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miércoles, 13 de noviembre de 2024

Hay profesores…

Hay profesores, y profesores. Y decirlo así, es casi acercarse a la tautología de declarar que la mesa es una mesa, o la vida es la vida misma. Pero el asunto pasa por otro camino...

Julio Cesar Sánchez Guerra en Exclusivo 05/10/2024
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Hay profesores que se olvidan, otros permanecen en el alma, “evangelio vivo”, como una fiesta en la descarga de corazones.

Hay profesores, y profesores. Y decirlo así, es casi acercarse a la tautología de declarar que la mesa es una mesa, o la vida es la vida misma. Pero el asunto pasa por otro camino.

Hay profesores, que, definitivamente se olvidan de sus días de estudiantes, han madurado tanto que ya no recuerdan la vieja inmadurez, indisciplinas o fugas de la escuela. Son los que se afanan por lo correcto y no se ríen de los chistes, ni aceptan explicaciones ante un mal comportamiento. Otros, más entusiastas, mantienen vivo por dentro aquel joven irreverente para poder dialogar con los hijos de otro tiempo.

Algunos se alzan en el estrado frente al aula, y dictan verdades inapelables; no leyeron a Paulo Freire, o no asimilaron la pedagogía de Martí, y siguen depositando “conocimientos” como quien acude a un banco a guardar dinero.

Pero hay otros que rompen con la vieja dicotomía de enseñanza –aprendizaje, y tratan de aprender de sus alumnos, conocer sus realidades, estimular el pensamiento y la preguntas. ¡Y dan cinco puntos por una buena pregunta!

No faltan los profesores que no aceptan dar máxima nota, porque la máxima es solo del que imparte las clases. Son los que en los tribunales finales, arrebatan una nota y demuestran al resto de los colegas que su preparación es impecable y superior. Son pavos reales que nunca bajan la mirada porque no aceptan las manchas, prefieren instalarse en la nubecita de lo perfecto. ¿Los conoce usted? Esos no dejan huellas perdurables.

Los que sí dejan huellas, son los profesores que intentan levantar a sus alumnos, los que comparten sus éxitos y derrotas. Los que saben que no es lo mismo calificar con una nota que evaluar la vida. Esos son los que disfrutan ser vencidos por sus alumnos cuando ellos dan un paso por delante de la última huella que dejan sus maestros, como  exige el viejo Gorgias cuando se despide de sus discípulos.

Ahora hay profesores que no aceptan la sobredosis de celular por los pasillos y las aulas, la falta de atención ante la ecuación de matemática o ante la batalla de Mal Tiempo. Y se rinden, o se marchan de la escuela y se encierran mientras el mundo se mueve a la velocidad de los destellos digitales.

Es cierto que ahora el Chat GPT 4 amenaza con pasar la página, y dejar fuera a tradicionales modelos de magisterio; aunque no olvides que el amor no puede ser robotizado, por eso no faltan los que aprovechan tantas luminosas pantallitas, y se aseguran de que sus muchachos tengan “Datos”, y por ejemplo, y les piden que busquen El grito de Munch sobre el puente de Oslo, para ver a un ser andrógino lanzando el grito de la humanidad, o escuchando el grito del hombre. Y la clase es una fiesta de preguntas y sugerencias.

Porque el profe de hoy, no puede encerrar la clase en el programa, hay que preguntar sobre los temas que inquietan a los alumnos. No solo saber qué libro leen o leyeron alguna vez, sino qué película, o serie, y la música que escuchan; entonces, dejarles caer de refilón un “Grafiti de amor”, o algo del viejo Sabina, un poema olvidado sobre la mesa, como un sol o una mandarina…Pero que nada parezca imposición sino intercambio de saberes y emociones, con la majestad del respeto y alegría.

Hay profesores que creen que lo saben todo, y no comparten las fuentes de su erudición. Otros son puertas abiertas, no se cansan de aprender, de los libros, o del barrendero que limpia la calle por donde pasa el doctorado de la vida.

Esos son los que al pasar el tiempo, cuando sus alumnos han envejecido y ya no se escucha la voz en las pizarras, arrancan una risa en la memoria, y encienden una luz cuando les hablan a sus hijos sobre la gracia de enseñar.

Hay profesores que se olvidan, como las malas calificaciones de un registro; otros, permanecen en el alma, “evangelio vivo”, como una fiesta en la descarga de corazones.


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Julio Cesar Sánchez Guerra

Pinero de corazón. Pilonero de nacimiento. Cubano 100 por ciento. También vengo de todas partes y hacia todas partes voy. Practicante ferviente de la fe martiana. Apasionado por la historia, la filosofía y la poesía.

Se han publicado 1 comentarios


NENA
 9/10/24 13:01

Maravilloso artículo, soy docente con más de 40 años en el sector y considero que cada día es un constante aprendizaje, mis alumnos me aportan a diario conocimientos y me pertmiten comprenderlos mejor.

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