¿Qué pasó con el sistema editorial y de promoción en la más reciente Feria del Libro en Cuba? Las capitales de las provincias acogieron diversos grupos de autores y de actividades en la medida de lo posible dentro del presupuesto y los recursos que se dispusieron para la fiesta de la lectura. Pero, más allá de la euforia de los resultados inmediatos, hay que ir a una matriz que es real y que está en el candelero del debate intelectual cubano de estos tiempos: la falta de papel para publicar. La literatura requiere de una infraestructura con la cual hoy el país no se halla en sintonía. Peor aún, la promoción de las obras depende en gran medida de presupuestos que cada vez menos responden a las necesidades de los territorios. Todo eso ha traído ferias más modestas y encuentros en los cuales se apuesta por una austeridad en la cual no siempre el buen gusto prevalece.
Poco a poco las ferias, los grupos de escritores, los talleres literarios han languidecido y se puede hablar de un movimiento de las letras que no está en la misma prospectiva de años anteriores. La pandemia con su efecto descapitalizador, la falta de divisas para comprar los recursos en el mercado internacional, la no implementación efectiva de políticas editoriales que privilegien al autor del patio y que por ende le den salida a las obras que se están escribiendo; todo ello genera un ecosistema que se propala en las cámaras de eco de la cultura y que no nos construye un entorno positivo. La guerra que existe a nivel global en el campo de lo simbólico requiere que los textos sean una muestra de esa soberanía nacional que se halla bajo acecho y en ese sentido, lo que hemos visto en Cuba es la recurrencia a libros de uso, a material que se halla en los almacenes y que ya fue dado de baja. Todo eso, con el efecto consiguiente en las nuevas generaciones que están requeridas de un magma formativo.
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Entonces no se trata solo de hacer, de cumplir con un cronograma de la feria solo porque “toca”. Si ese va a ser el modus operandi mejor no llegamos ni siquiera a la preparación de la actividad. Lo que fuera uno de los procesos más complejos, amplios, profundos y transformadores de la sociedad cubana, ahora está requerido de ser repensado desde otros campos y ángulos, para que la crisis material no lo golpee. Porque más allá quizás de alguna que otra novedad extranjera, este año no vimos los movimientos de antaño, ni siquiera se pudieron observar por los medios los grandes reportes que daban cuenta de que a feria estaba allí con todo su esplendor.
La medicina que puede sacar el sistema del libro cubano es tan sencilla como alcanzable: el mundo digital. Tenemos en el país muchos implementos de tipo móvil como celulares, tabletas, laptops que puede soportar aplicaciones para libros. Se dispone de conexión a internet ya bastante amplia en comparación con décadas anteriores. Todo ello nos coloca en una situación en la cual el papel no es ya lo más importante a la hora de consumir determinada lectura. Al contrario, en todo el mundo el gran negocio es la suscripción de los medios a los autores y columnas de mayor demanda, el cobrar por los servicios editoriales y darles paso a los cultures de nuevas y variadas maneras del publicismo sin caer en la ramplonería ni lo banal.
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Cuba está, como solemos decir, a mil años luz de lo que pudiera ser una gran oportunidad de crecimiento y la vía para burlar los mecanismos que nos asfixian y que impiden que se dé un crecimiento en materia de trabajo editorial. Es, a fin de cuentas, la única manera que poseemos como autores de proseguir con una vida que de languidecer dará paso a procesos erosivos de la identidad del país. Si no leemos, si no imprimimos, nos van a colar el inmenso gol de la batalla cultural lo cual significa en términos de la nacionalidad que no poseemos un discurso autoral para darle seguimiento a la política cultural de antaño. Lo que hemos logrado, con la publicación de las grandes obras universales y de autores cubanos, se irá al pairo si seguimos apostando por los fondos en los almacenes y por maneras de proponer los libros desde una óptica superficial, mediocre, poco conectada con lo que nos interesa como autores. Es esa trascendencia del libro cubano lo que perdemos día a día.
Quizás no sea el momento de recurrir a los fundadores de la literatura cubana, ya que esos van con nosotros pase lo que pase, pero sí de recordar que la cultura merece una dignidad que está más allá de los dineros, de los moderadores de recursos o del cálculo frío. Para eso se hizo un país que no piensa solamente en el mercado, aunque conviene tenerlo en cuenta en estos tiempos volubles y de crisis. Pero que la dureza no nos pierda, no nos envanezca o nos coloque en una encrucijada en la cual no haya un camino certero. Más que eso, hay que construir la realidad de un país sin caer en el formalismo, en la reiteración de símbolos o en el discurso huérfano. Para eso hemos de trabajar, de pensar y de establecer pautas críticas.
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En las ferias no solo se está proponiendo un libro para ser consumido, sino que hemos de establecer lo que nos importa como país, o sea aquello que nos construye y que no se pierde en las superficialidades de una visión otra. Hablo aquí de que en la mercadotecnia se van muchas esencias y con el entendimiento banal de lo que implica la cultura pudiéramos estarnos colocando en crisis insoluble. Las ferias son solo un indicador, una especie de diagnóstico. Pero si vamos al resto de las manifestaciones, veremos que en muchas ocasiones perviven programas atrasados en su concepción, visiones que no se emparentan con lo que los públicos requieren y recreaciones pueriles de un entendimiento insano de lo que supuestamente resulta popular. Si somos capaces de ser sensibles, de caminar juntos en un país que sea el mismo en los libros y en la vida, si tenemos la inmensa vitalidad de los ancestros que lo dieron todo y que escribieron grandes obras; las ferias no estarían perdidas, como no lo estarían esas páginas que ahora mismo están soñando los autores inéditos. Es la hora de que ese país no publicado, el que conocemos muy bien, aparezca y nos ilumine
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