Durante más de cinco siglos Europa ha repetido hasta la saciedad que descubrió América y la verdad es que ni el propio Cristóbal Colón tenía la más mínima idea, de que había llegado a otro continente desconocido, sus cálculos aseguraban que había encontrado una nueva ruta por Asia a la India, tierra de las especies aromáticas. Pero el eurocentrismo presente en los sistemas educativos del viejo continente y en muchos de los latinoamericanos, pretende legitimar el supuesto descubrimiento.
Hasta pareciera que América toda estaba despoblada y que los ibéricos llegaron con la luz de la ciencia y el espíritu del progreso. Lamentablemente la realidad fue otra, su arribo más que un descubrimiento fue el inicio de la barbarie en América.
Cuba, nombre con que sus primeros habitantes llamaron a la mayor de las Antillas, fue uno de los territorios que primeramente acogió la llegada del hombre blanco al continente, tristemente este llegó con sed de oro, el 27 de octubre de 1492. Se encontraron cara a cara dos culturas totalmente diferentes, pero la pregunta de la discordia continúa siendo ¿Quién descubrió a quién? Los europeos a los aborígenes que de ninguna manera estaban perdidos o desubicados, válido resaltar que eran excelentes astrólogos y navegantes, o será que fue todo lo contrario.
Si bien es cierto que Colón fue un hombre de sólidos conocimientos marítimos, geográficos y de una impresionante fe, que lo llevó a no rendirse ante las negativas de la corona portuguesa y una primera de la española. De ninguna manera se puede afirmar que los conocimientos indígenas no estaban a la altura, aunque es real que las comunidades aborígenes cubanas guanahatabeyes, siboneyes y tainos no eran de las más desarrolladas en el continente, otras ya eran sólidas civilizaciones como los mayas, aztecas e incas.
La realidad es que tal descubrimiento del europeo al hombre de américa no es más que una farsa, anquilosada por los ejes de poder hegemónicos que aún sostienen la inferioridad del hombre americano. El descubrimiento fue mutuo, fue un encuentro de culturas. Lo que sí se descubrió, fue la farsa del filantropismo europeo, que dejaba caer el manto, dando inicio a la barbarie y en algunos sitios casi exterminio de la vida indígena.
Hoy los sistemas educativos europeos continúan justificando el tema, y patentizan que antes de su llegada ya existía esclavitud en América. Pero poco hablan de la existencia de tribus caníbales en la Península Ibérica, en el normal proceso de desarrollo de la humanidad.
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Hoy las ciencias históricas globales miden el tiempo americano desde el mismo punto de vista europeo, aunque nada tengan que ver el paleolítico mesolítico y neolítico, del viejo continente con el americano. Lo anterior no es más que una visible muestra de colonización desde la ciencia.
Lamentablemente como aseguran los historiadores Eduardo Torres Cuevas y Oscar Loyola Vega en el libro Historia de Cuba, formación y liberación de la nación 1492-1898, los Cronistas de Indias no siempre narraron exactamente los sucesos relacionados con la vida indígena y en ocasiones, la deformaron significativamente, esbozándolos como salvajes y agresivos, nada que ver con los primeros habitantes del continente, que en ocasiones, solo respondían con la rebeldía necesaria a la esclavitud y la barbarie que le habían impuesto los colonizadores.
Poco hablan los sistemas educativos de Europa, de la esclavitud, las matanzas en masas y hasta las violaciones que sufrieron los aborígenes tanto cubanos como del resto del continente.
La educación, tanto cubana como global, debe reconocer la relevancia de la llegada a América del hombre europeo, como un significativo suceso y el inicio de nuevas páginas de la Historia humana. Pero debe ponderar y defender la veracidad histórica, desmentir el imaginario descubrimiento, y oponerse a la supuesta inferioridad del hombre americano.
El reloj histórico de nuestro continente no puede continuar siendo el de los nichos europeístas, que pretenden hoy como hace cinco siglos continuar colonizando, antes lo hacían por tierra, hoy se colonizan mentes.
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