocurre y sabe cómo beneficiar su mandato con esa capacidad de maniobra adicional, desde luego.
A decir verdad, el entorno mundial es tan intricado y confuso (puede ser peor), que el mejor pronóstico tiene perfiles imperfectos. Si quiere saber otros porqués, lea la próxima y última entrega de esta serie. Están avisados.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.