Este libro que presentamos hoy, Enemigo, de Raúl Capote, va a ser muy útil. Le hice una relectura rápida en las pocas horas libres que he tenido en estos días y ratifiqué precisamente eso: su utilidad en medio de los desafíos que tenemos los cubanos por delante en el campo de las ideas, un tipo de desafío muy complejo, muy difícil, donde, junto al compromiso revolucionario de la gente, hace falta mucha preparación, mucha información, mucha inteligencia, donde hay que evitar las ingenuidades y las respuestas primitivas, simplistas, y estar muy atentos a los proyectos que de manera incesante preparan nuestros enemigos en su afán, como dijo Capote en una entrevista con Aday del Sol que salió ayer en Juventud Rebelde, “de quebrar primero y robar después el alma de este pueblo”.
Este libro nos ofrece muchas lecciones, muchos argumentos, para la gente que trabaja en instituciones de la cultura, en universidades, en distintos sectores profesionales, para nuestra joven intelectualidad, entendiendo “intelectualidad” en el sentido más amplio, y en general para los jóvenes cubanos. Capote dice, en la entrevista que mencioné, que
“Lo que pasa es que estos enemigos consideran que la guerra con la dirección histórica de la Revolución la perdieron. Eso se lo escuché decir a varios funcionarios estadounidenses y oficiales de la CIA, y entonces apuestan por quienes ellos llaman los nietos de la Revolución. No debemos olvidar que vivimos en un mundo donde impera la cultura capitalista y nuestros jóvenes conocen el capitalismo por boca de nosotros (…), el enemigo sabe eso bien. Esta es (…) una guerra que se desarrolla en la mente de los hombres. Si ellos logran (…) que predominen los valores de la cultura capitalista en las nuevas generaciones de cubanos, pues habrán ganado la batalla. Esa pelea cubana contra los demonios es el reto mayor de la juventud hoy”.
Sería por eso muy importante que este libro fuera bien promovido por la Editorial José Martí, a lo largo de la Feria, que a partir del miércoles empieza en las demás provincias de Occidente hasta el 4 de marzo, cuando termina, allá en Santiago.
Debemos trabajar para que este libro sea leído y estudiado por nuestros jóvenes. Si lo promovemos bien, no va a ser difícil que se lea, y que se lea con interés, con placer, porque nos ofrece una historia reciente, real, muy bien contada, sobre cómo un agente de la Seguridad del Estado cubano, un joven escritor, es supuestamente “captado” por la CIA y sobre todos los proyectos que nuestros enemigos elaboran para fabricar en torno a ese joven una nueva contrarrevolución, más limpia, por decirlo así, menos desprestigiada, más presentable, decía yo en las palabras introductorias que hice para el libro.
Aunque (como aclara el propio Capote) “no es la clásica historia de contraespionaje, no es la tradicional aventura de espías y cazadores de espías”, Enemigo sí está contada con mucho oficio y tiene mucho “gancho”, mucho atractivo, diferente, por supuesto, al que caracteriza a las típicas novelas de espionaje.
Enemigo está contada con gracia, sin almidón ni encartonamiento alguno, con una autenticidad muy honda, muy profunda, y Capote como protagonista nos entrega sus nostalgias, sus pensamientos más íntimos, sus emociones encontradas ante una misión tan compleja, que le exige tanto autocontrol y tanta sangre fría.
Capote se nos muestra en este libro como es. No se pinta a sí mismo, por supuesto, como un superhéroe tipo James Bond; pero tampoco cae en lugares comunes ni emplea frases hechas ni consignas para hablarnos del compromiso entrañable que tiene con la defensa de su patria. Él insiste con modestia ejemplar en que es sólo un cubano común que recibió una misión dificilísima, muy dura, y que la asumió como lo hubiera hecho un revolucionario cualquiera.
Además, el lado humano del protagonista aparece todo el tiempo en este libro (y creo que ahí radica una de sus grandes virtudes). Por ejemplo, durante una visita a Varadero que hace con René Greenwald, uno de los oficiales de la CIA que lo atiende, Capote deja brotar sus recuerdos de la etapa en que, siendo adolescente, vivió allí por tres años.
“Le pedí (a René Greenwald) que entráramos por el centro del pueblo y tomáramos la calle 1ª, lo que me permitiría recorrer la parte antigua del balneario, cuántos recuerdos vinieron a mi mente”, de cuando estaba enamorado de una muchacha “bella e inalcanzable”, dice él, que “nunca me vio”. “¿Con qué soñaba entonces? Eran los años 70 (…). Soñaba con ser piloto de combate (…), combatir como los pilotos de Playa Girón, ser un oficial de la Fuerza Aérea, aunque para eso tendría que renunciar al cabello largo, (…) a Deep Purple, a Led Zeppelin, a los pantalones campana, al peace and love que llevaba siempre colgado del cuello (…), tendría que renunciar a seguir a los Almas Vertiginosas, a sus conciertos semi clandestinos, dejar a un lado las revistas de rock, olvidar las citas en la costa con niñas sin nombre. (…) Al final, la vida da muchas vueltas, nunca fui piloto de guerra (…), no pude cumplir el sueño, pero con 16 años todo parece posible”.
Hay una línea muy reveladora, impresionante, a propósito de la partida de Kelly Keiderling, 1ª Secretaria de Prensa y Cultura de la SINA, con quien Capote ha tenido que entablar una relación muy estrecha. Cuando Kelly termina su misión en Cuba, Capote comenta “yo le había tomado afecto a sus hijos, que compartieron varias veces con los míos. Eran niños cariñosos y se apegaron mucho a mi esposa. Los extrañamos”, comenta Capote, “Los extrañamos”, y con ese comentario de apenas una línea se nos revela cómo a este agente nuestro no le es posible ni le será posible nunca deshumanizarse, convertirse en un personaje-máquina de los que tanto abundan en las novelitas de espionaje, donde los sentimientos quedan fuera, donde han sido cuidadosamente extirpados.
En una visita con el propio Greenwald a Santa Clara, Capote nos habla del “significado especial, íntimo” que tiene esa ciudad para él. “Aquí estuve vivo una vez, en una de esas dimensiones a las que no se llega con frecuencia. Caminar sus calles estrechas, visitar sus sitios más oscuros y hacer fiesta en los más claros. Besar una y mil veces a aquella muchacha de siglos atrás, esa mujer de un tiempo que se borró en la historia, pero que permanece en las calles, en las paredes de esta ciudad…”
“respondió con palabras llenas de sentimiento el porqué era revolucionaria. Impresionaba el nivel de aquella niña, la seriedad de su respuesta. René le preguntó de su escuela, de las asignaturas que estudiaba, de las esperanzas para el porvenir, y aquella niña campesina habló con tal seguridad de su futuro, para ella era tan normal tener garantizados sus derechos fundamentales, hablaba con tanta sabiduría y pasión que emocionó al veterano agente de la CIA. El remate fue cuando le habló mal de Fidel, y ella, rápida, sin pensarlo dos veces, le dijo Fidel es el padre de todos los cubanos, su muerte sería la peor desgracia que nos podría ocurrir y no le permito a nadie que hable mal de él. Entonces René le preguntó, Sí, pero si muere qué va a pasar. Nada, respondió ella, seguimos nosotros adelante. (Y comenta Capote) Escuchar a aquella niña hablar así, a aquella niña montañesa, a aquella guajirita cubana, hizo que (yo) sintiera una seguridad tremenda, fue como una inyección de optimismo. Ella no sabe lo feliz que me hizo esa tarde, pensé, coño, esa es la gente por la que lucho…”
Este es el tipo de anécdota, de confesiones personales de Capote, que convierten a Enemigo en un libro muy humano, con muchas perspectivas para ser muy bien acogido por nuestros jóvenes.
Aparte de estos aspectos que hacen atractivo este libro, aparece aquí en detalle, como un componente de mucha importancia y de mucha utilidad, los proyectos de nuestros enemigos asociados a eventos culturales, a la creación de una agencia literaria y de una fundación de carácter educacional, al intento de comprar con becas y viajes a jóvenes inconformes y de apropiarse y manipular los llamados “proyectos alternativos” (por eso, como hemos dicho en otras ocasiones, nuestras instituciones tienen que estar atentas a dar cauce a lo “alternativo” genuino, legítimo, y lo hemos hablado en especial con la Dirección Nacional de la AHS, que ha venido haciendo un trabajo brillante con creadores y promotores asociados a estos proyectos que muchas veces se sienten descontentos, con razón, por respuestas burocráticas que reciben, por falta de sensibilidad de los cuadros, por las torpezas a las que el propio Capote se enfrentó cuando era dirigente de la AHS en Cienfuegos). En el 2006 (cuenta Capote) la SINA emprendió una ofensiva para dar a conocer en determinados sectores de jóvenes de todo el país la estrategia del “golpe suave” y de “la revolución no violenta” que se habían aplicado en Yugoslavia, Georgia y otros países.
“Las instrucciones que recibí estaban dirigidas precisamente a crear, mejorar e incrementar el trabajo de redes entre los estudiantes universitarios que se “oponen” al régimen, y esas indicaciones forman parte de una de las estrategias fundamentales de la CIA: utilizar a los jóvenes para crear un caos social y político, generar bajo la bandera de la no violencia disturbios en la calle, atraer a la prensa internacional, provocar la represión mediante la realización de actos violentos e ilegales…”
Y usar todo esto, por supuesto, como justificación ante la opinión pública para cualquier tipo de acción “justiciera” contra el gobierno revolucionario.En este libro aparece descrita, muy claro, la gran trampa que nos están preparando nuestros enemigos, y por eso, repito, resulta utilísimo en medio de esa pelea cubana contra los demonios que decía Capote.
Quiero terminar leyendo el párrafo final de un breve texto que hice a modo de introducción de Enemigo:
“En sus páginas verificamos una vez más el esfuerzo patético y siempre fracasado de nuestros enemigos por dividir a la intelectualidad cubana y crear en ella una quinta columna contrarrevolucionaria (…). Vemos además cómo actúan, sus formas de operar, sus máscaras, engaños y artificios. Al propio tiempo, aprendemos más en este libro de personas como Capote (aquí están, por cierto, Robin, Collera, Serpa, Vladimir y Dalexis), del extraordinario heroísmo que significa negarse a sí mismo públicamente día a día, pasar por pruebas durísimas para servir a tu país y estar obligado a compartir con gente innoble, portadora de la más estúpida arrogancia imperial con una larga trayectoria al servicio de la represión, del genocidio, de la infamia. “Hay que arrancarse de sí. Servir es darse”, asegura Martí, en una carta a Enrique Loynaz, y en pocas misiones de un revolucionario se cumple tan justamente este proceso tan amargo y luminoso como en la que llevan y han llevado a cabo Raúl Antonio Capote y tantos otros cubanos admirables. Arrancarse de sí, darse, eso hicieron martianamente, para servir, nuestros Cinco Héroes, a quienes Capote dedica con toda justicia este libro.”
Muchas gracias.
Prólogo de Abel Prieto a Enemigo
SERVIR ES DARSE
Ante una contrarrevolución cada vez más desprestigiada y en busca de líderes jóvenes, presentables, con cultura, capaces de llevar adelante proyectos creíbles y de atraer a intelectuales, artistas, estudiantes y personas de otros sectores hipotéticamente pro-capitalistas, la CIA descubrió a Raúl Antonio Capote. Se trataba de un escritor talentoso, crítico, con varios libros publicados, que como vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz en Cienfuegos había combatido incomprensiones y torpezas burocráticas y, ahora, como profesor universitario en la Habana, era muy popular entre sus alumnos por su carisma y el estilo desalmidonado y heterodoxo que usaba para impartir su materia: la Historia.
Así nació el agente Pablo, que tendría como misiones enviar sistemáticamente a la CIA evaluaciones acerca del estado anímico de la población cubana ante cada coyuntura, sobre todo en los medios culturales y universitarios, y crear una Agencia Literaria alternativa y luego una Fundación de perfil educativo. Pablo podría llegar a convertirse en una pieza clave para el desmontaje de la institucionalidad revolucionaria. Se suponía que hacia Pablo y sus proyectos fluyeran creadores insatisfechos, que no encontraban respuesta para sus necesidades de promoción, estudiantes con una rebeldía amorfa -a la que podría dársele una estructuración política- y en general representantes de una “sociedad civil” decepcionada.
En este libro Raúl Antonio Capote nos cuenta sus experiencias como Pablo, sí, y como Daniel, agente de la Seguridad del Estado, con dramatismo, pasión, desenfado -y también con humor. En sus páginas verificamos una vez más el esfuerzo patético y siempre fracasado de nuestros enemigos por dividir a la intelectualidad cubana y crear en ella una quinta columna contrarrevolucionaria; su falta absoluta de ética, de principios; la imagen caricaturesca y despectiva que tienen de Cuba y de los cubanos; y su incapacidad esencial para comprender a este pueblo y a su Revolución. Vemos además cómo actúan, sus formas de operar, sus máscaras, engaños y artificios.
Al propio tiempo, aprendemos más en Enemigo de personas como Capote, del extraordinario heroísmo que significa negarse a sí mismo públicamente día a día, pasar por pruebas durísimas para servir a tu país y estar obligado a compartir con gente innoble, portadora de la más estúpida arrogancia imperial, con una larga trayectoria al servicio de la represión, del genocidio, de la infamia. “Hay que arrancarse de sí. Servir es darse”, asegura Martí, en una carta a Enrique Loynaz, y en pocas misiones de un revolucionario se cumple tan justamente este proceso tan amargo y luminoso como en la que llevan y han llevado a cabo Raúl Antonio Capote y tantos otros cubanos admirables. Arrancarse de sí, darse, eso hicieron martianamente, para servir, nuestros cinco héroes, a quienes Capote dedica con toda justicia este libro.
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