En la memoria de los cubanos, el paso de los huracanes Rafael y Oscar quedará grabado no solo por la devastación que dejaron a su paso, sino por la indomable voluntad de un pueblo que se unió en un esfuerzo colectivo por la reconstrucción.
El presidente Miguel Díaz-Canel, en un emotivo mensaje en X, elogió el “heroísmo colectivo” de hombres y mujeres que, tras la tormenta, se levantaron para enfrentar la adversidad sin descanso.
La travesía comenzó el 21 de octubre, cuando Oscar tocó tierra cerca de Baracoa, en la provincia de Guantánamo, con vientos de hasta 130 km/h que arrasaron la región.
En medio de la crisis, los cubanos demostraron su capacidad de organización y solidaridad. “Los vi en Guantánamo y ahora los reencuentro en La Habana, Mayabeque y Artemisa, dándolo todo por levantar al país”, escribió Díaz-Canel en su cuenta de X, resaltando la unión que se forjó en tiempos de crisis.
La situación se agravó apenas 15 días después, el 5 de noviembre, cuando Rafael, un huracán de categoría 3, se desató sobre el occidente de la isla. Sus vientos, superiores a los 100 km/h, causaron daños significativos en la agricultura, viviendas y la infraestructura esencial.
A medida que la tormenta avanzaba, se implementaron medidas de evacuación para proteger a más de 2,900 personas en las zonas costeras, un esfuerzo que fue reconocido por Díaz-Canel como un ejemplo de la efectividad de la colaboración comunitaria.
En un recorrido por las provincias afectadas, el presidente constató el “huracán de trabajo” que se había desatado tras la tormenta. Linieros y especialistas del sector eléctrico de diversas provincias, como Camagüey, Holguín y Las Tunas, se unieron a los esfuerzos de recuperación, restableciendo el suministro eléctrico y ayudando a reparar las infraestructuras dañadas.
“Es un momento para trabajar de manera organizada y efectiva, para regresar pronto a la normalidad”, enfatizó Díaz-Canel, instando a la población a seguir adelante.
La Cruz Roja también fue protagonista en esta historia de lucha y sacrificio. En medio del caos, sus miembros realizaron rescates heroicos, salvando a personas atrapadas en derrumbes y llevándolas a lugares seguros. Su labor, junto a la de muchos voluntarios, se convirtió en un símbolo de esperanza en medio de la tragedia.
Así, en las calles de La Habana, Mayabeque y Artemisa, se palpita un aire de determinación. Las comunidades se han movilizado, no solo para reconstruir lo perdido, sino para reafirmar su identidad como un pueblo resiliente.
En cada ladrillo que se coloca, en cada árbol que se siembra, se siente el eco de una nación que, a pesar de los embates de la naturaleza, se niega a rendirse.
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