La adoradora de Bebeshito creció y conformó su subjetividad en un contexto patriarcal y falocéntrico, donde los machos mandan y miden, donde se valoriza a las mujeres por sus atributos físicos y su obediencia a las reglas que estos imponen; por la “totaila” que exhiben y por su “amarrar a la pieza”. Los juegos y las canciones infantiles, como la música que ahora consume, vehicularon y transmitieron una ideología de sumisión y una diagramatización que normalizan el machismo y edulcoraran este tipo de violencia.
“La tigreza hp”, como las mujeres que la tildaron de “loca” al verla irrumpir en el escenario y que pidieron que la sacaran del lugar, no percibe la gravedad de lo sucedido; ni la desproporcionalidad de los agentes de seguridad, ni la subvaloración que hicieron de su cuerpo y su integridad, la trataron como un animal, como una cosa. Mucho menos, son capaces de relacionar tales excesos con la misoginia predomínate en el reparto más reproducido y el que masifica la maquinaria de los bebeshitos.
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Escuché por primera vez “El Hacha” en un ómnibus urbano, cuando un grupo de muchachas de secundarias la tarareaban y disfrutaban, en un escandaloso frenesí. Hace unos días, en el cumpleaños de una vecina, repitieron más de 10 veces la pista de la “Totaila”; la homenajeada de unos 60 años la coreaba con el mismo entusiasmo que su quinceañera nieta.
“La Diosa”, como “La niña”, dos exponentes féminas del género, reproducen el mismo reparto de roles, que los machos han impuesto. Recordemos “La papaya de 40 libra”, de la primera.
Todas, parecen gozar estos amarres, estar sujetas a esta moda y a este modo de relacionarse con los del sexo masculino, reducidas a esa “libertad” de escoger mango o mandarina, a dejarlos “quemaó” o a dejar que las “quemen”, a seleccionar, en definitiva, entre las opciones que los machos han impuesto a ritmo de po po pó…
Me “suena” que Oniel tampoco es consciente de la gravedad de lo acontecido en Camagüey, de la violencia simbólica que practica a través de sus producciones, ni en qué medida sirve a la banalización de la violencia física que de manera creciente se manifiesta en nuestros barrios.
Pues, según se manifestó, tiene “la conciencia demasiado limpia” sabiendo que pertenece “al 5% de hombres que nunca en la vida le han puesto un dedo a una mujer”..YO ME CRIÉ CON MUJERES”, enarboló, pero parece que creció entre mujeres machistas, que admiraban como él a otros machistas famosos.
No sabemos si cuando expresó: "Yo Oniel Ernesto Columbie Campos voy a ser el mejor del mundo. Mi mamá me enseñó a crecerme en medio de las dificultades", se refería a ser más respetuoso con las mujeres en sus temas, a representarlas y a significarlas de un modo distinto. Si intentará expandirse en nuevas expresiones estéticas y discursivas. Si, acumulando “diez veces más fuerza”, podrá zafarse de sus propios amarres, de sus facilismos y reciclajes de fórmulas, de esa misoginia que le “adoran”.
- Consulte además: Ni violencias, ni fincas: cultura para emancipar (V)
Será para el próximo disco, porque su quinto EP, 22 Caminos, parece que viene con lo mismo.
Tampoco están conscientes sus colegas del género que se han manifestado en su apoyo y que se proyectan con el mismo distintivo misógino en sus temas, en el escenario y en sus videoclips.
Wow Popy, que salió a respaldarlo, comentó: "Antiguamente nuestra música solo se encontraba en los bonches o sea las calles y se veía la verdadera violencia, parece que quieren que viremos todo para atrás”. “Den Gracias a Dios que tienen a Oniel Bebeshito en Cuba”, espetó El Taiger, con la misma pretensión.
No hay otra, nos dejan caer, ni para nuestras jóvenes, ni para nuestras niñas; no nos queda que resignarnos con el de “El hacha” y la “Totaila”. Porque podría ser peor. Más, después que Charly & Johayron, lo mejorcito que trajo el barco, se separaron por desavenencias con su disquera, la misma del Bebeshito.
El repartero no entendió por qué pararon su concierto en la tierra de Ana Betancourt. No era para tanto, consideró en aquel instante y días después; como muchas de las camagüeyanas participantes y como ciertas infleuncers que han arremetido contra la joven fanática, violentada por solo querer tocarlo, como se toca un fetiche.
No comprenden, como ha argumentado Asun Bernárdez, que la “violencia de género comienza con actos en la comunicación”, con frases y etiquetas estereotipadas, marcos de significación y expresiones gestuales, que reproducen desigualdades, que anulan los agenciamientos y la autonomía de las mujeres. Son procesos piramidales, en tanto “para que la violencia física o psicológica pueda materializarse, debe existir siempre una violencia simbólica, representativa o comunicativa (y también institucional) que haga posible el hecho en sí”.
“Las personas que agreden pueden hacerlo con distintos grados de autoconciencia y puede incluso ocurrir que las personas agredidas disculpen a quienes las agreden porque reconocer que algo malo está pasando puede suponer la ruptura de un mundo: el familiar, el emotivo y pasional, el amistoso y por supuesto el laboral”.
Pasa que las violentadas, como la fanática de Bebeshito, prefieren no complicar las cosas, se hacen las de la vista gorda y lo dejan pasar. Una reacción humana y comprensible, pero que debe preocupar y ocupar a la Federación de Mujeres Cubanas y a nuestras instituciones educativas.
Son víctimas de una violencia simbólica que las hace someterse a voluntad, cual afirmó el filósofo y sociólogo francés Pierre Bourdieu. Mediante procesos de socialización, como los actos de musicar el reparto, que integran en la personalidad de sus consumidores la estructura cultural y social, lo que permite naturalizar unas relaciones asimétricas de poder que se convierten en incuestionables, insuperables, inamovibles.
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