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lunes, 25 de noviembre de 2024

La lluvia “empapa” carencias de la pelota cubana

El primer juego de la final fue cerrado, disputado, con faenas de pitcheo sobresalientes, pero no fue uno de máxima calidad, como se grita a los cuatro vientos para argumentar la tesis de que la pelota cubana goza de buena salud...

Rafael Arzuaga Junco en Exclusivo 21/05/2012
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ciegoeindustriales
Primer encuentro entre los equipos Industriales y Ciego de Ávila en la gran final en el Latino

Disculpen mi posición. Voy a colocarme en la otra orilla. A fin de cuentas, en este lado ya llovieron muchísimas opiniones que alaban el primer partido de la porfía entre Ciego de Ávila e Industriales por el título de la Serie 51 de la pelota cubana.

Ya saben, el desafío se resolvió con pizarra de 3x2. Los Tigres, con Vladimir García en el box, superaron a los Leones, defendidos en la loma de los martirios por Odrisamer Despaigne. Fue un duelo de lanzadores desequilibrado en el séptimo capítulo, a propósito de un lanzamiento salvaje y un pass ball; y a punto de definirse en el noveno, cuando Carlos Tabares botó de foul una Mizuno 200, antes de ceder el tercer out en línea al jardín derecho.

Vladimir lanzó los nueve capítulos, con tres boletos, un ponche, dos wild pitch, un par de pelotazos, tres hits y dos anotaciones limpias permitidas. Resultó el quinto triunfo en la postemporada, para el diestro, que no pierde desde el 26 de enero y acumula 19 éxitos en toda la campaña.

Despaigne trabajó ocho entradas, con seis ponches, una base por bolas, un lanzamiento salvaje, siete indiscutibles y tres carreras inmaculadas en contra. Perdió por vez primera en cinco decisiones en los actuales play offs y tiene marca global de 17-9.

A la ofensiva, solo Rusney Castillo, por los Tigres, y Yasmani Tomás, por los Leones, conectaron dos indiscutibles en este partido, que se jugó con tres errores a la defensa (dos de Odrisamer) y, hasta el séptimo inning, ante casi 56 mil espectadores.

Por estos detalles puede recordarse el juego, cerrado sí, disputado también, con extraordinarias faenas monticulares además, pero no de máxima calidad, como se grita hoy a los cuatro vientos para argumentar la tesis de que la pelota cubana goza de buena salud.

Antes de llegar la lluvia, ya había visto un mediometraje, ideal para mostrárselos a los alevines, de lo que NO debe hacerse en un juego de pelota, de lo que no debe hacerse entre las dos líneas —como dice el DT de Cienfuegos, Iday Abreu.

Vi a un primer bate, Raúl González, tirándole a los dos primeros lanzamientos en el partido, en lugar de intentar examinar cómo estaba ese día el repertorio de Odrisamer y, a la vez, darle oportunidad de observación a sus compañeros (al parecer no lo necesitaban, porque Mario Vega y Rusney Castillo también batearon lo primero que vieron pasar por el home plate).

Vi a un receptor, o tal vez a dos, moviéndose mal detrás del home, recibiendo como en la manigua (peor que en el placer), sin dominio de los conteos de los bateadores, incapaces de bloquear un lanzamiento salvaje y, más malo aún, sin autoridad para orientar a los defensores en dispares situaciones del juego.

Vi al veteranísimo Isaac Martínez correr hacia el home plate con una rolata lenta a tercera (era imposible hacer doble play), un out en la pizarra y corredor en primera.

Vi a los bateadores de Industriales esperando demasiado unas veces y comprando a las primeras de cuenta otras, como si en ese zigzagueo estuviera la fórmula para “adivinar” y hacer una gran conexión.

Vi a Tabares regalar el primer out en fácil fly en el quinto capítulo, con un hombre en base, en lugar de apostar por una jugada de hit and run o un sacrificio (él, que puede convertir en hit un toque; él, que puede batear para la banda derecha; él, que, en conteo, es uno de los bateadores más respetado de su novena).

Vi a los bateadores de los dos equipos intentar maltratar a los lanzadores a base de swing, cual si no pudieran desestabilizarlos en el box (solo Ricardo Bordón intentó moverlo) o robar base (apenas Rusney Castillo salió —y la estafó).

Vi todo eso, y más, antes de que se detuviera el partido por orden del árbitro principal, Luis César Valdés (por cierto, el villaclareño tiene la zona más ancha que alta, como casi todos los de Cuba, como casi ninguno en el mundo).

Y si todo ello, en un partido entre las mejores novenas de la Serie 51, no son falencias de la pelota cubana, ¿cuáles son entonces?

Hay más, llovió sobre mojado. Aquellas insuficiencias continuaron y, con la lluvia, se descubrieron otras.

Vi a un estadio, el Latinoamericano, el principal de Cuba, desprotegido, sin una lona —una simple lona— para guarecer al menos las zonas de primera, segunda y tercera, sino todo el infielder.

Vi a un grupo de trabajadores sin las herramientas idóneas para reacondicionarlo (con el concurso de empresas cubanas, sin salir al exterior a buscar nada, se puede encontrar mejor protección para la grama del Coloso del Cerro).

Vi a las dos direcciones continuar el desafío con sus abridores, dos y media horas después de la detención por lluvia —decisión correcta—, porque ellos, ni ningún equipo del país, cuentan con pitcheo de calidad en el bullpen (ojalá, a mediano plazo, los brazos de Vladimir y Odrisamer no se lesionen por esta exigencia abusiva).

Vi a un jugador gesticularle —¿amenazar?— a un lanzador, y por tanto desconcentrarse, por un viraje a segunda base que, si tenía cien propósitos, el 200 era golpearlo (encima, la dirección coreó el gesto).

Vi a un lanzador lanzarle, una detrás de otra, rectas y más rectas a un bateador cuya principal deficiencia es enfrentar pitcheos rompientes.

Vi a los bateadores —y a sus coachs— desentendidos de un detalle que en nuestra pelota es factor: en los dos bancos se pasó por alto que por aperturas solo se pueden hacer 120 pitcheos y ninguno trató de hacer trabajar a los abridores para tener más chances de anotar carreras contra los relevistas (aquí, de escasa calidad en casi todos los casos).

Vi todo eso, y más, en un partido de los de mayor calidad en la Serie 51 (por el trabajo de los lanzadores, sobre todo; y el suspense en el noveno capítulo), cerrado sí, disputado también, pero no del más alto nivel posible.

Vamos, que de pelota del máximo nivel posible aquí, nosotros los cubanos sabemos algo. En primer lugar, porque ya la vivimos, porque, hace ya algunos años, la disfrutamos.


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Rafael Arzuaga Junco


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