Cada 28 de octubre, Cuba florece en un emotivo homenaje a uno de sus héroes más queridos: Camilo Cienfuegos. En esta fecha, las calles, trillos y avenidas se convierten en un mar de colores y formas, donde niños, maestros y familias se agrupan en hileras que marchan con un solo propósito: rendir tributo al "Héroe de Yaguajay".
Los pequeños, con manos pequeñas apretando sus ramitos de flores de todo tipo, no ven en este ritual una conmemoración fúnebre. Para ellos, es un momento de alegría, un escape de la rutina escolar que los lleva a caminar, a explorar, a sentir que cada flor que llevan entre sus dedos es un símbolo de vida y esperanza. La inocencia de la niñez se entrelaza con la memoria de aquellos que partieron demasiado pronto, creando una liturgia donde lo tierno y lo trágico coexisten en perfecta armonía.
La tradición de lanzar flores al mar tiene sus raíces en la amistad profunda entre Camilo y el comandante Ernesto Che Guevara. Fue el Che quien, un año después de la desaparición de Camilo, propuso esta emotiva ofrenda, una forma de recordar a quien había sido un compañero entrañable. Desde entonces, cada 28 de octubre, las olas del mar y los ríos de Cuba se ven coronados por infinitas ofrendas florales, un eco de gratitud que navega en busca de su destino.
En la costa, decenas de miles de cubanos se agrupan al amanecer, inundando el paisaje con sus flores, en las zonas rurales las comunidades se dirigen hacia ríos y arroyos. La memoria de Camilo Cienfuegos, aunque marcada por la tristeza de su partida tras el trágico accidente aéreo de 1959, se transforma en celebración colectiva.
Cada flor lanzada al mar es un gesto que trasciende el tiempo, una conexión con el pasado que habita en el presente. La costumbre de recordar a Camilo ha echado raíces profundas en el sentir nacional, convirtiéndose en una de las expresiones más emocionantes de la tradición patriótica cubana.
Así, en esta fecha, los mares de Cuba florecen. La alegría de los niños, el amor de los mayores y la memoria de los que ya no están se funden en una misma ofrenda: flores que, con el viento, navegan hacia el mar, recordando siempre a Camilo, el carismático guerrillero de la Sierra Maestra.
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