Al parecer, una etapa en la pelota cubana llegará a su fin. Sí, ahora, después de años de lastrar individualidades y el crecimiento integral del béisbol; y sí, de la mano de la cuestionada actual dirección de Comisión Nacional. Lo importante es que el asunto, por fin, movió conciencias y, al parecer digo, una etapa de la pelota cubana llegará a su fin.
En medio de tantos desaguisados, de segundos y terceros lugares en torneos internacionales de todos los niveles, esta es una decisión que esperanza y deberíamos apoyar con aplausos siquiera.
(Ojo: se debió reparar en lo mal hecho mucho antes de que los resultados internacionales no fueran los deseados, porque mucho antes del último lustro, no todo iba bien en la pelota cubana).
Tozudez, empecinamiento, inmovilismo entre los muchos en el entorno de la pelota cubana. Eso ha sido, y es aún, la imposibilidad de que jugadores sin chances u oportunidad de jugar en sus provincias, se desarrollen en otras selecciones sin obstáculos de ninguna naturaleza.
Y, a juzgar por el programa de perfeccionamiento del béisbol nacional, expuesto por todo el archipiélago por el DT Frangel Reinaldo, en el futuro inmediato será un mal recuerdo esa práctica obsoleta de condenar los talentos al lugar de su origen o condicionar con dictámenes rocambolescos y absurdos las posibles “permutas” a otras geografías.
El caso más recurrido cuando se habla del asunto es el del receptor de Villa Clara Yulexis La Rosa, escudero de Ariel Pestano con los Naranjas y también en el equipo Cuba, por increíble e injusto que pareció en su momento.
La Rosa, de 12 Series Nacionales ya, no ha podido expresar a plenitud su potencial. Su calidad es supuesta, toda vez que nunca tuvo oportunidad de jugar a tiempo completo con su novena y mucho menos ser titular en otras selecciones. Una responsabilidad que habría sacado a la luz toda su clase y, también, habría descubierto sus falencias.
¿Se imaginan a La Rosa dirigiendo el pitcheo que tuvo La Habana en la década pasada? ¿Se lo imaginan moviendo las serpentinas del staff de Isla de la Juventud o Metropolitanos? La respuesta, sea cual sea, no pasaría de ser una hipótesis, una teoría imposible de probar ya, porque el receptor, mal que le pese a él mismo, pasó sus mejores años a la sombra de Pestano y acaba de entrar en la curva descendente de su carrera.
Danger Guerrero, el enmascarado de Pedroso, Yulieski, Miguel Alfredo, Lahera, José Ángel, Jonder y otros talentos, se hizo, creció con el paso del tiempo, pero, eso sí es evidente, sus carencias defensivas abortaron la posibilidad de muchas más victorias de La Habana y quien sabe si de uno o dos títulos más.
Quizás Yulexis La Rosa habría hecho más competitivo el equipo de Esteban Lombillo. Quizás sus servicios habrían mejorado a Santiago de Cuba, Metropolitanos o Granma. Quizás no. Quizás, quizás, quizás…
Lo cierto es que no sucedió, el máscara permaneció en las filas naranjas y no pasó de ser un “segundón”, aunque tuvo las chances de integrar varias selecciones nacionales y ahora mismo está en la extensa e inexplicable lista de 77 jugadores (¡¡¡77 jugadores!!!) preseleccionados para representarnos en el III Clásico Mundial de Béisbol en marzo de 2013.
Coartar, prohibir, restringir con juicios rígidos o incoherentes las mudanzas de peloteros de un equipo a otro dentro del país, aplicar limitaciones a las permutas según las circunstancias y no por medio de una cláusula general, es una caótica realidad en la pelota cubana, que más parece dinámica propia del siglo XV antes de nuestra era.
Ese proceder, además de frustrar la floración de talentos como el de La Rosa, abrieron, abren también grandes brechas entre los muchos equipos que participan en la Serie Nacional y, por tanto, la volvieron, la vuelven menos competitiva.
Puedo ilustrarlo con decenas de ejemplos. Aquí les va uno. Gerardo Miranda e Israel Sánchez Cuesta no encontraron lugar en la rotación abridora de los Vaqueros y sus márgenes de crecimiento se redujeron, ¿a la mitad?, ¿un 25 por ciento?, vaya usted a saber cuánto, por la imposibilidad de moverse para cualquiera de los muchos equipos que no contaban, no cuentan con más de dos abridores de calidad.
O este otro. Ahora mismo hay jardineros jóvenes con opción de desarrollarse fuera de la capital de Cuba o reforzar las plantillas de otros contendientes y, por el contrario, se dan cabezazos en las preselecciones tratando de hacerse con un lugar en las nóminas azul y escarlata, donde aparecen Yoandry Urgellés, Yasmani Tomás, Irait Chirino, Stayler Hernández, Carlos Tabares, Serguei Pérez, Víctor Muñoz, Eliut Torres, Yanier Herrera e Irakli Chirino (y esta opinión no comprende la supuesta eliminación de Metropolitanos de las Series Nacionales).
Hay, también, casos positivos, en extremos positivos, que debieron convencer a las autoridades beisboleras de aprobar y legislar, con criterio lúcido, con criterio transparente, el cambio de jugadores entre las selecciones del país.
Norlis Concepción, el receptor pinareño, creció ofensiva y defensivamente en Las Tunas, mucho antes de ganar el título con su provincia a las órdenes de Alfonso Urquiola en la Serie 50. Lo mismo pasó con el máscara Yenier Bello, que se fue a Camagüey para luego volver a “su” Sancti Spíritus; o Rudelis García, que tuvo chances de jugar en Santiago de Cuba, y José Ramón Alfonso, con oportunidades en Sancti Spíritus, antes de regresar ambos a Ciego de Ávila para jugar la temporada 2012-2013.
Isla de la Juventud —otro caso— escaló al tercer puesto de la XXXVIII Serie, sí, aupada por su generación dorada (Carlos Yanes, Gervasio Miguel, Alexander Ramos, Michel Enríquez, Juan Carlos Moreno, Yoanis Pérez, Dioel Reyes, Yosvani Alemán, Aleidis García, Jorge L. Garlobo, Arnaldo Fonseca, Léster Ramírez y otros de sus hijos “legítimos”, no todos nacidos en el Municipio), también porque dispuso de la calidad de muchos “bastardos”, importados la mayoría de Pinar del Río (Vladimir García, Raúl Ajete y Félix Ajete fueron los de mayores aportes).
La representatividad, el sentido de pertenencia son valores necesarios, importantes, decisivos si se quiere, que pueden cultivarse de dispares modos, y no deben defenderse con posiciones intolerantes, cuyo resultado primero ha sido perjudicial por donde se le mire.
Con otras palabras y frase más cortas: En nombre de la representatividad y del sentido de pertenencia se ha limitado el desarrollo mismo de la pelota cubana.
Y este mal, no me canso de repetir, le ha pasado factura a más de un jugador y ha devenido uno de los lastres mayores —no el único— de la pelota en Cuba, donde no está establecido al respecto un reglamento lógico, dialéctico, revolucionario, y se procede, según los casos, en virtud de los intereses de las provincias o selecciones involucradas.
El equipo sensación de la última Serie Nacional, Matanzas, es, debe ser el ejemplo idóneo para que la Federación Cubana de Béisbol tome cartas en el asunto y se pronuncie ya, ahora mismo.
Con el mando de Víctor Mesa, DT de Villa Clara, técnicos y auxiliares de esa propia provincia y Cienfuegos, más jugadores de Sancti Spíritus y Santiago de Cuba, Matanzas llenó el Victoria de Girón y otros estadios, removió los cimientos de la Liga Occidental, del campeonato todo y ascendió al tercer puesto de la Serie 51, luego de más de diez años “sembrados” en la zona negra y fría de la tabla de posiciones.
¿Hay mejor muestra de que el cambio de peloteros o técnicos entre los equipos de la Serie no perturba su identidad? ¿Hay muestra más veraz de que la afición apoyará la presteza y repudiará la pereza que demuestren los peloteros vestidos con la casaca de sus amores, sea o no “natural” de su provincia? ¿Hay alguien que pueda decir hoy, que Yasiel Santoya o Manuel Benavides fueron menos yumurinos que Yaismel Alberro o Dunier Serrano, y que el público, los incondicionales de Matanzas los quisieron menos que a Yariel Duque o Demis Valdés?
Es ahora, ya mismo, cuando la Federación Cubana de Béisbol debe publicar un decreto. Tiempo tuvo para escuchar proposiciones, estudiar y decidir. El béisbol cubano, sino en crisis —como no le gusta oír decir a muchos—, está en una posición en que cada demora, cada vacilación, resquebraja aún más su ya frágil salud.
Ojalá y lo que al principio de estas líneas es una esperanza, se convierta en ley en un futuro inmediato, mañana si fuera perfecto y, al fin, concluya una etapa de la pelota cubana en la que, en nombre de la idea de defenderla, no se ha obrado bien.
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