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miércoles, 4 de diciembre de 2024

Nacimiento de un monstruo de fuego

Ahora, mi camino es violeta, no existe otro modo...

Laura Fajardo Mastache en Exclusivo 28/11/2024
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Aquella clase abrió una puerta que jamás se ha cerrado, provocó el nacimiento de un monstruo de fuego
Aquella clase abrió una puerta que jamás se ha cerrado, provocó el nacimiento de un monstruo de fuego (Laura Fajardo Mastache / Cubahora)

Mis primeros pasos en el feminismo fue en la universidad. A través de una asignatura optativa, de nombre un poco extraño, la profesora nos habló de roles, de relaciones de poder, de luchas y violencias. Allí descubrí la abrumadora realidad que pondera las diferencias entre hombres y mujeres, un sistema que fue creado para mantenernos preferentemente en la vida privada y decidieron, de este modo, qué necesitábamos las mujeres, adueñándose de nuestros cuerpos y voluntad por mucho tiempo.

Una compañera habló de c'omo su madre siempre le recalcaba que su destino principal era ser una buena esposa y consentir a su marido. Otra mencionó que su padre no la dejó estudiar ingeniería mecánica porque “eso no es cosa de mujeres” y la profesora -madre soltera de dos pequeños- se sumó a las confesiones, compartiendo que muchos problemas en su relación tuvieron base en negarse a renunciar a su trabajo.

Así continuó la lluvia de voces, poniendo sobre la mesa absurdas imposiciones del “deber ser” que tenían por principal motivo ser mujer: “lo tuyo es cuidar la casa”, “siempre debes sonreír”, “que no se note que has envejecido”. Se hizo palpable, de esa forma, algo que seguro vimos en nuestras madres: el sacrificio de sus carreras y progreso profesional por el bienestar de la familia.

Cada historia resonó en el aula creando un eco de vivencias compartidas, unidas por la experiencia de ser mujer en una sociedad culturalmente machista. Cada relato fue un espejo, una confirmación de que no eran experiencias aisladas. De este modo, una a una, fuimos percatándonos de la incomodidad que nos habitaba.

¿Quién decidió estas cosas? Salí de la clase con una sensación de camaradería que después llamaría SORORIDAD. Entendí que conocer el feminismo es una herramienta poderosa, una manera de desafiar y cambiar esas decisiones arbitrarias que intentaban definirnos, encasillarnos. Supe que no estaba sola con mi rabia y que se puede luchar contra lo establecido; que todas hemos sido violentadas de algún modo -incluso mi profesora, y doble por ser madre-, que nosotras también podemos perpetuar el machismo, que podemos y debemos salvarnos trabajando mano a mano.

Mientras recogíamos al final de la clase, noté que la profesora nos miró con la certeza de quien ayuda a ver. Ahora, habíamos subido el primer peldaño: cuestionarnos nuestro entorno. Recuerdo que mientras iba a casa reflexionaba en nuestra historia, en las mujeres antes de mí, en cómo llegar más lejos. Aquella clase abrió una puerta que jamás se ha cerrado, provocó el nacimiento de un monstruo de fuego, de una eterna disputa. Ahora, mi camino es violeta, no existe otro modo.


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Laura Fajardo Mastache

Periodista con alma violeta interesada en los temas de género. Retoño de fotógrafa. Amante de la música y la tinta.


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