No es tarea fácil, es cierto, pero tampoco imposible.
Por el contrario, ya no resulta un elemento excepcional la personería de no pocas entidades y organizaciones regionales y multilaterales en el presente mundial, y su esfuerzo e interés por ganar terreno en la consecución de un futuro más promisorio y justo para la civilización humana.
En pocas palabras, las voces por la paz, el progreso, el desarrollo sostenible, el entendimiento, y el necesario respeto a la autodeterminación y a las disposiciones que rigen las relaciones internacionales, se han multiplicado en el concierto global y hacen fuerte resistencia a quienes aún prefieren los hegemonismos e imposiciones.
Y todo ello se viene reflejando con especial énfasis en el 68 período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, donde están al orden del día las voces contrarias a la guerra, a las asimetrías económicas, a la degradación medioambiental, a los arsenales atómicos, y a la violencia y la injerencia por sobre el diálogo y el respeto mutuo.
Lo perfiló así, por ejemplo, la aún novel Comunidad de estados de América Latina y el Caribe, CELAC, que se ha propuesto no solo establecer un frente único en el Sur de nuestro hemisferio, sino convertirse además en una fuerza activa en las positivas transformaciones que aún le urgen a la humanidad.
Una Comunidad que ha sabido salvar diferencias individuales para colocar en primer plano los intereses comunes de convergencia que conforman su azarosa historia y el legado de sus principales y más elevadas figuras políticas, y que brinda constancia de los nuevos aires que soplan en esta, nuestra parte del orbe.
Ello sin contar la clara intención latinoamericana y caribeña de desmarcarse de la añeja y nociva tutela de su poderoso vecino del Norte, la aún primera potencia capitalista del mundo, y de establecer una relación bilateral donde prime el más absoluto respeto mutuo.
Debe añadirse, también en el contexto de la máxima cita de Naciones Unidas, el papel relevante de otras entidades e individualidades, como el Movimiento de Países No Alineados, promotor del diálogo de este 26 de septiembre que colocó nuevamente sobre el tapete la necesidad de poner fin a los arsenales nucleares existentes en el mundo, capaces de su total destrucción multiplicada, sobre todo a instancias de quienes no ceden en el loco criterio de pretender utilizarlos para asentar sus pujos hegemonistas.
Por demás, tampoco pudo ser manipulado ni escondido el evidente desinterés de los círculos más reaccionarios de orbe con respecto a los llamados Objetivos del Milenio, que intentan la reducción de la pobreza y la exclusión social globales para el cercano 2015.
Y es que, a menos de 850 días para llegar a ese límite, explicaron estadistas y representantes oficiales tercermundistas, “aún mil 300 millones de personas viven en la pobreza extrema, dos mil 500 millones carecen de las ínfimas condiciones de sanidad requeridas, y continúan la discriminación y la violencia hacia las mujeres.”
Además, 18 mil niños menores de cinco años mueren a diario en el planeta de enfermedades curables, mientras que millones de seres humanos con VIH/SIDA no pueden obtener el necesario tratamiento para semejante pandemia.
Mientras, el planeta espera todavía por ver cumplido el compromiso de las naciones industrializadas de destinar apenas el uno por ciento de su Producto Interno Bruto anual para apoyar los programas de lucha contra la pobreza contenidos en las Metas del Milenio.
Vale entonces la observación realizada por el presidente boliviano, Evo Morales, durante su presencia en Nueva York para participar en la cumbre de la ONU, quien al referirse a la actitud de la Casa Blanca, líder del capitalismo mundial, con relación los graves problemas de la humanidad, condenó el permanente lenguaje de “gendarme, patrón y dueño del mundo” que caracteriza a Washington, el cual, enfatizó, “mantiene en sus relaciones internacionales los mismos instrumentos de dominación y sometimiento utilizados durante la época del colonialismo, a los cuales ahora agrega métodos como el espionaje.”
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