La Habana es una ciudad en la que la historia, el arte y la magia se entrelazan en la cotidianidad, aunque al caminar por sus calles pueda parecernos común cada una de las riquezas arquitectónicas que en ella existen, sin percatarnos de su grandiosidad.
Así sucede con el Cementerio de Colón, el mayor de Cuba y uno de los más grandes de América Latina, pleno de leyendas, anécdotas y simbolismos. Verdadero monumento arquitectónico de la antigüedad, la única necrópolis americana dedicada al gran navegante español.
Al final de la calle 12, en el Vedado capitalino, se yergue imponente el arco de estilo bizantino de 34 metros de longitud y más de veinte de altura que nos da la bienvenida a este sitio, nombrado Monumento Nacional de Cuba, en febrero de 1987, por sus valores artísticos, históricos y culturales. En ese arco, diseñado por el arquitecto Calixto de Loira, convergen las tres virtudes: la fe, la esperanza y la caridad, como parte de un conjunto escultórico de relieves y mármol de Carrara del artista José Villalba de Saavedra.
Precisamente llenos de fe y esperanza transitamos todos, en algún momento de nuestras vidas, por este lugar de 560 mil metros cuadrados de superficie, en el que se imbrican los sentimientos de tristeza, de asombro y de admiración al enterrar y visitar a nuestros seres queridos-según la antigua tradición- y reconocer las obras escultóricas de diferentes estilos que en él abundan, reflejo de una época de esplendor de las artes en el mundo y en Cuba.
La idea original de su creación, que se remonta al año 1854. por mandato del gobernador Marqués de la Pezuela, se debió al crecimiento de la ciudad, a la cual en aquel entonces ya no le era suficiente el espacio que brindaban las parroquias y el cementerio de Espada para dar sepultura a sus muertos. Cuatro años después, el Ayuntamiento habanero se encargó de elegir un terreno para su construcción, la que fue autorizada por Real Decreto del 28 de julio de 1866 en el área que ocupa actualmente.
La primera piedra de esta majestuosa obra universal se colocó el 30 de octubre de 1871 y, luego de quince años de labor incansable, concluyó el 2 de julio de 1886. El propio arquitecto creador de la necrópolis, Calixto de Loira, fue el primer cadáver en sepultarse allí, en el primer panteón construido, la Galería de Tobías, que desde hace años está clausurada.
Considerado por muchos especialistas como el segundo de importancia mundial, precedido solamente por el de Staglieno, en la ciudad italiana de Génova, debido a su valor monumental y arquitectónico, el Cementerio de Colón se ha convertido en un sitio de referencia para el foráneo que visita nuestro país, que queda rendido ante su magnificencia y valores culturales.
MÁS ALLÁ DE LA ARQUITECTURA
Majestuosos panteones construidos con mármol de diferentes colores y procedencia, y tumbas discretas y sencillas coexisten en la Necrópolis de Colón, en la que las manos enlazadas, los ángeles, los rostros bondadosos, las antorchas, las alas, los círculos, las pirámides, los obeliscos, las columnas, los epitafios ilustres y únicos no pueden pasar inadvertidos.
Historias de fidelidad eterna, amor inigualable, unión familiar, entre otras, emergen de la tumba de la dama del perrito, en alusión al panteón de la norteamericana Jeanette Ryder, defensora de los animales; la tumba de la ficha doble tres del dominó, última que colocó en una partida quien muriera inmediatamente después de un infarto, e incluso, la tumba de La Milagrosa, la más visitada de la Necrópolis por aquellos que, esperanzados, le suplican cada día la concreción de algún deseo o sueño a cambio de una promesa a la mujer que está enterrada con su bebé.
La verdadera tumba de Cecilia Valdés, personaje real de la novela cubana de Cirilo Villaverde, así como monumentos funerarios sobresalientes como el erigido en honor a los bomberos víctimas del incendio de la ferretería Isasi; el Panteón General de los Veteranos y Patriotas, el de las Víctimas Cubanas de la II Guerra Mundial, el de los Mártires de la Expedición del Granma y el de los del 13 de marzo, el de los ocho estudiantes de medicina fusilados por los españoles en 1871, entre otros, dan fe de la historia cubana, contada desde el arte en el silencio de sus muertos.
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