Los que rondan la edad de los septuagenarios, han tenido la oportunidad única de haber pasado telegramas en clave de Morse, y usar el téléfono pocas décadas después de inventarse hasta llegar a los actualmente modernos celulares.
Tal aparato lo han utilizado desde que era el auricular separado del resto del equipo al que se le accionaba una manigueta para que diera timbre, y lo continuaron empleando cuando se integró todo en un solo cuerpo al que se le incorporó tiempo después un disco para marcar los números.
Como sucedió en cada etapa, los actuales ancianos, que en su momento fueron jóvenes, tuvieron que ir aprendiendo los protocolos de comunicación, pues primero había que girar la manigueta, pedirle al centro telefónico que conectara.
Al modernizarse, bastó discar el número para llamadas locales y el 00 para solicitar largas distancias, operaciones todas que podían comprenderse los motivos, pues todo era visible y palpable, lo cual era una sólida prueba o argumento de por qué había que hacer cada acción.
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La fuerza de la costumbre, la resistencia al cambio y el confort de actuar sin tener que aprender nada más, pueden haber influlido en las personas que han ido acumulando edad, lo mismo que sucede hoy a los jóvenes que están habituados a tener siempre encima el celular y estar conectados con todos y con todo.
Circula por las redes un diálogo en el cual el jóven le dice al anciano las ventajas de su generación en comparación con la de las personas envejecidas, y el septuagenario responde con una pregunta: ¿Y no te has dado cuenta que fue mi generación la que inventó el Internet para que tu la tuvieras ahora o crees que fue la tuya?
Dicen que hay estudios científicos sobre el tema, pero sin consultarlos, solo observando la realidad circundante, se aprecian pruebas que rebelan las causas que han dado motivo a la apreciación de que los adultos mayores no pueden aprender a usar las nuevas tecnologías, y si lo hacen es con mucha dificuiltad.
Sin dudas, el envejecimiento causa desgastes físicos y mentales, pero es cuestionable que digan que es hasta tal punto que ya la persona no puede aprender a usar una tecnología como la de Windows cuyo éxito indiscutible se debe a lo simple y sencillo que es de usar en comparación con el anterior sistema operativo.
Es más fácil tocar teclas numéricas en un moderno celular que tener paciencia para dar vueltas y más vueltas a una manigueta a la espera de que la operadora atienda entre tantas llamadas y luego establezca el enlace con la otra persona que responderá si está cerca.
Cabe preguntarse por qué no podemos usar las nuevas tecnologías los adultos mayores, las personas de edad avanzada, los de la tercera edad y otras denominaciones amables para no decirnos: viejos, que realmente es lo que somos en comparación con los nuevos porque nacieron hace menos tiempo.
Hay quienes sostienen que según adquirimos edad y conocimientos, fortalecemos la costumbre de buscarle explicación a todo, de querer saberlo todo, de entenderlo todo, de hallarle fundamento a todo, de no hacer nada si no lo comprendemos todo, es decir, que absolutamente nada puede quedar sin aprenderse para usar algo.
¿Quién no ha visto a ese hombre o mujer habituado a razonar querer conocer cómo es que dentro del disco duro de una computadora caben miles y miles de libros que ocupan decenas de metros cuadrados en una biblioteca?
¿No han notado que el niño o el adolescente le dice al anciano los pasos que debe dar para encontrar un texto, pero es incapaz de explicar cómo se logra almacenar tantos datos en un dispositivo y mucho menos de explicar qué es eso de que "está en la nube"?
Se puede, al menos en estos casos, establecer que los viejos no aprenden porque los nuevos no saben explicar, no es que no quieren, es que desconocen muchos elementos de las modernas tecnologías, pero además: no poseen saberes didácticos para enseñar, y aprenden dando clic de manera intuitiva sin profundizar en el por qué.
Hay quienes abogan por especializar personas en enseñar a los adultos mayores, y ya hay pruebas de que es posible, pues con el relanzamiento de la bancarización, ya hay abuelos que están aprendiendo a usar las pasarelas de pago porque estas nuevas tecnologias fueron creadas gracias a los saberes acumulados por los actuamente envejecidos.
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