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lunes, 25 de noviembre de 2024

Periodistas, vida y obra

Una vez iniciados en la carrera de la información no podemos llegar a casa y deshacernos del traje de periodista...

Justo Planas Cabreja en Exclusivo 08/09/2012
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Monumento en memoria de Julius Fucik
Monumento en memoria de Julius Fucik,en el Bürgerpark Pankow de Berlín.

A los pocos días de entrar en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana asistimos todos a la conferencia de un señor, un periodista argentino, que no paraba de repetir que la nuestra era una de las profesiones con menor esperanza de vida del planeta. No es bobería que a los 19 años te hagan la crónica de tu propia muerte anunciada, pero se puede vivir con eso.

Otra profesora, una periodista de agencia, de la AIN, repetía que lo nuestro no era una profesión sino un sacerdocio, que una vez iniciados en la carrera de la información no podíamos llegar a la casa, quitarnos el traje de periodista y vivir el resto del día como personas “normales”.

Siempre que veo a mis padres quitarse el traje de sus oficios y disfrutar la televisión, las conversaciones por teléfono y la comida sin más agobio de números ni recetas médicas; cada día, me acuerdo de ella. Si la vecina por casualidad sintoniza Radio Reloj mi atención se traslada de la novela de turno hacia allá, si se me ocurre la idea de un trabajo sé que no podré dormir hasta terminarlo y si tengo una entrevista atrasada no voy a esperar tampoco al otro día para transcribirla.

A los pocos meses de estudiante comprendí que debía saber todo sobre todo. Si alguien viene y te pregunta sobre la incidencia de enfermedades de transmisión sexual en la población, es imposible explicarle que no eres periodista de salud y por lo tanto conoces casi lo mismo que él, al instante te observa con ese rostro (todos en el oficio lo conocemos) que dice bien claro “eres un mal periodista”.

Así que tienes que estar al tanto del último partido de Lenier Domínguez, el reciente desempeño de Aniett Delgado en la función que dio el domingo el Ballet Nacional de Cuba, las declaraciones del ministro de la Construcción y los conflictos fronterizos en Sudán.

Otra periodista de la AIN, Carmen Oria, tenía la última vez que fui a su casa una larga columna de periódicos, según me dijo, para leer en las noches por si los vecinos le hacían alguna pregunta.

Además de ser examinados diariamente, debemos recibir lecciones en la calle sobre cómo desempañar mejor nuestro propio oficio. Un médico sería incapaz de decirle a un ingeniero cómo construir un edificio y viceversa, pero si ambos se encuentran con un periodista terminarán diciéndole cuánta chispa debe tener, cómo hacer sus entrevistas, qué es verdad y qué es mentira…

Con los años vamos aceptando poco a poco que esto se debe a que nuestro trabajo acompaña al público como pocos otros y es natural que se sientan familiarizados no solo con el producto que es la noticia en sí, sino con su proceso de confección.

Sin embargo, las estadísticas de otros países prueban que las personas sienten por lo que dicen los periodistas tantas desconfianzas como por el parte meteorológico… y eso es mucho decir.

Mucha gente y también muchos periodistas olvidan que en este mundo complejo uno solo puede seguir el camino de su verdad y que no existe por lógica un comentario ni un reportaje que desnude desde el tallo de la cabeza hasta la uña del pulgar del pie, la Verdad de un fenómeno. En consecuencia, un lector puede estar de acuerdo, otro puede creérselo mucho menos y el de más allá puede estar radicalmente en contra.

Pero eso de que los periodistas somos por deformación profesional unos mentirosos es sencillamente o un exceso de paranoia o una mal fundada mentira. Los habrá, pero no son mayoría.

Créame usted que uno no vive las 24 horas para este trabajo, recibe uno de los salarios más bajos del sector profesional, y muere más temprano que cualquier otro; uno no pierde tanto si a cambio no gana la posibilidad de decir lo que siente, lo que piensa, lo que quiere (con su granito de mesura y sensatez). Los que no viven este sacerdocio así o son masoquistas o se terminan yendo tarde o temprano.

Algunos de estos sacerdotes de la noticia, cuando miramos atrás e incluso después de registrarnos los bolsillos, sabemos que a pesar de los pesares, elegimos bien; no todos tienen la oportunidad de hacer algo que les guste y recibir por ello, además, un salario.


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Justo Planas Cabreja

Periodista que aborda temas culturales, especificamente cine y literatura. Recibió el II Premio de Ensayo “José Juan Arrom” por el trabajo “El reverso mítico de Elpidio Valdés”.


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