Si hubieran sido designados con los dedos, sin eliminatorias, los judocas que disputarían la final de la división de los 81 kilogramos habrían sido esos dos. Es que estaban reunidos en ellos todos los ingredientes para uno de los momentos espectaculares en los Juegos Olímpicos de Londres.
Era la reedición del último duelo en los de Beijing 2008: el alemán Ole Bischof (oro entonces) y el surcoreano Kim Jae-Bum (plata). Había más. Era el combate entre el campeón olímpico y el monarca de los dos últimos mundiales. Sí, estaban reunidos todos los ingredientes…
Pero esta vez fue la hora del de los ojos rasgados, que planteó un jeroglífico en coreano, imposible de descifrar, todo lo cual lo llevó a marcar un primer yuko (faltando 4:15 minutos, apenas empezados los cinco minutos de pelea) y otro después (3:06).
Las preseas de bronce correspondieron al ruso Ivan Nifontov y el estadounidense Travis Stevens.
Una excelente técnica de cadera, a los 3:29, válida para un waza-ari, le permitió a la eslovena Urska Zolnir, bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, llegar finalmente a la felicidad total en la categoría de los 63 kilogramos, al vencer a la china Xu Lili, ganadora de varias Copas del Mundo.
La asiática, a quien le aplicaron un shido por pasividad, realmente debió forzar un poco más su combate, pero quizás se lo impidió la fuerza física de la recién coronada monarca de las justas bajo los cinco aros.
Y los metales de bronce correspondieron a la francesa Gevrise Emane y para japonesa Yoshie Ueno.
En este peso compitió la cubana Yaritza Abel, bronce en el Campeonato Mundial de París 2011, pero cayó derrotada en su primera presentación, en la cual tuvo la mala suerte de tener que enfrentarse precisamente a Emane, nacida en Camerún, monarca en la Ciudad Luz.
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