Todavía estoy erizado. El pollo de la natación cubana, Hanser García, desplumó a casi todos sus rivales y a medio mundo al clasificarse este martes para la final de los 100 metros estilo libre de los XXX Juegos Olímpicos. ¡Que proeza!
No fue obra de la casualidad, ni benevolencia de sus rivales. Estampó un tiempo electrizante (48,04 segundos y récord nacional), casi utópico para un poblador de este terruño, rodeado de agua, pero sin la gracia de exponentes de lujo en proscenios acuáticos de primer nivel.
El villaclareño largó en el segundo heat semifinalista, entre monstruos que le metían miedo hasta al “Coco”.
Confieso que no me sorprendió verlo tocar penúltimo en los primeros 50 metros (23,40), ya sabemos sus deficiencias técnicas en la arrancada, delfineo y viraje, pero también conocemos esa potencia cuasi titánica que muestra en la recta definitiva, cuando bracea como un demonio poseído y remata sin pedir permiso.
Y así sucedió. Ocupó la carrilera número ocho y, tras un inicio deficiente, se pegó a la vanguardia antes de concluir el primer tramo.
Luego de tocar la esquina opuesta, el antillano puso la quinta velocidad y nos hizo recordar su hombrada de los Panamericanos de Guadalajara, en donde abrazó la plata cuando todos lo creían perdido.
En el primer puesto de ese heat entró el estadounidense Nathan Adrian (47,97).
Y es que cada vez que se tira en una justa grande, Hanser, ex polista y nadador prácticamente a la fuerza, crece como la espuma, mejora, asombra.
Otro elemento a destacar es que el Pollo paró los relojes con el tercer mejor crono entre los 16 competidores que saltaron al agua, superior incluso al campeón y recordista olímpico y mundial, el brasileño César Cielo, dueño de 48, 17 en la prueba londinense de hoy.
Entonces, lo veremos el miércoles a las 3:20 p.m., hora de Cuba, en la discusión de medallas y ya a nadie sorprendería un alegrón con sabor metálico.
Esta actuación del cubano constituye lo más destacado en la historia del hectómetro libre de nuestro archipiélago y podría, no me digan orate, igualar la proeza del espaldista Rodolfo Falcón, plateado en Atlanta 1996.
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