Galeano abajo, entre la muchedumbre y los rezos, alguien dijo que la lluvia cayendo sobre la ciudad era un buen augurio. De modo que la procesión continuó resguardando a la Virgen de la Caridad, mientras la peregrinación de devotos inundaba este 8 de septiembre la calle teñida de amarillo.
Ya desde temprano en la tarde, el parque El curita, de la Habana Vieja, había comenzado a poblarse de manera inusual. Pareciera que todo el mundo se había puesto de acuerdo para vestir con alguna prenda dorada, pensé. No fue hasta las seis de la tarde, cuando una abuela advirtió que era “el momento”, que recordé la tradición anual de sacar a Cachita de su habitual cobija en Manrique y Salud para acercarla a sus seguidores bajando por Zanja, luego Galeano, Reina y, finalmente, de regreso a la iglesia para la misa final.
La Patrona de Cuba hizo el recorrido dentro de su urna, custodiada por creyentes y monaguillos, antecedida por la banda de música, las plegarias, una bandera cubana y un sacerdote. Incluso cuando la lluvia comenzó a caer y todos pensaron que la caminata culminaría, la Virgen se detuvo, esperando a que las gotas purificaran el camino.
No soy devota, no, pero a ningún cubano le falta la fe. Así que cuando Cachita estuvo frente a mí, pedí por mi familia, por mi país, agradecí el amarillo inundando las calles y, con la esperanza de que la Virgen perdonara la torpe elaboración de mi plegaria, aproveché el momento para tararear esta canción que viene dando vueltas en mi cabeza hace varios días: ? Tie a yellow ribbon in the old oak tree… ?
La peregrinación se abre paso entre la multitud de devotos (Foto:Rosana Berjaga/Cubahora)
El 8 de septiembre, entre las ofrendas a la Virgen, nunca faltan los girasoles (Foto: Rosana Berjaga/Cubahora)
Una ofrenda para la Virgen (Foto:Rosana Berjaga/Cubahora)
Para no mojarse, a veces hay que ser creativo (Foto:Rosana Berjaga/Cubahora)
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