//

lunes, 18 de noviembre de 2024

Mi arma más preciada es la cubanía

Gerardo Fulleda León, Premio Nacional de Teatro 2014, habla en exclusiva para Cubahora sobre sus conceptos éticos y estéticos y el estreno de La pasión desobediente...

Ada María Oramas Ezquerro en Exclusivo 10/08/2014
1 comentarios

Escribía para dar libre paso a las inspiraciones que pugnaban por adquirir forma, primero en la poesía, más tarde en sus cuentecitos, hasta que surgió su primera obra. Gerardo Fulleda León constituye un paradigma de la creatividad en el universo de la cuarta pared, en la amplitud genérica de su teatro.

Sus obras han marcado hitos en la historia del teatro cubano, con el inicio inolvidable de su primera obra para una noche: La querida de Enramada, la cual trazó nuevos caminos en el teatro cubano por lo genuino de su concepción, al punto que marcó una huella que hizo época y sigue tan actual como en su estreno.

REFLEJAR EN LA ESCENA LO QUE GUARDAMOS INTERNAMENTE

—¿Por qué eligió el teatro como vía de expresión?

—Durante mi infancia, en Santiago de Cuba, cuando estaba en tercero y cuarto grados, en vez de jugar a los bandidos jugaba a los héroes. Quería ser Antonio Maceo y morir heroicamente. Y los libros que me atrevía a leer eran para adultos, de la biblioteca de un vecino, y me fueron abriendo el sentido de lo espectacular.

“Yo no tenía noción del significado que ya empezaba a surgir en mí, a partir de aquellas lecturas, yo hacía breves películas en papel cuadriculado y las cambiaba por botones en la escuela.

”Me impactó grandemente el desfile del Carnaval en Santiago de Cuba, el baile de mamarrachos que iban casa por casa buscando el aguinaldo y realizaban pequeñas representaciones. Además, en sí, todo el Carnaval posee una gran teatralidad. Todo eso y aquel comienzo con mi madre, cuando asistíamos a la escenificación del Calvario de Cristo, en la Semana Santa, fueron vivencias que me fueron formando.

”Fui muy amante del cine. Desde pequeño veía todas las películas que podía en la televisión. También iba a un cine, pues tenía una vecina que trabajaba como portera en uno y entraba gratis a todas las funciones con un gran amigo mío, Armando Pérez Miró, y veíamos las películas y los seriales. Todo eso me encantaba e influyó mucho en mí”.

MI PRIMERA OBRA…

“Cuando los tíos que me criaron me trajeron a La Habana, escribía poemas, lo primero que uno escribe, como todo el mundo. Después escribí unos cuentecitos que yo llamaba diálogos. Seguía viendo cine y, un día, de repente, me enfrenté al teatro. Una de las primeras obras que presencié fue La taza de café,de Rolando Ferrer, me impresionó muchísimo. Conocí al autor que luego fue profesor mío, compañero del grupo teatral Rita Montaner, y llegó a ser un gran amigo mío.

”Después de presenciar La taza de caféescribí, de un tirón, mi primera obra: La muerte diaria (1959). Tenía mucho que ver con la lucha clandestina en Santiago de Cuba. Por esa época habían salido unos poemas míos en Lunes de Revolución, que me publicó Virgilio, aun sin conocerme, y envié la obra también para publicarla. Supe que Virgilio decía que, además de poeta, yo era dramaturgo. Y yo ni siquiera lo sabía por entonces.

La muerte diaria la escribí de modo intuitivo, porque siempre me han interesado los conflictos, el diálogo; para revelar las situaciones, sentimientos y emociones que los seres humanos develamos cuando reflejamos en escena lo que guardamos internamente, en la lucha con el otro por subsistir y por ser”.

CONSOLIDAR EL QUEHACER DRAMATÚRGICO

—Y ahora, al cabo de los años, en plena consagración, recibe el Premio Nacional de Teatro 2014. ¿Podría valorar su significación para usted?

—Representa una gran alegría y un gran placer recibirlo, y más aún recibirlo con Nicolás Dorr, pues fuimos compañeros desde el Seminario de Dramaturgia, amigos y colegas. Además, Nicolás dirigió durante un breve espacio de tiempo la compañía que yo dirigí durante 25 años, el grupo Rita Montaner.

“Me da mucha alegría que nos hayan otorgado el Premio Nacional de Teatro a Nicolás Dorr y a mí, pues creo es una forma de consolidar el quehacer dramatúrgico. Es la primera vez que se premia a dos dramaturgos en igualdad de condiciones y, por ello, me siento muy honrado.

”Estimo que esta valoración obedece a que todo el esfuerzo de tantos y tantos formados en el Seminario de Dramaturgia, impartido en los primeros años de la Revolución, con profesores como Osvaldo Dragún y Josefina Hernández, no iba a ser en vano.

”La dramaturgia cubana cada día consolida más su presencia, no solamente por nosotros, sino también por los jóvenes, quienes tienen enormes ganas de hacer lo mismo que nosotros, y tal vez su calidad es superior a lo que escribíamos cuando empezamos”.

POR UN TEATRO MÁS CONTEMPORÁNEO, TRASGRESOR Y REVELADOR

—¿Cuáles son los aportes más valiosos del Seminario de Dramaturgia a su vocación?

—Yo puedo hablar personalmente y no por los demás, pero a mí me dio las armas .Por eso nunca podré olvidar las clases de Dragún, Retamar, Carpentier y Rogelio Martínez Furé. Fue un enriquecimiento total para mí, desde que escribí mi primera obra, luego en Cal en las tumbas (1961), que obtuvo el tercer premio en el Primer Concurso Nacional de Teatro, en 1962, auspiciado por el Consejo Nacional de Cultura. Revivo en la memoria una mañana en que Luisa Josefina me invitó a su casa, en Miramar, y permanecimos tres horas, ella analizando mi obra y dándome orientaciones para su estructura, señalando las elementos que faltaban.

“Voy a agradecer estos consejos toda la vida, aquellas sugerencias tan valiosas de ella y de todos los que formaban parte de aquel claustro que tanto influyó en nosotros, pues sin ellos nuestros derroteros hubieran sido otros.

”En mi caso, me enseñaron a pensar en la acción, en la dramaturgia, sobre todo Luisa Josefina, en cuanto al diseño de la arquitectura teatral y la búsqueda de nuevas posibilidades; a no conformarme —como le digo a mis alumnos— con la visión que nos dan los personajes que estamos trabajando para ir más a lo hondo, ver todo lo sórdido o hermoso que esconden y tratar de hacer un teatro más contemporáneo, más trasgresor y, a la vez, más revelador.

LA GRAN ESCUELA

—¿Cómo influyó en usted el grupo Rita Montaner, durante los 25 años que lo dirigió?

—El grupo Rita Montaner fue la otra parte de mi vida como creador y me permitió llevar a la práctica cuanto había aprendido. Contribuyó a mi maduración como teatrista. Allí aprendí, sobre todo, a respetar a los actores. Para mí, ellos eran una revelación, pues los consideraba aparentemente frívolos, a pesar de ser muy buenos en su profesión. Al conocerlos, me percaté de mi error: eran seres humanos como otros, pero, además, muchos poseían un nivel intelectual muy elevado y, en otros casos, su intuición era soberana. Todo esto contribuyó a transformarme y a crear constantemente.

“El grupo Rita Montaner fue una gran escuela y sigue siéndolo para mí, pues le debo mucho. Mi primer estreno de una obra grande, La querida de Enramada, a la cual debo muchos placeres y también algunos sinsabores, los cuales podría definir como cabecitas de alfiler, que se multiplican en las sombras de la tarde en una habitación”.

—Recientemente brindó seminarios de dramaturgia en el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, con frecuencia bienal, y está previsto que se reedite a fines de este año.

—He impartido cursos de este género, dos en Cuba y cinco, en el extranjero. Los he ofrecido en Tucumán. Argentina y en Gotemburgo, Suecia. Han sido muy importantes para mí, porque la enseñanza es una forma de enriquecimiento. Es la forma de poder palpar, estar y ayudar a formar. Porque nadie hace dramaturgos, los dramaturgos nacen como los artistas. Como docente, uno puede ayudarlos a formarse, darles materia prima para encauzarlos en sus creaciones, a encontrar vías de expresión.

GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA EN TODA SU VITALIDAD

—¿Podría hablar de tu más reciente estreno?

—Es La pasión desobediente, inspirada en Gertrudis Gómez de Avellaneda. Es ella junto al lecho de su esposo moribundo en Pinar del Río. En el texto aparecen toda la vitalidad, trasgresión; el poder y la alucinación de esa mujer, la más grande dramaturga que no solo ha dado Cuba, sino las letras hispanas. La obra acaba de estrenarse por el grupo Rita Montaner, en la sala El Sótano, y me siento muy satisfecho de la acogida del público, que ha sabido penetrar en sus vasos comunicantes.

PEREGRINAJE AL COBRE A ESCENA

—¿Alguna otra obra en perspectiva?

—Estoy vaciando en el papel una obra que llevo trabajando desde hace rato: Peregrinaje al Cobre. El texto ha ido tomando forma en mi mente y creo disponer de las armas para emprenderla. Tiene música y canciones. Es algo así como un travelling road, como una película de acción por carretera.

“Se trata de una estigmatizada de Santiago de Cuba, en una época reciente, quien llega al Cobre por el camino viejo, y recoge las incidencias que ocurren durante el trayecto. Es una obra que promete.

—¿Que armas le otorga la cubanía a la hora de hacer teatro?

—Me las da todas. Pienso que nuestra cultura popular, el humor, ese acervo musical —yo adoro la música—, esa capacidad danzaria que tenemos —aunque yo sea patón, pero con tres tragos de seguro rompo cualquier zapato—. Con esas cuatro o cinco armas se puede hacer de todo y eso es lo que trato: ir por más.

“Ese es mi propósito, quiero seguir escribiendo y espero tener la posibilidad, pues me la han dado. Mi arma más preciada es la cubanía, pero hay que usarla con cuidado, respetando lo genuino, sin apelar a recursos efectistas que la deformen”.


Compartir

Ada María Oramas Ezquerro

De larga trayectoria en el periodismo cultural. Premio de Oro, del Gran Teatro de La Habana y Miembro de la sección de la Asociación de Artistas Escénicas de la UNEAC

Se han publicado 1 comentarios


Abel Trujillo desde FB
 12/8/14 9:30

Debe ser una gran obra de teatro , porque el arte en Cuba es la principal manifestación del avance y progreso del socialismo . Que viva Cuba .Abajo los miameros .

Deja tu comentario

Condición de protección de datos