Cuando el doctor José Antonio Varela llegó a lo que geográficamente debería llamarse el “fondillo del mundo”, la única manera que encontró de paliar la nostalgia por sus nietas en La Habana fue dedicarse en cuerpo y alma a su misión: asesorar la docencia en la recién creada Facultad de Medicina de Timor Leste.
Ahora el diario británico The Guardian destaca los éxitos del programa cubano para formar médicos timorenses, y el doctor Varela confirma a Cubahora que enseñar a salvar vidas ha cambiado mucho el panorama que se encontró hace tres años en ese joven y sufrido país.
Según The Guardian, el trabajo de los 150 cooperantes cubanos es crucial para evitar el colapso de la precaria infraestructura de salud en Timor Leste, una nación desangrada por cinco siglos de colonización portuguesa y la brutal anexión de Indonesia en 1975, que duró 24 sangrientos años.
Desde 1999, Timor Leste se esfuerza por erigirse como Estado, pero la falta de recursos humanos y décadas de malnutrición, guerras y epidemias dejaron unos cimientos demasiado endebles: hace solo 13 años, en todo el país existían apenas 70 médicos y un solo cirujano para 1.1 millones de habitantes.
Tal escenario comenzó a cambiar a partir de 2003, cuando La Habana y Dili suscribieron un convenio para la formación de unos mil becarios timorenses en las facultades cubanas de medicina, con el fin de que Timor Leste tuviera en 2015 más médicos per cápita que cualquier otro país del Sudeste Asiático.
El proyecto —visionario y soñador como toda idea de Fidel Castro- tuvo que lidiar con los altos índices de analfabetismo e insalubridad, la débil infraestructura, la coexistencia idiomática de español, portugués, indonesio, el tetum y unos 30 dialectos, más un comprensible recelo ante la insólita generosidad.
“Nuestro principio es respetar la idiosincrasia de los timorenses: hay que pedir permiso para tocarlos, para auscultarlos y proponer un tratamiento. Nosotros llegamos hasta villorrios recónditos donde nunca habían visto un médico, y aún así nos hemos ganado la confianza del pueblo”, relata Varela.
El asesoramiento de Cuba se nota tanto en la mejora de los indicadores nacionales de salud, como en el mismo aspecto del Hospital Nacional Guido Valadares, que parecía un gigantesco dispensario de campaña, rodeado de carpas donde miles malvivían la post-guerra, sin la más mínima higiene.
Como secretario docente de la flamante Facultad de Medicina, Varela recorrió la escarpada geografía de Timor y ayudó a consolidar las filiales universitarias en los 13 distritos del país, donde la calidad de la enseñanza de los cubanos ha sido certificada incluso por inspectores de las Naciones Unidas.
Hasta ahora se han graduado 80 galenos timorenses gracias a este programa, pero en 2011 la Brigada Médica Cubana asumió 730 estudiantes matriculados en los diferentes años de la carrera, y en 2012 la cifra aumentará a mil 117 matriculados, todo un desafío que los cooperantes encaran sin susto.
“Los cubanos trabajamos con mucho amor, es algo demasiado arraigado y que no podemos cambiar, y eso tratamos de enseñárselos a nuestros alumnos”, comenta Varela, quien se implicó fuertemente en la atención primaria de salud, aunque su labor era solo pedagógica. Pero el médico es médico siempre…
“Una vez, por ejemplo, llegué al hospital y vi a una persona quejándose por un fuerte cálculo renal. Lo llevé al cuerpo de guardia, le hicimos un ultrasonido, discutimos el caso con los estudiantes, y la clase terminó en el quirófano”.
Y él lo cuenta así, como si nada, como algo normal. Habría que oírle la historia al operado…
Pero es que el caso no es aislado. Cada día, los médicos cubanos y sus internos timorenses trabajan en los seis hospitales y las 200 clínicas rurales del país en la atención de enfermos y en la educación a un pueblo que aún sufre demasiadas enfermedades prevenibles con solo hervir el agua y lavarse las manos.
Ahí está una de las principales quejas: los timorenses se enfocan más en la cura que en la prevención, y los cambios de mentalidad son socorridamente lentos. Pero los cubanos apelan al “portuñol” y la mímica para hacerse entender, y a juzgar por las estadísticas, vaya si los entienden.
El doctor Osvaldo Castellanos, jefe de la Brigada Médica Cubana en Timor Leste, precisa que en 2011 los cubanos tuvieron a su cargo el 71.5 % de la cobertura de salud y el 100 % de la atención primaria, por eso el ex-presidente José Ramos Horta entiende que tal cooperación debe durar al menos un lustro más.
De las 25 especialidades médicas atendidas en Timor Leste, 23 corren a cargo de los cubanos, entre ellas maxilofacial, microbiología, neonatología, dermatología, nefrología, radiología, laboratorio clínico, anatomía patológica, medicina interna, pediatría, oftalmología, cirugía general y ginecobstetricia.
Los cubanos realizaron el pasado año un millón 168 mil consultas, asistieron cinco mil partos, salvaron dos mil 73 vidas y practicaron más de 10 mil cirugías. La mortalidad infantil descendió a 38 por cada mil nacidos vivos en 2011, y también disminuyeron los índices de mortalidad global y de morbilidad de las enfermedades trasmisibles, como tuberculosis, malaria, dengue y parasitismo intestinal.
En fin, que la solidaridad de Cuba ha cambiado radicalmente y para bien el panorama de la salud en la lejana Timor Leste, y su impacto social también brilla en la batalla contra el analfabetismo, con el método Yo Sí Puedo. Pero de eso hablaremos en otro momento. Y antes que The Guardian, seguramente…
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