En enero de este 2024, fue noticia y centro de otro debate los “retos” o “tendencias” motivados por el tema “Abakuá namá” de Chocolate MC, el epígono de los que protagonizarían el concierto del sábado 8 de junio en la Finca de Los Monos. El tema del radicado en Miami, aunque muy escuchado en nuestra barriadas, es una explícita exaltación de la violencia, como las que se escenificaron en las afueras del capitalino Palacio Tecnológico.
La melodía se volvió viral en TikTok e Instagram, días antes de la fecha anunciada para su estreno oficial en su canal de YouTube. Con el impulso del propio “Rey del reparto”, con más de 500.000 seguidores en Instagram, el que sin filtro ético alguno llenó su perfil con decenas de reels o fotos con jóvenes que bailan o posan armados con navajas, cuchillos o machetes. Sobre los fragmentos que adelantó Chocolate durante una transmisión en vivo donde polemizaba con otros artistas urbanos, comenzaron a montarse estas coreografías donde se veían a muchachos de nuestros barrios portando armas blancas y en actitud agresiva. Un performance violento sobre una música pegajosa, embarrado de guapería y falsa religiosidad. Todo, para vender su reinado o una supuesta superioridad repartera.
Consulte además: Ni violencias, ni fincas: cultura para emancipar (I)[at1]
Hay uno que muestra a un niño utilizando una espada de juguete mientras baila y hace gestos de atacar. Entre los más brutales aparece un joven golpeando a otro; un “especialista repartero” dando clases sobre cómo ser “un tanke” mientras baila con un cuchillo. Un grupo de jóvenes corriendo mientras son perseguidos con armas, se ven en otro más.
El tema es una declaración de guerra contra todos aquellos que no sean "repas". "Aquí no queremos mikis disfrazados de repas, es pa' la acera to' el que no tenga chaveta", corean tres adolescentes mientras sacan sus cuchillos en gesto desafiante.
"Ustedes no son reparteros na'. Los repas están en el bonche (fiesta) con una chaveta. Ando con un tres pa' ocho Makarov (arma de fuego) y con un astra (cuchilla) en la boca. Quítate antes que te corte la jeta (cara)", es parte de su letra. "Métele a cualquiera, a partir de ahora voy a abusar del resto" y "Me cortaron la jeta, le metí dos tanketas y la mano por el culo completa", son otras de las incitaciones a la agresión física.
Vale traer a colación que Yosvanis Sierra, el centrohabanero detrás de esta marca del reparto, ha enfrentado periodos de prisión tanto en Cuba como en los Estados Unidos; por diversos delitos, desde violencia doméstica y publica, hasta posesión de drogas ilegales. Como el mismo ha contado lo sacaron de la beca por “mala cabeza” y luego, mientras su madre lo hacía en el politécnico estudiando Higiene y Epidemiología, se pasaba todo el día en Mantilla, en el estudio casero de Elvis Manuel, “El rey de la Tuba”.
Más recientemente, dos de los más seguidos exponentes del género, El Taiger y Ja Rulay, protagonizaron un enfrentamiento que requirió la intervención de policías y personal de seguridad. Después de semanas de intercambio de fuertes mensajes a través de sus perfiles de Instagram, la tensión entre ambos artistas culminó en una cara a cara en Varadero, donde habían sido contratados para sendos conciertos, dos días diferentes.
El encontronazo fue capturado en un video que circulado ampliamente en el ciberespacio cubano. Un fragmento de este fue incluido en el más reciente video de Harryson, “Otochana mi”, con un discurso de guapería y confrontación: “Yo lo que quiero es que se caliente ya…”
Esta postura de permanente confrontación y disputa también reinó en el “cubatón”. “Llegaron los malos” fue carta de presentación de Yomil y El Dany. Jacob Forever dijo en “Son muchas cosas”: “Mira como vengo que ni yo mismo no me soporto, matando con la larga a todo esos cortos … quítate que traigo fuerte el gatillo”… “tírale bomba”. “Pafata, esto es un palo por la cara”, fue el coro de un popular tema de Los 4.
No olvidemos a los que se prestaron para una aberración como “No hay break”. Aquel video financiado Gilbertman, delicuente con ínfulas de capo y que intentó subvertir a un símbolo de superación de la marginalidad como es el Chala de “Conducta”.
Si el rap es/fue guerra el reparto es competencia trapera, “Tiradera” “chancletera”, chanchullo del más bajo y pestilente. Sobre todo el que se amplifica a través de las redes sociales virtuales, desde el pantano de Miami. Un fanguero donde Chocolate campea, con toda la “plenitud” de su (in)cultura.
Está más del trap, derivado del dirty south, practicado por exponentes de Georgia y Atlanta y con redundancia temática alrededor del ego, la violencia y los vicios del bajo mundo. Como su primo el trap latino, hace abuso de un lenguaje vulgar que violenta los límites de la más elemental decencia. Sus exponentes desestiman toda alusión, lo que vale es hablar explícito, de ahí sus letras llenas de obscenidades y frases soeces.
En lo que ha “sentado catedra” el autor del “Guachineo”, con sus “variaciones” sobre el alarde falo-céntrico o la oferta mercantilista del sexo “divino” del macho, pagado con el correspondiente “divino” de la hembra, “con maldad” por la “maldita” y “con maldad” por el “asesino”. Lo que se ha constituido en “patrón de éxito” y genera verdaderos clones, con temas como “Palito Presidario” y ''Totica Delincuente''. “Perlas” de la ya mencionada banalización de la violencia y de una cultura presidiaria, hasta el punto de connotarse como atributos, quilates del buen sexo, terminso como “asesino”, “presidiario” o “delicuente”.
- Consulte además: Ni violencias, ni fincas: cultura para emancipar (III)
Así y todo es el subgénero que más se consume por nuestros masificados niños, adolescentes y jóvenes, grandes multitudes arrastradas hacia determinadas conductas por la influencia de sus exponentes.
Con niveles de covers que escandalizan, pero dejan chiquito aquel concierto de los 100 CUC, de “La máquina de hacer dinero” (Baby Lores) y “El mejor bolígrafo de la República” (El Insurrecto) en el Salón Rojo del Hotel Capri. Luego de una performática y agresiva “tiradera”, que también se ha quedado cortica frente a los que se puede ver hoy en las redes sociales virtuales.
Lo más grave no es que para un concierto de Bebeshito se pida 100 mil pesos por una mesa, sino que haya quienes paguen esa suma para escuchar sus pornocanciones. Que nuestras muchachas coreen sin rubor estribillos como el de la “Totaila”sin sentirse violentadas. Lo más preocupante es el consumo acrítico de tales mercamusicas. Y que así, sin vacunas, ni Decreto 349, se esparza por doquier, contaminando a tanta juventud.
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