La dramaturgia de Nicolás Dorr ha permanecido en escena desde aquel estreno que obnubiló al público y a la crítica con Las pericas, indudable hecho escénico premonitorio del teatro negro y de la crueldad que actualmente ocupan planos cimeros en los escenarios cubanos. Una obra que posee evidentes puntos de contacto con su primogénita, lleva por título La profana familia, ambas con caracteres autobiográficos, que ha ocupado siete temporadas en teatros habaneros entre 2012 y 2013 en las salas Adolfo Llauradó, El Sótano y el teatro Mella; con montajes escénicos del autor.
Una de sus obras emblemáticas, Confesión en el barrio chino, escenificada en Manhattan, mereció dos premios de dramaturgia, en 2011 y 2012, conferidos por la Organización de Actores Latinos y la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York.
ENTRE LAS BAMBALINAS DE UN NICOLÁS NOVELISTA
Algo insólito en la escena cubana ocurrió cuando un jovencito de catorce años debutaba como dramaturgo con El palacio de los cartones, en 1959. Desde entonces, sus obras han nutrido el teatro, con títulos que durante mucho tiempo fueron dirigidas por su hermano Nelson y que, al cabo de los años Nicolás asumió también como director. Dos antologías de sus piezas han sido publicadas por Letras Cubanas que ahora también dio a conocer su primera novela, El legado del caos, conmoción de asombros y admiración en el público y la crítica.
—¿Por qué abandonaste el teatro por la novela?
—Yo no lo he abandonado ni mucho menos, porque ha sido mi alimento espiritual desde muy niño. Pero sí he visto al teatro como un elemento de la literatura, como un hecho literario. Por tanto, de un hecho literario teatral a uno narrativo el camino no es tan largo ni complejo. He tratado de reunir una serie de personajes que tenía en mente, tantas historias tan complejas que si hubiera intentado llevarlas al teatro, no hubiera tenido tiempo, porque habría tenido que escribir como cuarenta obras, para poder apresar todos estos personajes y situaciones que, desde hace tiempo, me venían compulsando, hasta que finalmente salieron por el género idóneo: la narrativa.
“Una narrativa en mí algo especial, porque soy un gran lector de novelas, pero nunca me ha gustado la novela con diálogos. Prefiero la puramente narrativa como la de Carpentier. Eso era un tour de force para mí, hacer una novela sin diálogos, en que la narración fuese el punto fundamental. En ella trabajo tres estilos narrativos: en tercera persona, con cierto influjo de lo barroco; otro, también en tercera persona pero de una manera muy directa. Y, como tercer estilo, el monólogo de un personaje a otro, que le va contando una historia, que también se va conociendo por los otros capítulos en el otro estilo. Todo se complementa, a través del acontecer de la realidad cubana desde 1902 hasta 1980. Y, de igual manera, las problemáticas de muchas personas en ese lapso de tiempo”.
ACERCAMIENTO A UN FABULADOR DE LA CUARTA PARED
—Por qué abandonaste la escritura para el teatro?
—Yo no podría abandonar el teatro porque ese es mi verdadero universo, donde me expreso mejor y siento que mis emociones llegan más directamente al espectador. Por eso me siento enormemente feliz por haber obtenido, junto a Gerardo Fullera León, el Premio Nacional de Teatro 2014, con el cual disfruto de la felicidad que hasta ahora consideraba una utopía. Muchos me dicen que este premio me llegó tarde y yo opino todo lo contrario, porque es mejor recibirlo ahora, porque me parece que un premio del siglo XXI adquiere mayor vigencia y eterna perdurabilidad.
—¿Cuáles han sido tus más recientes entregas a la escena cubana?
—Acabo de darle la última pincelada a una nueva comedia para Rosita Fornés, pues yo le escribo a ella desde 1983. El primer personaje fue Violeta Álvarez, para Confesión en el barrio chino. En la medida que el tiempo ha transcurrido para ella, le he creado personajes que se ajusten a nuevas etapas de vida, como Vivir en Santa fe, Nenúfares en el techo del mundo y, ahora acabo de regalarle Mejilla con mejilla, que fue presentada en la televisión cubana hace algún tiempo”.
—¿Cuál es tu próximo proyecto literario?
—Estoy tomando un descanso como escritor, porque las neuronas tienen que refrescarse. Escribir la novela me llevó un buen tiempo para su elaboración, en meditaciones, reajuste y la documentación para describir tantas décadas que resultó difícil, como también lo fue unir el humor con lo dramático. Quedé exhausto, hasta el punto de pensar que la imaginación se había agotado.
“Entonces para entretenerme y demostrarme que seguía vivo, escribí cuatro obras de teatro, las cuales iré dando a conocer poco a poco: Caminos y El gran taller de actuación.
”A principios del pasado año concluí Cama redonda y acabo de terminar Duelo en el Maniatan. Y, en estos momentos estoy ensayando Clave de Sol, con Nilda Collado, que será presentada en las salas El Sótano y Adolfo Llauradó”.
LA INGENUIDAD PERVIVE EN SU CONDICIÓN HUMANA
—¿Y no has pensado incursionar en el cuento?
—Para mí el cuento es un género sumamente difícil por la síntesis que implica y no se me ocurre ser tan desfachatado de querer ser cuentista. Sin embargo, empecé escribiendo poemas. Tengo un libro inédito de poesías, Tiempo inquieto, de 1959.
“Nunca he ubicado esa fecha como el inicio de mi carrera, sino la del 3 de abril de 1961, cuando estrené Las pericas. Pero por esa época yo era un niño muy prolífico, escribí un par de cuentos horribles, por suerte se perdieron todos”.
—¿Qué queda de aquel niño prodigio que asombró la escena cubana?
—Aunque parezca mentira, lo que queda y va a quedar siempre es la ingenuidad, el sentido de diversión, obnubilarme ante la realidad a que me enfrento, esa capacidad que tenía de niño de reírme, de disfrutar personajes.
“Al mismo tiempo, persiste mi manera de trabajar una cierta ingenuidad creadora, donde los estilos, géneros y estructuras surgen espontáneamente. Eso se ha mantenido hasta hoy y espero que siempre continúe, porque es el niño que está dentro de mí y a quien yo alimento lo más que puedo”.
—¿Tu gran ilusión?
—Es la comunicación. Aspiro a comunicar algo con lo que escribo, porque me entrego totalmente en el acto de la creación. Mi gran aspiración es que el público disfrute tanto como yo lo que he escrito.
UNA LITERATURA QUE ALIENTA CUBANÍA
—¿Consideras que tus personajes y tu escritura responden a los códigos de lo que pudiera denominarse una literatura en pos de la cubanía?
—Eso no es algo que uno pueda plantearse previamente ni mucho menos. La cubanía es sentirse que uno forma parte de una nación y la manifiesta a su manera. Y eso es lo que he hecho hasta ahora.
Nicolás Dorr, premio Nacional de Teatro 2014.
Yunitón
16/1/14 11:53
Este grande del teatro cubano, mejor dicho, de la cultura cubana... el profe Nicolás al que recordamos en sus clases de Guión... un hombre sencillo y amable... gracias Ada Oramas por la entrevista...
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